Humberto García Larralde 02 de noviembre de 2020
Increíble, pero cierto. El Madurismo sigue en sus
cantinelas, impertérrito, mientras el país termina por desmoronarse sobre sus
cabezas. Fascismo del subdesarrollo, porque al menos Hitler y Mussolini
procuraban que sus países funcionaran, aunque fuese solamente para sostener el
esfuerzo de guerra. Pero en la triste y trágica Venezuela de 2020, todavía se
le ocurre al mamarracho de Tarek William Saab salir a denunciar que la
detención de Roland Carreño –un desafuero más en la larga lista de atropellos a
la justicia– era porque estaba incurso en una conspiración, con Voluntad
Popular, ¡para desestabilizar el país! Tan sumergidos en su mundo ficticio de
clichés y excusas autocomplacientes están estos capos de mafia –que han chupado
al país seco–, que continúan culpando a otros por sus barbaridades, como si
nada. ¡Pero si el país lo vienen desestabilizando ustedes desde hace años! Lo
desmontaron desde sus cimientos; no queda piedra sobre piedra. Acabaron con
PdVSA, con los servicios públicos, con la libertad, la justicia y la autoridad,
para dejarnos en una anomia, regida por criminales de cuello blanco, verde
oliva o de franela con tatuajes. ¿estabilidad? Se refugian en un callejón sin
salida que, más temprano que tarde, les cobrará bien caro. Prefieren cortocircuitar
las pocas neuronas que les quedan repitiendo estupideces hace tiempo agotadas.
¿En qué país viven? ¿A quiénes se dirigen?
Tal conducta es expresión de que el combo de pillos y
torturadores, con Maduro a la cabeza, ha decidido tirar la toalla en cuanto a
“legitimarse” con carantoñas al juego democrático, como aquello de liberar
presos políticos –como si fuera una concesión—, cuando el mundo está más que
claro que nunca debieron estar presos. El empeño, hasta ahora no abortado, de
insistir en las elecciones trampeadas de diciembre, cuando ya se ha cantado por
adelantado el fraude a los cuatro vientos, es muestra de que, desde hace
tiempo, no saben donde queda el freno en su carrera alocada al precipicio. Pero
así es el fascismo. Peor que Jalisco, ni el empate lo satisface. O aplastan al
otro o se inmolan. Recordemos a Hitler en su bunker echándole pestes a sus compatriotas
por no haber estado a la “altura” de sus designios de grandeza y prefiriendo
suicidarse ante su derrota, que negociar una salida.
Quien esto escribe, a pesar de haber insistido siempre
en la naturaleza fascista o fascio-comunista del régimen, aboga por su salida
pacífica, negociada, en aras de ahorrarle al país mayores sufrimientos. Ya ha
sufrido demasiado. Pero su actitud hace cada vez más difícil acordar las bases
mínimas de tal negociación. Como Hitler, prefieren atrincherarse en su bunker
–no de concreto, sino de fantasías ideológicas—, que enfrentar la realidad.
Mientras quede algo por robar –y están raspando con ahínco el fondo del
barril—no cederán.
Pero hace tiempo se les acabó la farsa. Su bancarrota
se exalta ahora al encargar al esbirro militar, Reverol, ¡de la economía! ¡Ni
gasolina son capaces de asegurar! Su monigote “revolucionario” no tiene vida,
es absolutamente inviable y su único destino es la muerte. Lamentablemente, no
sólo del proyecto en sí, sino de buena parte de venezolanos, si no salimos
pronto de él.
Por
más difícil que pueda parecer la situación de las fuerzas democráticas en estos
momentos, el futuro –y no muy lejos—les pertenece. ¿Hasta cuándo los fascistas
van a prolongar el sufrimiento, torpedeando toda posibilidad de una salida que
pueda ampararlos en lo inmediato –la justicia tardará, pero eventualmente
llegará–, para sumergirse en su burbuja de consignas copiadas, imaginándose
“blindados” contra la realidad? ¿Es que realmente creen que así habrán de
salvarse? ¿Es que no queda nadie sensato ahí, con los pies en la tierra? ¿Todos
son criminales enceguecidos por la rapiña?
Humberto García Larralde
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