FERNANDO CASTRO AGUAYO 06 de noviembre de 2020
@monscastro
El 30 de octubre la noticia apareció estremecedora: en
Caracas, dos ancianos fueron encontrados muertos en su apartamento con señales
visibles de desnutrición. Murieron de hambre.
La prensa señalaba cómo vivían esos adultos mayores.
Se pone en evidencia la insuficiente pensión del Seguro Social; las grandes
limitaciones para conseguir comida; y que en este caso vivían de la caridad de
los vecinos. Lógicamente la ayuda tiene límites que los impone la dinámica de
la vida y las posibilidades a veces muy pequeñas de “los samaritanos” que
alivian esas necesidades.
Sin ninguna duda el empobrecimiento de la población es
de proporciones. El contento de mucha gente sencilla y a veces de otros que
parecieran más acomodados cuando se comparte la comida, la mayoría artículos
básicos, llama mucho la atención. Revela unas carencias y necesidades que no
debieran existir. La política económica catastrófica de los últimos años ha
generado un gran daño a millones de venezolanos: hay cada día más pobres que
viven sin nada.
Una vez más el Evangelio da el espíritu con el que hay
que vivir esas situaciones. Por una parte, no tener, aunque sea doloroso puede
ser un medio para seguir a Jesucristo. De Él mismo se decía que “no tenía donde
reclinar la cabeza” (Mt 8,20). Se trata de privaciones voluntarias. Por otra,
el Señor nos enseña a ser “samaritanos” (cfr. Lc 10,32): movernos por la
compasión hacia el más débil, dando un paso adelante y ayudando para aliviar
necesidades concretas.
Ancianos abandonados, hijos ausentes. Se dibuja un
clima de indignidad muy doloroso. La ausencia de familia es una tragedia,
muchas veces causada por una vida poco comprometida con el respeto y el amor de
los esposos, y con la misma familia. Trabajar por edificarla, es garantía de un
futuro más solidario y fraterno.
Hay aquí un reto personal, un reto social y pedirle
siempre al Señor que nos haga buenos samaritanos. Que estas víctimas del hambre
nos ayuden a tener un corazón sensible a las dolorosas necesidades de nuestros
“viejitos”.
FERNANDO
CASTRO AGUAYO
@monscastro
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