Laureano Márquez 02 de diciembre de 2020
@laureanomar
Esta frase golpea mucho, más si es dicha en un país en
el que la gente se está, literalmente, muriendo de hambre. No se me ocurre
ninguna manera humorística de salirle al paso.
La verdad es que la afirmación no nos aporta nada que
ya no supiéramos acerca de una práctica que dese hace largo tiempo se viene
implementando en el país.
Lo sabemos los que no somos víctimas de presiones
políticas a cambio de comida, pero lo saben con dramática claridad aquellos
que, si no votan, ponen en peligro la alimentación de su familia y a los que se
exige cotidianamente compromisos políticos a cambio de recibir comida
subsidiada, vivienda, educación y otros servicios esenciales.
La política venezolana ha descendido a unas cotas de
crueldad que resultaban inimaginables, incluso para quienes abrigábamos las más
pesimistas expectativas en el lejano año de 1998.
Menester es reconocer que a diferencia de otros
regímenes que con pudor se ocultan sus manejos autoritarios detrás de
manipulaciones ideológicas, el de Venezuela, además de contar con esta
herramienta, en algunas oportunidades prefiere tomar atajos y proclamar
públicamente sus amenazas por si a alguien no le ha quedado suficientemente
claro.
Al régimen le interesa que se conozca con
«tramparencia» lo que le puede suceder a quien ose desafiarle, porque el miedo
es su fuerza, realmente su única fuerza: el miedo a ser torturado o asesinado,
el miedo a ser encarcelado por lo que se dice o piensa y uno de los miedos más
ancestrales del ser humano: el miedo a no conseguir comida, que
conduce a la desesperación.
Algunas frases al azar le vienen a uno a la memoria sobre
estas verdades que se han proclamado sin pudor si escrúpulo alguno: «no importa
que andemos desnudos, no importa que no tengamos para comer, aquí se trata de
salvar la revolución»; «no vamos a sacar a la gente de la pobreza y llevarla a
la clase media para que sean escuálidos»; «vinimos a vengarnos»; «PDVSA es roja
rojita»; «treinta años pido yo para esa jueza».
Se podrían llenar volúmenes de frases de este estilo y
muchas otras de peor calaña.
Todas ellas constituyen confesión de parte de las
tropelías que estaban dispuestos a cometer y cometieron: empobrecimiento
deliberado y calculado de la población, sometimiento del poder judicial,
destrucción de la principal empresa petrolera del país convirtiéndola en
sucursal del partido gobernante, etc.
Del chavismo se podrán decir muchas cosas, pero nunca
que no anunció sus verdaderos planes.
Uno no tiene corazón para decirle a la gente que ha
sido amenazada con su extinción que mantenga su dignidad cívica y se muera de
hambre.
Si te ponen a negociar entre salvarle la vida a tu
hijo y ceder en tus convicciones políticas, te la están poniendo bastante
difícil.
Estas elecciones parlamentarias que se avecinan han
sido descalificadas como libres y democráticas por la mayoría de los países con
regímenes políticos plurales y respetuosos de los valores de la democracia.
Aquellos que las avalan son países sin elecciones
libres, con dictaduras consolidadas.
Pero aquellos que no padecen el dramático dilema y
llaman a votar desde la oposición y la «oposición», simplemente les formulo la
sencilla interrogante que el profesor Ángel Álvarez desde su Twitter, les envía
en este complejo momento: “A los candidatos de oposición a las elecciones de la
AN, preguntas sinceras: supongan que ganan la mayoría (como en 2015 o más) ¿qué
les hace pensar que podrán ejercer sus cargos, aprobar leyes y propiciar algún
cambio? ¿Por qué ustedes sí y los anteriores no?”.
Laureano
Márquez
@laureanomar
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico