Por Nelson Oyarzábal
El experimento Guaidó
pareciera ser la última carta de una oposición errática y bastante desconectada
de la realidad. La soberbia, el sectarismo, el radicalismo exacerbado, el apego
desmedido a los dictámenes internacionales e intervencionistas y, sobre todo,
la distorsionada visión que han impuesto a troche y moche durante los últimos
años, los ha enterrado en un foso oscuro, sin aparentes posibilidades de
salida.
Y para variar, una nueva
situación entra en escena, esta vez en la voz de Julio Borges, a propósito del
destino de los fondos administrados por Guaidó, exigiendo, palabras más
palabras menos, cuentas claras. Esta situación, pone en evidencia una vez más,
la doble moral de este tipo de dirigentes y el fracaso rotundo de un estilo y
una manera de hacer política que reproduce, tal cual, los vicios de la vieja
política, sumergida siempre en el pantano de la corrupción. Más de lo mismo,
pues.
Rectificar es de
sabios, decían con insistencia nuestros abuelos y, más temprano que tarde, los
esfuerzos de esa tendencia en picada de la oposición venezolana deben
encaminarse en esa dirección, so pena de extinción.
Mientras tanto, se
abren claras posibilidades para iniciar un proceso de posicionamiento de una
política opositora distinta, sustentada en el pluralismo democrático, en el
pensamiento convergente, en el disenso constructivo. El diseño de una
estrategia que facilite en diálogo, el entendimiento y la unidad entre
diferentes actores políticos intelectuales, culturales, educativos, gremiales y
comunitarios resulta impostergable en los actuales momentos.
Se trata, en efecto, de
volver a la política, de volver al juego democrático de volver al voto, como lo
vienen expresando hace cierto tiempo algunos factores políticos modo moderado
y, en la actualidad, intelectuales, escritores, académicos por vía de un
documento de reciente circulación: “Volver al voto”. Pertinente, por demás,
como aporte para la construcción de un relato con autonomía de vuelo, perfil
propio y como un paso de avance en el deslinde con las posiciones ultra
radicales y fuera de foco que se instalaron en la mentalidad de muchos en el
país.
Hay que volver,
entonces, al centro y a la esencia de la dinámica política, pero con la
adopción de nuevas miradas y narrativas, nuevos referentes de análisis y
contenidos discursivos, nuevas metodologías de relacionamiento y de vinculación
social.
En otras palabras: hay
que elevar y dignificar el estatus de la política y hacer de ella una práctica
y un oficio noble y de profunda trascendencia social.
Hace falta, para ello,
dirigentes a la altura de los retos y las circunstancias. Gente íntegra y
honesta, capaz de encarnar un liderazgo reflexivo, empático y transformacional,
más pedagógico que teórico y en comunión directa y dialógica con la gran
mayoría de venezolanos arruinados, empobrecidos más que nunca, sobre todo, sin
ningún tipo de protección social, echados al abandono por el combo maléfico
Estado-Gobierno, pero con la esperanza y el sentimiento de cambio a flor de
piel.
De eso se trata, pues,
de recuperar el tejido político y social, más allá del inmediatismo y de los
fines estrictamente electoreros. y así avanzar en la construcción de una
alternativa política con visión estratégica, para desplazar a quienes han
convertido el país en una en una chatarra oxidada y descolorida a la vista de
todos.
Un gran reto por
delante para reinventar y dignificar la política. Ojalá, entonces, que esta
oportunidad sea aprovechada al máximo y se convierta en un punto de partida
favorable, en una victoria temprana de las diversas fuerzas y voluntades
partidistas y no partidistas, llamadas a construir y consolidar un espacio de
lucha y resistencia, con miras a la reconstrucción ética y moral de la nación.
Nelson Oyarzábal es
Antropólogo. Posgrado en Comunicación y Educación UCV Gerente y consultor de
programas sociales y culturales- Profesor Universitario.
02-02-21
https://talcualdigital.com/de-vuelta-a-la-politica-por-nelson-oyarzabal/
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