Vladimiro Mujica 03 de febrero de 2021
@MujicaVladimiro
Es difícil reconciliar lo que uno está leyendo en
relación con la perspectiva de los aliados internacionales por la causa de la
democracia y la libertad en Venezuela, y la posición de importantes actores de
la resistencia democrática en relación con las eventuales elecciones de
gobernadores y alcaldes.
La situación no puede ser más extravagante. La
oposición venezolana viene de un proceso de denuncia sobre cómo el régimen
usurpador de Nicolás Maduro impuso un CNE a su medida, aumentó
inconstitucionalmente el número de diputados, manipuló el registro electoral,
intervino a los principales partidos políticos, impuso sus candidatos,
persiguió e inhabilitó a los candidatos opositores. Todo ello, se afirmó en su
momento, conformaba un cuadro que impedía participar en las elecciones para la
AN. Decisión que fue adoptada por la mayoría de los partidos representados en
la AN, y llevó a una abstención cercana a 80% en las elecciones legislativas
del 6 de diciembre pasado. A pesar de todas estas críticas, un sector de la
oposición, agrupado alrededor de la Mesa de Negociación, decidió participar en
las elecciones para la AN, con el resultado conocido de que el régimen se alzó
con 70% de los diputados con apenas 30% de los votos.
Para no abandonar por completo el terreno
electoral, y en respuesta a la convocatoria fraudulenta del régimen, la
oposición agrupada en la AN, encabezada por el presidente (e) Juan
Guaidó, acordó convocar una consulta popular entre el 7D y el 12D, que
constituyó un éxito importante de participación ciudadana que se manifestó aun
bajo condiciones muy duras de represión y agobio de la población por la
pandemia del coronavirus y la crisis de combustible y servicios. A este evento
excepcional contribuyó una participación sustancial de la diáspora que sumó sus
esfuerzos a la consulta a pesar de no poderlo hacer de modo presencial. No
obstante este éxito importante de participación ciudadana, que se sumó al
rechazo de la población al fraude electoral para conformar un cuadro de abierto
rechazo al régimen, la ausencia de una estrategia unitaria de la oposición ha
impedido cosechar los frutos de una jornada memorable.
La pregunta de fondo que se hacen nuestros aliados
internacionales es: ¿Qué ha cambiado en las condiciones electorales y políticas
para que no se pudiera participar en diciembre en las elecciones de la AN y
ahora sí sea posible hacerlo en las elecciones de gobernadores? La respuesta es
brutal: nada. Ni se han modificado las condiciones ventajistas electorales
impuestas por el régimen, ni tampoco se ha producido una realineación
importante de la estrategia opositora. Entender este último punto a cabalidad
es fundamental: sin un verdadero ejercicio de reflexión y autocrítica de todos
los factores opositores que conduzca a una estrategia unitaria, el esfuerzo de
recuperación de la democracia y la libertad en Venezuela está condenado al
fracaso. A menos que ocurra un milagro o un hecho aleatorio que conduzca a
una solución inesperada al drama venezolano.
La situación es verdaderamente un ejemplo del más
prístino realismo mágico llevado a la arena política. Uno pensaría que el
liderazgo de la oposición, y especialmente el gobierno interino que ha logrado
salvaguardar una parte importante de apoyo internacional, debería estar volcado
a conciliar una estrategia única que manejara el apoyo internacional,
especialmente las sanciones sobre el régimen, y la presión social interna, para
obtener mejores condiciones electorales y avanzar en el rescate del voto como
herramienta fundamental de la recuperación del país. En su lugar, asistimos a
un sainete de argumentaciones y negociaciones sobre una participación electoral
desvinculada de la realidad política y con una población cada vez más
decepcionada y angustiada por el penoso ejercicio de sobrevivencia en que se ha
convertido la vida en Venezuela.
Hay gente que sostiene que el conflicto interno de la
oposición gira alrededor de dos posiciones, una la participación bajo cualquier
condición en elecciones para mantener la defensa del voto, y, la otra, esperar
a que las condiciones mejoren para participar. La verdad del asunto es que el
conflicto gira alrededor de la incapacidad para llegar a acuerdos que permitan
defender el voto. Cada fracción de la oposición ha jugado alrededor de dos
supuestos que no se han materializado. La una se jugó a que la polarización no
se impondría. La otra jugó a que la abstención sería militante. Ambas posturas
fracasaron. Es tiempo de admitirlo y buscar nuevos caminos que en verdad
contribuyan a recuperar la confianza en el voto como herramienta fundamental.
Estas consideraciones nos llevan a un punto esencial.
La destrucción de la confianza en el voto ha sido una estrategia fundamental
del chavismo, orientada a imponer sobre la población la visión del Big
Brother, de que independientemente de la opinión de la gente, el Líder
Supremo, sea Chávez o Maduro no puede ser desplazado por votos. No cabe duda de
que la responsabilidad del régimen en este deterioro de una práctica esencial
de la democracia es inmensa y, además, por diseño, no por accidente. Dicho eso,
existe también una clara responsabilidad de la oposición en contribuir al deterioro
de la confianza en el voto, producto de sus prácticas y estrategias erráticas
sobre la participación electoral y la incapacidad para convertir en acción
política definida el inmenso rechazo al régimen.
Dicho
en otras palabras, el régimen no tiene razón alguna para entregar mejores
condiciones electorales, porque se siente poderoso y con espacio de sobra para
reprimir y negociar internacionalmente. Pero la resistencia también tiene
herramientas poderosas, pero solamente si actúa con una estrategia unitaria y
bien definida. Si esta condición se cumpliera, y se contara con la confianza de
la gente, se podría participar en cualquier proceso electoral aun en
condiciones menos que ideales, para exponer al régimen al rechazo de la
población. Lo que no se puede hacer es jugar a la participación y la no
participación sin dar ninguna explicación convincente. Si se continúa en este
peligroso sendero, no culpemos al régimen por la destrucción de la confianza en
el voto. Nosotros también seremos corresponsables de haber transformado a
nuestra gente en ciudadanos minusválidos, cuya voz y voto no es escuchada.
Vladimiro
Mujica
@MujicaVladimiro
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