Por Simón García
No se puede seguir
pidiendo a los ciudadanos que mantengan una determinada conducta sin que los
dirigentes rindan cuentas por los resultados. Es ineficaz que frente a evidencias
del agotamiento de una estrategia sin logros, la élite opositora predominante
estruje expectativas ficticias y llame a perseverar en errores con el cuento de
una victoria al doblar la esquina. Los espejismos ya no justifican dilapidar
las energías de cambio, tras un Dorado que se sabe inexistente a corto plazo.
Es un enigma a resolver
por qué experimentados dirigentes pusieron tanto empeño en asociar la carrera
hacia el precipicio con la conservación de sus funciones. Ahora, con el cadáver
del 2015 a cuestas, deben tomar la oportunidad de volver a una política de
organización, movilización y lucha electoral para no mantenerse en pie solo por
la ayuda de la comunidad internacional y el creciente malestar social con la
agresiva destrucción gubernamental de las condiciones de vida.
La oposición vivió una
infiltración de la cultura autoritaria que condujo a comportamientos internos
tiránicos y a la satanización de cualquier pensamiento distinto a las líneas
cupulares. La élite principal se independizó del control social a medida que se
aislaba de la gente y se negó a repensar su política frente a las evidencias
empíricas de unas derrotas que nos dividen y marginalizan. El ciclo del
derrocamiento violento de Maduro es insostenible.
La corrección de una
política no admite maquillajes. El cese a la usurpación como requisito para ser
demócratas, no puede reintroducirse exigiendo elecciones presidenciales y
parlamentarias para dejar de participar en las elecciones de gobernadores y
alcaldes.
El giro coherente no
puede ser un guiño táctico. Retroceder a la guerra sobre sobre votar o no, es
un truco para eludir el deber de encarar una estrategia transicional eficaz
para asumir la contienda por la democracia como una lucha por debilitar al régimen,
acumular y unir progresivamente fuerzas de cambio y desarrollar coincidencias
con sectores chavistas que no desean sucumbir a las presiones de pasar a más
autoritarismo y más destrucción de país.
Los nuevos actores no
partidistas que están surgiendo deben ser parte, respetando sus límites y
autonomía, de una coalición nacional a favor de la conquista de derechos
constitucionales, inicialmente centrados en mayores garantías de procesos
electorales libres.
Pero ampararse en la
elección o el referendo revocatorio del presidente, aislado de un cambio de
estrategia y un nuevo modo de pensar la política, va en dirección contraria a
la reconstrucción del país que hemos perdido. Menos si se desprecia las
potencialidades de renovación contenidas en las sociedades regionales y en la
dinámica que se puede abrir con candidaturas que no sean producto de un simple
reparto entre partidos o montando alcabalas que nieguen la posibilidad de
rectificación a todos los que puedan contribuir a reparar las malas conductas
reparables.
En las elecciones
regionales, partidos y organizaciones sociales, independientes y militantes,
pueden hacer políticas comunes: los partidos desde su lucha por el poder y las
organizaciones sociales desde la política por la civilidad democrática y el
apoyo a quienes necesitan ayuda para sobrevivir hoy y vivir mejor mañana.
Solo una acción
conjunta de viejos y nuevos actores, volcada a los sectores populares, puede
revertir la desconfianza de la clase media en los políticos, el descrédito de
las elecciones y el voto, la polarización destructiva y el divorcio entre
política y recuperación de un país que está perdiendo su futuro en una batalla
a ciegas con la autocracia.
Simón García es
analista político. Cofundador del MAS.
08-02-21
https://talcualdigital.com/pensar-la-politica-por-simon-garcia/
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