Ángel Oropeza 04 de abril de 2022
@angeloropeza182
Una
fotografía a la coyuntura nacional arroja dos realidades que nos deben llamar
la atención, de cara a la pregunta obligatoria que nos tenemos todos que hacer.
Desde
el punto de vista social, los últimos estudios nos hablan de una población
cansada y frustrada con la política, sin certeza sobre su futuro ni el del
país, y cada vez más volcada sobre sus propias demandas y urgencias personales
y familiares.
Desde el punto de vista político, los mismos estudios hablan de cómo continúa y se agudiza de desconexión de nuestra clase política opositora con la mayoría de la población.
Lamentablemente
–y al menos por ahora- la política y los políticos siguen en baja. Por supuesto
los del gobierno, pero también los de oposición. Al mismo tiempo, la agenda precandidatural,
la preocupación por la escogencia rápida de un candidato presidencial, y las
actividades proselitistas donde nos hablamos a nosotros mismos parece ocupar el
tiempo de nuestra dirigencia. Simultáneamente a esto, la unidad parece más
fracturada que lo que había estado en mucho tiempo.
Frente
a este escenario, es imperdonable asumir la postura de espectadores pasivos de una
tragedia que se nos viene encima, cada vez más cerca y amenazante, como es la continuación
del madurismo en el poder por muchos años más allá de 2024. Frente al peligro
de perder lenta pero inevitablemente el país donde nacimos –el único al que legítimamente
y con propiedad podemos llamar nuestro- ¿tenemos algo que decir o hacer? ¿Cuál
debería ser nuestra preocupación y nuestra tarea fundamental en este momento?
Hace
un año reflexionamos en este espacio sobre la exigencia clave de decidirnos en
serio a conformar una coalición efectiva entre sectores sociales y políticos
como condición indispensable para enfrentar el reto de la superación de la
dictadura y el inicio de un proceso de transición concertada que permita
comenzar a resolver la profunda crisis venezolana. Dada la naturaleza del
régimen madurista, ninguna opción frente a él podrá tener éxito si no parte de
una articulación efectiva entre los partidos políticos –todos, no sólo algunos
de ellos- y los sectores sociales organizados que representan la compleja heterogeneidad
de la sociedad civil. Esta difícil pero ineludible construcción de unidad y articulación
político-social, que inicia con agrupar sobre bases mínimas de consenso a todos
los que quieren un país distinto, es lo único que posibilitaría generar la
necesaria presión social cívica interna sin la cual ninguna salida es posible
ni viable.
Al
respecto, y dada la natural dificultad para lograr el objetivo superior de la
unidad mínima de la nación, es importante resaltar lo siguiente. Ciertamente
existe una enorme y generalizada indignación nacional ante la destrucción
progresiva del país, pero esta indignación es desagregada, desarticulada, sin
dirección y cada quien por su lado. Con respecto al cambio político, casi todos
en Venezuela queremos lo mismo, pero no necesariamente todos pensamos
alcanzarlo de la misma forma ni lo concebimos igual. Hay mucha homogeneidad en
el deseo pero muchas diferencias en lo estratégico y, en consecuencia, muchas
más en la táctica.
Lo
anterior ha producido un estado actual de dispersión de las fuerzas
democráticas, en el cual no pocas organizaciones políticas y sociales intentan
trazar su propia ruta ante la desconfianza tanto hacia otros actores como sobre
la posibilidad de construir una ruta común.
Frente
a esa realidad, la primera y más urgente tarea debería ser intentar pasar del
estadio actual de dispersión de las fuerzas democráticas a un nuevo estadio
donde frenemos esta tendencia a la fragmentación y logremos reencontrar a la
mayoría de las fuerzas sociales y políticas del país en espacios mínimos de
consensos estratégicos y rutas comunes de lucha.
Este
nuevo estadio o momento de encuentro debe realizarse en primer lugar sobre la búsqueda
de una ruta estratégica común de lucha democrática que debe ser construida a partir
de la escucha y el intercambio sobre cómo cada sector percibe o considera lo
que hay que hacer para avanzar hacia la liberación democrática de Venezuela.
Las
coaliciones exitosas en la historia son aquellas donde los distintos sectores
sociales y políticos no sólo se sienten representados, sino que perciben que la
coalición unitaria expresa y defiende sus intereses mejor que lo que pudieran
hacerlo ellos mismos por separado. Construirlas requiere inteligencia, respeto
a la autonomía y heterogeneidad de los sectores y organizaciones, pero también
mucha generosidad y grandeza de las partes para entender que el objetivo es
superior a los cálculos e intereses de corto plazo.
Por
ello es necesario insistir que las coaliciones unitarias frente a regímenes
autoritarios no se decretan ni se imponen desde arriba. No se construye una
casa desde el techo, por mucho que así lo quieran sus diseñadores. Para poder
resistir los embates de la intemperie, y funcionar como un espacio seguro de
habitar, las casas se edifican desde los cimientos.
De
hecho, esto es lo primero que se hace. Porque sin cimientos, cualquier proyecto
de casa está destinado a caerse.
¿Cuáles
son los cimientos de una coalición exitosa frente a modalidades autocráticas de
dominación? El pueblo organizado en torno a sus partidos políticos y a sus
sectores sociales de pertenencia, sea laboral, gremial, estudiantil,
empresarial, profesional, sindical, comunal, campesino o del tipo que sea. Este
es el sujeto político de la transformación. Por ello es indispensable la
construcción de consensos desde abajo, fortaleciendo a las organizaciones y
partidos que juntos forman el tejido social de un país y articulándolos progresivamente
en torno a un proyecto y un movimiento que sientan propios. Porque ante regímenes
autocráticos, las vanguardias esclarecidas o cupulares no funcionan. Solo funcionan
los movimientos que tienen fuertes cimientos aguas abajo en la población, los cuales
a su vez se construyen sobre la base de la visibilidad, renovación y
fortalecimiento de sus organizaciones y sectores.
Esta
es la tarea más importante y urgente que tenemos en lo inmediato quienes
aspiramos y luchamos por la liberación democrática de Venezuela, la
construcción progresiva de una fuerte y exitosa coalición unitaria interna de
sectores sociales y políticos en la cual, al todos sentirse parte, también
todos ejerzan una indetenible presión social hacia la transformación viable y
concertada del país. Esta construcción no es rápida ni fácil, y quizás por ello
sea tan seductora la tentación de dedicar los esfuerzos a tareas más conocidas
y efectistas.
Pero
sin ella, el país que es necesario construir seguirá siendo sólo un hermoso
pero irrealizable sueño.
Ángel
Oropeza
@angeloropeza182
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