Humberto García Larralde 08 de octubre de 2024
En un
artículo anterior comentaba las similitudes y diferencias entre comunismo y
fascismo. Concluí que, al desaparecer toda pretensión “científica” del marxismo
leninismo y, con ello, dejar sin sustento el reclamo de los partidos comunistas
por monopolizar la conducción al “único futuro posible” y determinar la vida de
la población, lo que quedó del comunismo se hizo prácticamente indistinguible
del fascismo. Las categorías de la mitología comunista pasaban a ser,
simplemente, otra manera de invocar las mismas prácticas fascistas –populismo
patriotero, subordinación al Estado, siembra de odios, culto a la muerte, discriminación,
militarismo, violencia– pero con una retórica distinta a la del fascismo
clásico.
Con todo y su retórica “revolucionaria”, el régimen Maduro entra claramente en esta caracterización. No obstante, el resabio, aún compartido por algunos círculos izquierdosos, de creer que el comunismo representa el polo opuesto al fascismo, proporciona a la actual oligarquía militar / civil un último recurso con el cuál intentar legitimar su golpe de Estado contra la institucionalidad republicana; el cometido por el fraude electoral tan torpemente ejecutado por el cne y alcahueteado por la sala electoral del tsj.
El
fascismo ha quedado sin posibilidad alguna de demostrar su alegato de que
Maduro resultó reelecto el 28-J. Quedó claro que, con su proclamación, se
intenta robar, descaradamente, las elecciones. En ello, Elvis Amoroso,
presidente del cne, se reveló como un vulgar delincuente electoral. No puede
presentar las actas porque éstas señalan a Edmundo González Urrutia como
presidente electo por una votación contundente, más del doble de la de Maduro.
Y ello es del dominio público, tanto dentro del país como fuera. De tan
palmaria verdad está plenamente consciente la claque militar y civil que hoy
ocupa el poder. Pero en vez de aceptar su derrota y, con ello, negociar en los
mejores términos posibles (para ellos) su entrega del poder, optaron por
tergiversar drásticamente los referentes de la contienda.
La
pretendida “legitimidad” del triunfo electoral de Maduro nada tiene que ver,
ahora, con aparentar que fue el preferido de los venezolanos. En el nuevo
formato que quiere imponer, la legitimidad está determinada por la ideología.
Desesperadamente necesita posicionarse como de izquierda, ¡portavoz del destino
providencial de la humanidad!, para legitimar entre los suyos su arrebato. Y,
así, con unas contorsiones insólitas, el fascismo alega que su “revolución”
está amenazada, ¡por el fascismo!, en este caso, la oposición democrática
liberal que reclama el triunfo indiscutible de Edmundo González. ¡La “derecha” no
puede ganar, ni por las buenas ni por las malas! Se justifica el “triunfo” de
Maduro. La comprobación empírica, real, del resultado electoral no tiene
relevancia alguna. Así lo confesó Diosdado Cabello, desvergonzadamente, al
despachar las actas presentadas por el Centro Carter ante la OEA.
En tan
absurda pretensión, el fascismo (el verdadero) se retrotrae a imaginarios
construidos en torno a la Guerra Fría de hace 80 años. Se hace la víctima.
Cogen cámara nulidades como Yván Gil, cuya formación política se reduce a
haberse aprendido de memoria los clichés de aquel entonces. Este retroceso
también acentúa, lamentablemente, las falacias de una burbuja ideológica
maniquea construida para “justificar” la represión de quienes se atreven a
exigir que sea reconocida la realidad del triunfo opositor. Tal encierro
exacerba sus resentimientos, odios y complejos. Explica comportamientos infames
como el de Tarek, alias Torquemada, Saab. Obnubilados por un sectarismo
fundamentalista, el triunfo de Maduro pasa a ser un asunto de fe. No admite
cuestionamiento. Absueltos por semejantes imposturas, los psicópatas –lo que
han mostrado ser quienes se han cogido al país–, dan rienda suelta a sus peores
reconcomios y pasiones en contra de la población venezolana.
En
esta regresión a la barbarie y al primitivismo, el fascismo madurista no
escatima la oportunidad de acabar con todo lo que podría haber contribuido con
su progresiva reinserción en el concierto de naciones. Rompe relaciones con
Argentina, Chile, Panamá, Uruguay, Perú y Costa Rica por exigir la
transparencia de los resultados del 28-J, con insultos de por medio –¡la
“diplomacia” de Yvan Gil!– y suspende vuelos con Panamá, República Dominicana,
Perú y Chile, aislando todavía más a Venezuela. No contento con eso, se empeña
en buscarle pleito a España, país cuyo gobierno se ha caracterizado por exhibir
una conducta “benévolamente neutra” con el régimen fascista. Sin mencionar el
desprecio por las iniciativas de quienes, como aliados –Lula y Petro–, hubieran
podido asistirlo en encontrar salidas aceptables a la crisis que causó el
arrebato de Maduro contra la voluntad popular. No puede, siquiera, ubicar su
postura como de una izquierda enfrentada a la derecha, por más
“antiimperialista” que se proclame. Maduro hace todo lo posible por
perjudicarse a sí mismo políticamente. Lamentablemente, arrastra al país
consigo. Atrincherado, como está, detrás de bayonetas, no le importa.
Más
allá, Jorge Rodríguez, pretende sellar legalmente este escamoteo de la realidad
política. “Invita” a fuerzas que participaron en las pasadas elecciones a
discutir cambios en la legislación electoral y de partidos políticos, alegando,
con una manipulación vergonzosa, que el artículo 130 de la CRBV lleva a excluir
manifestaciones políticas que, para él, son “extremas”: las del 70% de la
población que votó por sacar a Maduro, cuyo desconocimiento se tradujo,
justificadamente, en protesta. En su afán por borrar la fundamentación
democrática de nuestra Carta Magna, llegó a afirmar que la ley no obliga a publicar
las actas de escrutinio. Cínicamente, busca legalizar a futuro los atropellos
cometidos el 28-J: escoger a quiénes pueden candidatearse y proclamarse
ganador, como Maduro, sin exhibir prueba alguna.
Tan
perverso pensamiento está detrás de la brutal ola represiva contra la
población: dos mil detenidos carentes de garantías procesales, entre ellos,
unos 180 menores, algunos cruelmente torturados, 27 asesinados, persecución de
dirigentes y figuras opositoras. Terrorismo de Estado, propio de su vocación totalitaria.
Ante la tragedia producida por la respuesta desproporcionada de Netanyahu al
salvaje ataque terrorista de Hamas, Maduro canta vivas a esta banda y a sus
congéneres del Hezbolá. Se retrata en familia, faltando los verdugos de
Nicaragua, Cuba, la teocracia misógina de Irán y del imperialista Putin.
¿Puede
triunfar tan brutal empeño en conservar el poder? En el tiempo, no. Difícil
sostener tanta burla y abierta injusticia a la población sobre la base de una
mentira tan flagrante. Porque la inmensa mayoría, incluyendo a muchos
chavistas, sabe que Maduro y los suyos se robaron las elecciones. ¿Por qué
calárselo ante el deterioro esperado en sus condiciones de vida? Habrán de
incrementarse las penurias y las consecuentes protestas. Afuera se extiende el
rechazo a tan vulgar fraude. En la región se hacen llamados para la detención
de Maduro y sus cómplices por crímenes de lesa humanidad. Aumentan las
sanciones personales en su contra. Las intemperancias de Maduro invitan. Y la
internacional terrorista con la que se identifica está entrampada en sus
propios conflictos como para darle apoyo efectivo.
El
núcleo corrupto que controla a la FAN no hará nada para que sea respetada la
verdad. Pero el grueso de la fuerza, como muchos chavistas, no querrán seguir convalidando
la cadena de derrotas que ha significado la permanencia de Maduro. Acabó con el
chavismo como opción popular, destruyó a PdVSA, devastó a la economía y arruinó
los servicios públicos, incluidos la educación y la salud pública. Su
continuación solo ofrece más miseria, destrucción y terrorismo de Estado. ¡A
paso de perdedores!
No
podemos permitir que el país termine engullido por las ansias totalitarias del
fascismo madurista. El eje de nuestra fortaleza para horadar el embuste con el
que intenta perpetuarse reside en hacer que prevalezca, como sea, la verdad del
triunfo opositor. El grueso de la población, los centenares de miles que se la
jugaron para que ese triunfo se diera, no aceptan menos que eso. Seamos lo
suficientemente persistentes como para generar una correlación de fuerzas,
junto al apoyo internacional, que obligue al fascismo a negociar la entrega del
Ejecutivo a su legítimo titular. No merecemos vivir en tal oprobio.
Humberto
García Larralde
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