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lunes, 26 de noviembre de 2012

Las presas del comandante


Por Gustavo Yepes, 25/11/2012

El caso de la Juez Afiuni es abrumador. Es como haber traspasado una línea que ni siquiera pensábamos que existía; como si nos enteráramos de algo que va más allá de nuestra imaginación; como si estuviéramos viendo el rostro de nuestras madres, esposas o hijas en la digna figura de la Juez; como si te clavaran algo en lo más profundo de tu ser y no sabes cómo describirlo. Es aterrador, es indignante, es desgarrador. Pero también es un ejemplo de dignidad, de valentía, de coraje, y sobre todo de solidaridad de esa brava mujer de nuestro bravo pueblo, con aquellas que han sufrido lo mismo, o aún más, pero no tienen voz. Entiendo la indignación de María Corina cuando dice que la lucha de Afiuni es la de todas las mujeres, pero debo agregar que es también la lucha de todos los hombres de bien. Es la lucha por la dignidad. Es la lucha contra la opresión, contra la impunidad, contra aquellos que no solo someten sino que se burlan de los sometidos. En resumen, es la lucha por la libertad.

Sabemos el infierno que ha sufrido la Juez. Pero también sabemos que su caso es uno más de los que viven miles de compatriotas, hombres y mujeres, encarcelados, o en una suerte de libertad condicionada por el capricho o la premeditación del malandro de turno, quien es estimulado por el poder que le da un arma o un cargo, más la seguridad de saberse impune. También sabemos que la libertad de elegir, de obtener justicia, de disfrutar los derechos de los ciudadanos y tener garantizada la legalidad, están secuestradas por un puñado de mujeres, ¡qué gran contradicción!, que se cuadran sumisas y orgullosas ante el jefe máximo y arremeten contra cualquiera que ose disentir. Es triste constatar que el ensañamiento parece ser más cruel contra nuestras bravas mujeres.

Para acentuar la contradicción, quien hoy nos desgobierna desacata la gran cantidad de resoluciones de la CIDH para amparar los derechos humanos de los perseguidos del régimen, decide retirarse de la CIDH, y aplaude las acciones de colegas que, como él, están acumulando voluminosos expedientes por crímenes de lesa humanidad. Por otra parte, con el aval de un buen número de países que aportaron su voto por diversas motivaciones, logra obtener un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

La mayoría de personas ha olvidado el caso de otro juez, uno que se encontraba en las más altas esferas del poder, que confesó sus crímenes y denunció la forma como el régimen al cual servía, usándolo como verdugo, cometió diversos delitos de lesa humanidad. Yo espero que, más pronto que tarde, este personaje sea llevado a la Haya, usando su propio testimonio, y se convierta en el primero de una infame lista de personajes que ha usado el poder para, sistemáticamente, hacer daño.

Todos los que disentimos somos presas apetecidas por el comandante. Valga el ejemplo de la Juez Afiuni para seguir adelante, para levantarnos con la frente en alto después de cada zancadilla, y para luchar por la dignidad y por la libertad.

Recibido por correo electrónico, enviado por su autor

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