Por Vladimiro
Mujica, 15/11/2012
En
Venezuela ya no queda ningún lugar seguro para esconderse de la arremetida
autoritaria.
Las
canciones de Alí Primera se escuchan como una letanía interminable en las
congregaciones del chavismo. En esto, como en muchas cosas, la usurpación
selectiva de un legado colectivo de los venezolanos el extremo es la
apropiación indebida de la figura, imagen e inclusive los restos de Simón
Bolívar pretende hacer ver la gesta chavista como una especie de continuidad
histórica profetizada y anticipada. Yo crecí escuchando y cantando muchas de
las canciones de Alí Primera, y en una de esas jugarretas de la memoria heme
aquí recordando una de sus primeras canciones, “No basta rezar”, presentada por
primera vez en 1976 en el Festival de la Canción de Protesta organizado por la
ULA, al tiempo que leo la información sobre la intervención de Antonio Ledezma en
el evento “Protesta y Vota”. De ahí el salto a reemplazar “Rezar” por “Votar”
para el título de esta columna tomó sólo un instante más.
Pero como suele ocurrir con las analogías, las conexiones no se limitan
al ámbito de las palabras. La letra de Alí es una invitación poderosa a la
acción para alcanzar la paz en contraposición a la actitud pasiva de quienes
solamente se encomiendan a la plegaria. La comparación con la situación
dilemática de los venezolanos en relación a la salvación de la democracia por el
solo acto de votar no puede ser más apropiada. Votar, se nos dice, es
indispensable. Y tienen razón quienes insisten; pero no será suficiente.
Se dice con sencillez y suena contundente, pero en realidad cómo ir más
allá del voto no tiene respuestas simples porque todas las que son realistas
implican un tipo de conciencia y participación ciudadana que es difícil de
armonizar con una tradición de pensar en el voto como un derecho garantizado
por las instituciones y el marco jurídico y constitucional de la nación. Todo
lo último está en entredicho en Venezuela porque las instituciones han sido
literalmente tomadas a través de varias operaciones de asalto, legalizadas por
la mayoría oficialista en la AN y el TSJ. A ello hay que unirle el hecho de que
el chavismo cuenta con una combinación poderosa de una base popular donde
asentarse combinada con mecanismos de intimidación y compra de voluntades que
le permiten abultar su apoyo hasta construir un engendro de mayoría. Una
imposición brutal pero muy elaborada sobre la sociedad venezolana, que ha
prostituido y envilecido la acción política del chavismo pero que por ahora le
ha garantizado la continuidad en el poder.
Pareciera ineludible en este escenario repensar algunos elementos y
premisas fundamentales de la estrategia opositora. En primer lugar, el asunto
de cómo combinar la indispensable participación electoral con la protesta
social y la desobediencia ciudadana contra la ilegalidad y las violaciones a la
Constitución. Ello debe incluir, sin duda, la lucha por los derechos políticos
y la transparencia electoral pero debemos ir mucho más allá.
Cada protesta de grupos y sectores de la sociedad debe ser vista como un
problema de todos que exige que todos nos movilicemos. Sean las protestas de
los transportistas por la inseguridad, la de los universitarios por la asfixia
presupuestaria o la de los obreros en Guayana, es necesario construir un
discurso y acción común que asocie a los dueños absolutos del poder con los
males del país. Protesta y participación electoral tienen que aprender a ir de
la mano y esto le plantea al liderazgo opositor retos nuevos y formidables.
En primer lugar hay que ampliar los alcances de la acción de la MUD.
Esta es esencialmente una organización de partidos políticos que juega un papel
central como escenario de comunicación y dirección política, pero es irreal
pensar que las tareas de organización y participación ciudadana que los tiempos
exigen se puedan articular sin el concurso de la sociedad civil. Por otro lado,
para el ciudadano que le exige respuestas a la dirigencia opositora por la
derrota del 7-O y que juega a veces un juego suicida de recriminaciones y
frustración que le puede llevar al extremo de entregarle todo el país al
chavismo en las próximas elecciones de gobernadores, lo que está ocurriendo
debe llevarle a reflexionar también sobre sus propias premisas y expectativas.
Si alguna realidad se está imponiendo cada vez más sobre los
venezolanos, es que en Venezuela ya no queda ningún lugar seguro para
esconderse de la arremetida autoritaria de la revolución chavista. Eso
significa que a la pregunta: ¿qué hago yo como individuo?, se debe examinar la
respuesta: Deje de pensar como si se tratara de un problema personal. Es
indudable que el despropósito del desgobierno chavista nos afecta como
individuos, pero la raíz del problema es social y política. Escoja su
organización favorita, partidista o de la sociedad civil, y participe en la
lucha colectiva contra el autoritarismo, porque la naturaleza de esta lucha es
tal que excede con mucho las posibilidades de las organizaciones políticas
tradicionales. En el camino, esto tendrá un efecto inesperado adicional: el
retorno de la ética a la política y la imposibilidad de imponerle planes
pequeños a un país que tiene enormes expectativas. La vigilancia de los
ciudadanos es la mejor garantía de que las decisiones de los partidos se van a
ajustar al bien común. Por otro lado, los ciudadanos se verán liberados de ser
tratados como niños por quienes piensan que la verdad no se puede discutir porque
desestimula a la gente a votar.
En estos tiempos transcendentales es fundamental que la verdad, compleja
y dura, aflore y sea discutida. Tan inaceptable como el chantaje de que no se
discuta mucho para que la gente vote es la expectativa infundada del ciudadano
de que se le garantice democracia solamente por ir a sufragar. Parafraseando a
Alí: Cuando el pueblo se levante y que todo haga cambiar, ustedes dirán conmigo
no bastaba con votar.
Vladimiro Mujica es miembro de Compromiso
Ciudadano
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