Por Oscar Lucien,
09/11/2012
“Declaro que no permitiré que en Venezuela
haya un solo niño de la calle: si no, dejo de llamarme Hugo Chávez Frías” consta como uno de los primeros compromisos
del ex paracaidista golpista, recién elegido presidente por el voto popular,
ofrecido en su alocución del 6 de diciembre de 1998. De tal juramento pronto se
cumplirán catorce años. Mientras como persona y como jefe del Estado reelegido
el pasado 7-O para un nuevo periodo sigue llamándose Hugo Chávez, casi todo ha
cambiado de nombre en Venezuela, incluso la nación, que por su capricho expreso
es ahora república “bolivariana”. Cambió el Himno Nacional y el Escudo patrio.
Cambió el nombre del cerro Ávila, del Congreso Nacional, de los ministerios,
parques y avenidas. Se habla de un Poder Popular, de un Estado comunal y de un
“socialismo” que no sólo no están en la Constitución sino que fueron rechazados
soberanamente por el voto popular en el referéndum del 2 de diciembre de 2007.
Alerto, en consecuencia, que la “neolengua” de la revolución bolivariana
esconde una hábil impostura que desnaturaliza y pervierte claras expectativas y
aspiraciones de los venezolanos, traiciona mandatos de la Constitución y mina
las bases mismas de la república.
¿Luego de catorce años “en Palacio” queda
alguna duda de que el propósito último del proyecto político del teniente
coronel Chávez es su permanencia en el poder? ¿Queda alguna duda de que en el
campo de las comunicaciones todo el entramado legal y las decisiones
administrativas y políticas del gobierno de Hugo Chávez conducen a un control
absoluto, bajo la apariencia y el discurso de la democratización? ¿No se suman
día a día las evidencias de que los llamados “medios públicos” son de manera
desvergonzada aparatos de proselitismo político, propaganda de gobierno, de
criminalización y de exclusión de la diversidad política del país? ¿Dónde y
cómo aparece en el “sistema nacional de medios públicos” esa otra mitad de los
venezolanos que votó en contra del modelo político que se pretende imponer en
Venezuela, fotocopia de la dictadura de la dinastía Castro en Cuba? En la
antesala del nuevo mandato presidencial, del anuncio del segundo Plan
Socialista 2013/2019, podemos constatar y advertir que bajo la apariencia del
repetitivo discurso de la democratización de las comunicaciones se ha camuflado
un proyecto de sometimiento y silenciamiento de la sociedad, articulado desde
la confesada pretensión de lograr la “hegemonía comunicacional”. Lo que viene
ahora, entonces, es algo más que cambios de nombres.
En distintos ámbitos académicos y otros
espacios públicos hemos expuesto testimonios fidedignos para demostrar cómo
todas las acciones administrativas y legales del Gobierno aluden expresamente
al propósito de la democratización de las comunicaciones. Pero al analizar la
verdadera racionalidad de la ley o materialización de la misma, artículo por
artículo, se descubre al lobo bajo “la caperucita roja”. Normas que, de hecho,
en su aplicación, limitan, restringen, censuran, criminalizan, niegan garantías
constitucionales a la libertad de expresión y al derecho a la información de
los venezolanos.
El desempeño del Gobierno, con funcionarios
con muy disminuida entidad propia, y en particular cargando con el talante
autocrático y narcisista del presidente Chávez, no permite vislumbrar días
luminosos en la comunicación en Venezuela. Presiones directas o indirectas
dirigidas a silenciar la labor informativa de los comunicadores sociales, la
utilización del poder del Estado y los recursos de la hacienda pública para
proselitismo político y culto a la personalidad del Presidente; la asignación
arbitraria y discriminatoria de propaganda oficial; el otorgamiento de
frecuencias de radio y televisión, con el objetivo de presionar y castigar o
premiar y privilegiar a los comunicadores sociales y a los medios de
comunicación en función de sus líneas editoriales e informativas.
Ya tenemos un primer y grosero ejemplo. El
recién nombrado ministro de Comunicación estrenándose en funciones en el foro
“Comunicación y revolución” anunció para los días siguientes, antesala de las
elecciones regionales, a manera de demostración de los grandes logros del
ministro saliente en materia tecnológica y de infraestructura, la puesta al
servicio del partido del gobierno de tales recursos y formas antidemocráticas
de gobernar. ¿Medios públicos? Sin duda alguna, más allá de simples cambios de
nombres, parece que entramos en un denso y sostenido proceso cuyo fin es el
secuestro de los medios de los venezolanos en favor de un proyecto político.
@olucien
Oscar Lucien es miembro de Ciudadanía Activa
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