José Rafael López Padrino 25 de noviembre de 2012
La estadolatría como expresión de
dominación eterna ha estado presente en los regímenes imperantes en la Alemania
nazi de Hitler, en la Italia fascista de Mussolini, así como en los Estatismos
burocráticos y despóticos que tanto han desnaturalizado y desacreditado al
socialismo como proyecto liberador y humanista. El socialfascismo bolivariano del
siglo XXI constituye una versión tropical de esa estadolatría adúltera, la cual
promueve una veneración supersticiosa y fanática de un Estado opresor y
omnipotente que al esta servicio del comandante-presidente.
Animado
por su gula estatólatra y por su precariedad teórico-ideológica el
socialfascismo bolivariano ahora impulsa el “Estado Comunal”, como forma de
democracia socialista. Estado Comunal, que per se, constituye una contradicción
a la luz de las ideas originarias del viejo Marx, quien siempre se opuso
fuertemente a cualquier forma de estadolatría. Resulta un contrasentido hablar
de un “socialismo” que promueve la sacralización de la figura Estado, figura la
cual Marx siempre aborreció por considerarlo como un aparato coercitivo y
opresor. Marx en su respuesta a la “Filosofía de la Miseria” del señor Proudhon
(1847), indicó claramente que con la implantación del socialismo
revolucionario, se liquidaría el fetichismo estatizante y el viejo Estado sería
reemplazado por uno que desarrollaría su propia disolución (sich auflöst).
Por lo tanto es imposible edificar un proyecto socialista participativo,
democrático y revolucionario bajo la brújula de un “estatismo asfixiante”. Es
importante resaltar que el antiestatismo de Marx no tiene nada que ver con el pseudoantiestatismo
neoliberal que no cuestiona al Estado como instrumento represor en el marco de
un estrecho horizonte burgués.
La imposición del antidemocrático
Poder Comunal bolivariano, no conlleva a la liquidación del capitalismo, ni a
la construcción del socialismo, ni mucho menos un poder popular autónomo. Se
trata de un fraude ideológico que dará vida a un régimen centralista,
explotador, despótico y militarista.
Estamos en presencia de un proyecto
reaccionario, que le rinde culto al Estado, que impulsa un Capitalismo de
Estado (“burguesía de estado”), y que se apuntala en un
militarismo-autoritario, todo en nombre de la revolución. Un falso socialismo
que le confisca las aspiraciones de emancipación a los más humildes y a los
trabajadores, que impone el terror frente a la diferencia ideológica, y que
promueve un pensamiento domesticado y sumiso al poder.
La
neoestadolatría bolivariana persigue encadenar y conculcar el sentimiento
critico del individuo en lugar de desarrollar mayores espacios de libertad y
liberación. Desean convertir al país en un enorme cuartel, establecer una
dictadura encubierta, en vez de profundizar la democracia. La visión antiestatista
del pensamiento marxista contrasta con la estadolatría impulsada por el
socialfascismo bolivariano.
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