Es con el corazón apesadumbrado que les escribo hoy.
Gaza está ardiendo. La frontera con Israel está bajo fuego. Niños en ambos
lados de la frontera están aterrorizados, traumatizados, heridos en cuerpo y
alma. ¡Valiosas vidas se pierden a cada instante! ¡Corre la sangre! ¡Abundan el
dolor y las lágrimas!
Por Joan Manuel Serrat,
22/11/2012
Sentado en mitad de la noche en mi hogar catalán
junto al mar. Ese mar que es nuestro, el Mediterráneo, nuestra cultura, el de
nuestro pueblo andariego, el de los sin hogar, los nostálgicos, los
constructores, los sobrevivientes.
Nuestros sueños son como las olas, y dialogan con
la luna y las estrellas sobre la eternidad.
Desde ese fatídico día de 1995 cuando asesinaron a
Rabin, dediqué gran parte de mi vida pública a cantar y a hablar por la paz
entre judíos y palestinos.
Vi el proceso de paz levantarse y caer como los
senos de una mujer respirando durante la noche.
Vi muchas oportunidades desperdiciadas.
Lamentablemente mucha obstinación, ignorancia y
estrechez de miradas se cruzaron por el camino.
Un absurdo orgullo pisoteó numerosas esperanzas.
Canté y hablé. A veces discutí y abracé a extraños.
Muchas veces me conmoví hasta las lágrimas e hice
los amigos más inesperados. Amigos por quienes cruzaría fronteras bajo fuego
para darles protección.
Y hoy yo digo esto: tenemos un enemigo común, un
enemigo terrible, y tenemos que unirnos para vencerlo.
Ese enemigo es el fanatismo, amigos míos.
Ese enemigo es el extremismo en todas sus grotescas
manifestaciones.
Ese enemigo está encarnado por todos aquellos que
colocan a Dios por encima de la vida, que pretenden que Dios es su espada y su
escudo y que combaten por él.
Todos ellos son víctimas de un horrible fanatismo.
Yo a menudo hablé contra el fanatismo en mi país,
porque lo considero detestable.
Muchas veces arriesgué mi carrera y mi bienestar en
esa lucha. Ahora veo el horrible rostro del fanatismo, veo sangre en sus manos
y conozco uno de sus muchos nombres: Hamás.
Ustedes conocen a este terrible monstruo. Saben que
viola a vuestras mujeres y envilece a las inocentes mentes infantiles.
Ustedes saben que educa para el odio y la muerte.
Ustedes saben que es chauvinista y violento, codicioso y egoísta, y que se
nutre de vuestra sangre mientras evoca el nombre de Alá en vano, se oculta como
un ladrón y utiliza a inocentes como escudos humanos, utiliza mezquitas como
arsenales, miente y estafa, y los usa a ustedes como rehenes.
¡Yo sé que eso es verdad y que ustedes lo saben!
Pero no pueden hablar por miedo. Pero yo sí puedo hablar.
Tengo el privilegio de vivir en una democracia
donde las mujeres no son objetos, sino ministros, donde un cantante puede decir
lo que se le antoja.
Yo sé que ustedes no tienen ese privilegio (pero
estoy seguro de que algún día lo alcanzarán, inshalla).
Yo sé que ustedes están hartos de ser mantenidos
como rehenes por ese demonio, esa terrible bestia, que está en Gaza, pero
también está en Irak, en Afganistán y en todas partes.
¡Pero ustedes son un pueblo destinado a florecer en
paz! ¡Su majestuosa historia ofrece abundantes testimonios de creatividad en la
literatura, la ciencia, la música!
A veces los veo en las calles, haciendo
manifestaciones de apoyo a los monstruos, gritando muerte a los judíos, muerte
a Israel.
Pero yo no les creo.
¡Sé dónde está vuestro corazón!
Está donde está el mío, con mis hijos, con la
tierra, con el cielo, con la música, con la esperanza.
Yo sé que en el fondo de vuestros corazones ustedes
desean la derrota de la bestia llamada Hamas que los ha aterrorizado y
asesinado, que ha convertido a Gaza en un estercolero de pobreza, enfermedad y
miseria, y los ha sacrificado en su sangrienta locura de orgullo y codicia.
Mis hermanos, lloro por ustedes y también por
nosotros.
Lloro por mis compatriotas que sufren por las
bombas de ETA arrojadas en todas partes.
Lloro por los soldados secuestrados y muertos, por
las familias enlutadas, por la inocencia perdida para siempre.
Pero lloro especialmente por ustedes porque conozco
vuestro sufrimiento.
Sólo espero que Israel pueda hacer la tarea que
debe ser hecha y finalmente logre librarlos de este cáncer de fanatismo llamado
Hamás.
Y espero que un resto de compasión aún exista en
sus corazones para que dejen de usarlos a ustedes y sus hijos como escudos
humanos.
Y quizás tengan una oportunidad de caminar despacio
el uno hacia el otro y daros tímidamente las manos, miraos en los ojos llenos
de lágrimas y deciros con voz ahogada: “Shalom, Salam. Ya basta. Ya basta,
hermano mío”.
¿Quieres un café? Quédate un poco, hablemos,
conocemos las palabras y las canciones y sabemos cuál es el camino.
Shalom. Salam. Con un corazón quebrado que aún
añora el amor.
Vuestro amigo, J.M.Serrat.
Publicado por:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico