Diego Bautista Urbaneja el
Jul 4th, 2013
El mundo universitario sabe que el objetivo de control
político es el objetivo de fondo
Estamos ante un gobierno debilitado en
su base política, a la defensiva en el terreno económico y social, y que ha
perdido la guía y el criterio de acción que lo orientó durante catorce años.
Empujado sin embargo como por un
impulso inercial, trata de retomar la ofensiva en los terrenos en los que
siente que tiene posibilidades de lograr ampliar su poder. Son dos los campos
en los que así trata de avanzar, bien visibles por cierto en el actual
acontecer del país.
Medios de comunicación
Uno de ellos es el de los medios de
comunicación. Las recientes operaciones de compra de medios de comunicación
apuntan, si no tal vez a cercenar de un todo, sí a estrechar los canales de
comunicación masiva que conecten a la oposición política con la población. Ello
por cierto que debe ser un punto de atención específica para la unidad
opositora: cómo compensar, mediante formas de comunicación más localizadas y
más numerosas, la pérdida o disminución de los canales de comunicación masiva
con los que se había acostumbrado a contar. Si logra el reemplazo, en verdad
que no le vendría nada mal el cambio.
Pero nuestro tema de hoy es el tema
universitario. Allí se está librando hoy por hoy una gran batalla democrática.
Las universidades han salido en defensa de la universidad autónoma, plural y
democrática. Todos los sectores universitarios tienen que tener muy claro que
lo que está en juego es la desaparición del concepto de universidad autónoma y
plural, para ser reemplazado por el control político de la totalidad de las
universidades venezolanas por parte del Gobierno.
Elemento económico
Hay ciertamente un elemento económico
implicado en la crisis universitaria. Todo el país sabe ya la situación
insostenible a la que han llegado los sueldos y salarios de profesores,
empleados y trabajadores. Escudándose en esa situación, el Gobierno ha querido
esconder su intención política detrás de unas mejoras económicas, que sabe que
el personal universitario necesita con urgencia. Ha preparado así un tal
convenio colectivo, “negociado” con entes gremiales y sindicales oficialistas,
que no representan sino a una ínfima minoría de los profesores, empleados y
trabajadores. Encierra tal documento la desaparición de la pluralidad
ideológica, de la especificidad de los intereses de profesores, trabajadores y
empleados, de la autonomía de la relación laboral de quienes trabajan en las
universidades con su respectiva universidad. Un solo ente agruparía a todo el
que labore en la universidad, un solo patrón – el ministerio – manejaría la
relación laboral, una sola ideología orientaría la docencia y la investigación,
que habrían de estar enmarcadas en el socialismo y tener como fin la
construcción del hombre nuevo, y pare usted de contar.
Control político
Pero todo eso, como he dicho, queda
oculto bajo unas mejoras salariales que se proclaman a los cuatro vientos.
“Pero, ¿qué más quieren, si les hemos subido el cien por ciento?”. No vamos a
discutir en este momento si ese aumento es de esa magnitud real, cosa muy
discutible. Porque lo que justamente importa es lo que está debajo de ese
aumento, sea él cual sea. Eso es lo que tiene en pie de lucha a las
universidades y lo que continuará teniéndolas. El mundo universitario sabe que
el objetivo de control político es el objetivo de fondo de la política
gubernamental.
Hay allí ciertamente una batalla que
dar por la opinión pública. El mundo universitario y la ciudadanía que
comprenda los verdaderos términos del problema, tienen que seguir explicando
incansablemente al resto del país por qué las universidades autónomas no pueden
aceptar lo que el Gobierno les ofrece, de la manera en que se los ofrece. Dada
la forma en que el Gobierno ha planteado las cosas, es mucho más que un mejor
salario lo que está en juego.
Corresponde al conjunto de las fuerzas
universitarias decidir cómo mantener su lucha. Tal vez tenga ésta sus
altibajos. Pero no podemos perder de vista lo que busca el Gobierno y lo
muchísimo que está en juego para la vida universitaria y, por ende, para el
país.
El Gobierno sabe muy bien lo que tiene
que hacer. Sentarse a conversar con quien tiene que hacerlo, con los verdaderos
representantes del mundo universitario, en sus diversas facetas. Nadie es loco
y nadie va a aspirar en esas conversaciones a lo imposible. Pero la universidad
sabe muy bien lo que no puede negociar ni entregar, so pena de desaparecer.
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