JEAN MANINAT viernes 5 de
julio de 2013
@jeanmaninat
Henos aquí de nuevo ante la ya manida
disyuntiva: si tenemos en nuestra contra al CNE, si está comprobada la absoluta
falta de pudor del régimen a la hora de poner la maquinaria del Estado a su
servicio en los procesos electorales, ¿tiene sentido participar en las
elecciones municipales de diciembre?
La pregunta no deja de tener su lógica, está, digamos, formulada adecuadamente y se sustenta sobre una preocupación legítima de quienes han resistido por catorce años los desmanes del desvarío chavista en el país. Sólo que algunos de los que alimentan con ahínco la interrogante lo hacen más por acentuar la duda que por obtener la respuesta. Les interesa tensionar la zozobra en el ánimo de la gente, que se expanda una tenue capa de suspicacia sobre los voceros más connotados de la oposición, mientras ponen cara de yo no fui y repiten: "Sólo me interesa mi país", para insinuar, pisando pasito, que a los otros actores políticos los animan intereses subalternos.
Son los maestros del serrucho de oro. Refinado instrumento para intentar carcomer liderazgos y limar reputaciones. Chacarrachaca va y viene la hoja, despacito, quedito, como quien no quiere la cosa, pero persistente en el empeño de serrucharle las extremidades a todo el que los haya aventajado en la disciplina de actuar acertadamente y con éxito en política. Chacarrachaca y va cayendo el aserrín de un prestigio bien ganado a punta de esfuerzo.
Con su escepticismo perpetuo, blindado a todo giro o afinamiento de política que realice digamos Capriles o la MUD, pretenden cultivar un liderazgo que les ha sido negado reiteradamente. Dejan caer una gotita de cianuro aquí, un dardito con curare allá: ¡Yo no hubiera abandonado la impugnación! ¡Quieren pasar la página! Pero no dicen claramente quién sí habría abandonado la denuncia, o quién habría arrancado la página del reclamo electoral. Tienen además una especial predilección por el uso del yo, más bien de un YO sonoro, rotundo, casi un rascacielos, que se congestiona en el tórax, se trepa al cerebro y desciende hasta la bóveda bucal para salir disparado hacia el universo: "YO sólo me preocupo por mi país, todo lo demás es irrelevante".
"Todo lo demás" es, nada menos y nada más, que dar una respuesta clara y precisa acerca de si llamarán a votar o no en las elecciones municipales de diciembre próximo. Se escudan tras de la impugnación, se empinan sobre una supuesta actitud de supremacía moral, para escurrirle el bulto a la responsabilidad histórica -me perdonan el retruécano épico- de llamar una vez más a la oposición a participar en un certamen en condiciones desiguales y con un árbitro parcializado, para poder seguir avanzando y ganando espacios.
Esa es la inmensa diferencia en la estatura política del serrucho de oro, en sus diversas manifestaciones, con Henrique Capriles quien con coraje asumió el riesgo de dirigir la campaña de las municipales. Esa es la diferencia con los dirigentes de la MUD quienes han llamado a votar sin ambigüedades en las municipales, sin desistir en ningún momento de denunciar las irregularidades electorales y el ventajismo oficial.
A pesar de las diferencias que existen en la Mesa de la Unidad -en algún momento habrá que reconocer la labor de Ramón Guillermo Aveledo por armonizar lo armonizable- es mucho lo que se ha avanzado para situar a la alternativa democrática en el lugar de fuerza que tiene hoy día. Es un logro de todos, pero sobre todo de la gente de oposición, que a través de cada proceso electoral se ha ido curtiendo, ha adquirido vocería y ha obtenido triunfos en nada desdeñables. Por eso es tan lamentable y mezquino querer dividir a la oposición con la tontita vanidad de querer extender el cuarto de hora de gloria televisiva que una vez se tuvo.
Chacarrachaca, chacarrachaca, va y viene el serrucho de oro mientras en el suelo se deposita el aserrín moral de quien lo maneja.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/130705/el-serrucho-de-oro#.UdcrTQZeRw8.twitter
La pregunta no deja de tener su lógica, está, digamos, formulada adecuadamente y se sustenta sobre una preocupación legítima de quienes han resistido por catorce años los desmanes del desvarío chavista en el país. Sólo que algunos de los que alimentan con ahínco la interrogante lo hacen más por acentuar la duda que por obtener la respuesta. Les interesa tensionar la zozobra en el ánimo de la gente, que se expanda una tenue capa de suspicacia sobre los voceros más connotados de la oposición, mientras ponen cara de yo no fui y repiten: "Sólo me interesa mi país", para insinuar, pisando pasito, que a los otros actores políticos los animan intereses subalternos.
Son los maestros del serrucho de oro. Refinado instrumento para intentar carcomer liderazgos y limar reputaciones. Chacarrachaca va y viene la hoja, despacito, quedito, como quien no quiere la cosa, pero persistente en el empeño de serrucharle las extremidades a todo el que los haya aventajado en la disciplina de actuar acertadamente y con éxito en política. Chacarrachaca y va cayendo el aserrín de un prestigio bien ganado a punta de esfuerzo.
Con su escepticismo perpetuo, blindado a todo giro o afinamiento de política que realice digamos Capriles o la MUD, pretenden cultivar un liderazgo que les ha sido negado reiteradamente. Dejan caer una gotita de cianuro aquí, un dardito con curare allá: ¡Yo no hubiera abandonado la impugnación! ¡Quieren pasar la página! Pero no dicen claramente quién sí habría abandonado la denuncia, o quién habría arrancado la página del reclamo electoral. Tienen además una especial predilección por el uso del yo, más bien de un YO sonoro, rotundo, casi un rascacielos, que se congestiona en el tórax, se trepa al cerebro y desciende hasta la bóveda bucal para salir disparado hacia el universo: "YO sólo me preocupo por mi país, todo lo demás es irrelevante".
"Todo lo demás" es, nada menos y nada más, que dar una respuesta clara y precisa acerca de si llamarán a votar o no en las elecciones municipales de diciembre próximo. Se escudan tras de la impugnación, se empinan sobre una supuesta actitud de supremacía moral, para escurrirle el bulto a la responsabilidad histórica -me perdonan el retruécano épico- de llamar una vez más a la oposición a participar en un certamen en condiciones desiguales y con un árbitro parcializado, para poder seguir avanzando y ganando espacios.
Esa es la inmensa diferencia en la estatura política del serrucho de oro, en sus diversas manifestaciones, con Henrique Capriles quien con coraje asumió el riesgo de dirigir la campaña de las municipales. Esa es la diferencia con los dirigentes de la MUD quienes han llamado a votar sin ambigüedades en las municipales, sin desistir en ningún momento de denunciar las irregularidades electorales y el ventajismo oficial.
A pesar de las diferencias que existen en la Mesa de la Unidad -en algún momento habrá que reconocer la labor de Ramón Guillermo Aveledo por armonizar lo armonizable- es mucho lo que se ha avanzado para situar a la alternativa democrática en el lugar de fuerza que tiene hoy día. Es un logro de todos, pero sobre todo de la gente de oposición, que a través de cada proceso electoral se ha ido curtiendo, ha adquirido vocería y ha obtenido triunfos en nada desdeñables. Por eso es tan lamentable y mezquino querer dividir a la oposición con la tontita vanidad de querer extender el cuarto de hora de gloria televisiva que una vez se tuvo.
Chacarrachaca, chacarrachaca, va y viene el serrucho de oro mientras en el suelo se deposita el aserrín moral de quien lo maneja.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/130705/el-serrucho-de-oro#.UdcrTQZeRw8.twitter
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