FÉLIX PALAZZI* sábado 5 de octubre de 2013
Doctor en Teología Dogmática
@felixpalazzi
Tolerancia, resignación, perdón,
olvido, indiferencia, resistencia... son, todas ellas, palabras que se
entrecruzan fácilmente en el reino de la arbitrariedad. Cuando no pensamos los
conceptos que usamos, corremos el riesgo de extraviarnos en la relatividad de
sus significados. Una de nuestras grandes dificultades radica en aceptar que
todo pensamiento implica repensarnos a nosotros mismos y a la realidad que nos
circunda. Sin embargo, pareciera que la salida más fácil fuese una ideología,
con su proliferación de ideas o consignas repetidas, mas no pensadas ni
asumidas, imposibilitando el encuentro, relativizando la realidad y lo
verdadero. En fin, desvirtuando lo real.
La tolerancia es, para muchos, una
palabra tan repudiada como la resignación, ¿qué sentido puede tener hablar de
tolerancia a una madre o a un padre que han perdido a su hijo por la violencia?
¿Podemos tolerar el hecho de vivir con violencia? ¿No será esto la forma más
clara de resignación y claudicación? Si las madres de los hijos asesinados
salieran a una plaza, sencillamente no hubiese plaza que pudiese albergarlas.
Si comparamos la nefasta cifra de los asesinados en un año en nuestro país,
casi alcanza a los asesinados o desaparecidos en los siete años que duró la
dictadura argentina. Aquí no hay plaza ni mes de mayo, porque no hay lugar ni
fecha en la que la violencia termine.
Tolerar no es olvidar o ignorar. Mucho
menos es reducir a una persona a una cifra. Tampoco es resignarse. Antes bien,
es sacar del olvido y de las sombras a los rostros concretos sin los cuales no
podemos reconocer nuestra propia realidad. Es luchar por la justicia y hacer
que ella sea una realidad para todos. Ello se traduce en que la vida sea
posible, y tenga espacio en todos los niveles y a cada momento.
La justicia debe custodiar y proteger
la vida, porque sin vida no hay justicia. La tolerancia se ha de dar en el
marco de la justicia o no es tolerancia sino resignación, engaño, indiferencia
o ignorancia. Primero se debe reconocer la existencia del otro porque la
verdadera tolerancia protege la vida y la hace posible. Este sentido concreto
de la tolerancia es el que debemos construir como discurso paralelo al de la
violencia, el odio y la exclusión. Solo así podremos recrear activamente todos
los espacios que compartimos.
Ante los hechos de violencia cada vez
más crecientes y evidentes, la reacción no puede ser la indolencia o el
acostumbrarnos a la muerte. Al contrario, ha de ser la indignación, el espanto,
el horror frente a lo que sucede, para poder reencontrarnos con los rostros de
tantos que son sometidos a la injusticia. Cuando la tolerancia nace de la
indignación nos impulsa a apostar y apoyar los esfuerzos en pro de la justicia
y la reconciliación. Si la voz de la violencia pretende recluirnos en nosotros
mismos, la voz de la paz y la justicia ha de impulsarnos a salir al encuentro
del otro.
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