VLADIMIRO MUJICA 31 de octubre de 2013
La única mercancía de
valor que va quedando en Venezuela, aparte del petróleo, es el dólar. Las
políticas oficialistas han arruinado prácticamente a toda la economía en manos
privadas. Usamos parte importante de nuestro tiempo en transitar una microexistencia
de pequeñas miserias
Debo a una conversación con mi hermano
Felipe la inspiración para este artículo. A mitad de camino entre el cinismo y
la más grave preocupación por la suerte de Venezuela, comentábamos los dos
sobre el "rebusque" universal en que se ha convertido la vida de los
venezolanos.
Desde el oficio de los bachaqueros,
compradores de mercancías subsidiadas por el Estado y revendedores de las
mismas con astronómicas ganancias, hasta la búsqueda de insumos inexistentes en
clínicas y hospitales para complejas operaciones quirúrgicas a familiares queridos,
pasando por la cacería de leche, harina Pan o papel sanitario. Los venezolanos
usamos una parte importante de nuestro tiempo en transitar una micro-existencia
de pequeñas miserias que consumen sin misericordia nuestro espacio vital.
En la descripción del Infierno en la
Divina Comedia, Dante nos ofrece la imagen de los nueve círculos. Resulta
irresistiblemente tentadora la comparación del extendido estado de corrupción
que impera en Venezuela y la visión de Dante. En el primer círculo se
encuentran los peces gordos de la oligarquía chavista, dueños y señores de los
recursos y las instituciones del país y por cuyas manos pasan todas las
decisiones importantes.
En el segundo círculo se encuentran
todos los beneficiarios del poder económico no necesariamente conectados
directamente con el poder político del círculo primario, incluyendo
probablemente gente cercana al boyante negocio del narcotráfico. En el tercero
muchos empresarios de dudosa moral, importadores de toda suerte de mercancía y
funcionarios de menor calibre que se benefician del entramado de conexiones.
Así seguimos avanzando, transitando a
través de una conspicua y opaca alianza cívico-militar que se ha ido apoderando
de todos los hilos del país hasta llegar a los grandes círculos externos de la
corrupción donde se encuentran millones de venezolanos que o se benefician
directamente de esquemas profundamente perversos de dádivas que sustituyen el
trabajo o participan en alguno de los esquemas de "rebusque".
Claro está que sería injusto extender
una acusación generalizada porque sin duda existe gente honrada en las filas de
la revolución, pero las evidencias son demasiado claras sobre lo extendido de
la corrupción en el país. Si hicieran falta argumentos me remito a la intervención
del propio presidente Maduro en la Asamblea Nacional.
Por supuesto que los círculos
exteriores de corrupción son intrínsecamente diferentes a los círculos
internos. En los primeros se participa en buena medida por necesidad mientras
que a los segundos se llega por convicción y oportunidad.
Cortesía de la estupenda revista El
desafío de la historia, cuyo editor jefe es Asdrúbal Baptista, me encuentro con
una cita a una pieza teatral del dramaturgo Nicanor Bolet Peraza. En la comedia
titulada A falta de pan, buenas son tortas, cuyo estreno ocurrió en 1873,
afirma uno de los personajes: "Un cargo gubernamental no es para servir,
sino para servirse. No importa si no se está capacitado para su desempeño, lo
que importa es tenerlo y que los demás lo sepan. Se es oficialista u opositor,
no por ideas, sino si obtengo alguna ventaja, algún beneficio, de quienes están
en el poder.
El desempeño de una función
gubernamental debe aprovecharse para el propio enriquecimiento. Si tengo dinero
soy un `don’, un `señor’, un vivo. Si no salgo millonario del cargo soy un
pendejo". Creo que no hace falta añadir nada a la insólita reflexión,
salvo que los 15 años de revolución no han hecho nada para corregir el estado
de cosas que Bolet Peraza comentaba por boca de su pícaro personaje hace más de
100 años. No hay "hombre nuevo" sólo "nuevos hombres" al
frente de la oligarquía.
La única mercancía de valor que va
quedando en Venezuela, aparte del petróleo, es el dólar. Las políticas
oficialistas han arruinado prácticamente a toda la economía en manos privadas,
salvo contadísimas excepciones como Empresas Polar, y todo el conjunto de
empresas propiedad del Estado está en condiciones comatosas.
El resultado es que el lubricante de
la corrupción que se extiende a lo largo y ancho de los círculos concéntricos
que van del centro del poder al ciudadano medio es la moneda del imperio y las
astronómicas ganancias que se pueden hacer gracias al inmenso e innombrable
diferencial cambiario. Como en el tema de la violencia, no nombrar a los
muertos acaba con la delincuencia del mismo modo que no mencionar al mercado
negro o la cotización del dólar en el mismo, decreta que este no exista. La
realidad a la medida en que el gobierno pretende mantener a los venezolanos.
Más allá de la ruina material que la
incontrolable corrupción le inflige al país, está la ruina moral y espiritual.
El "rebusque" le roba la fuerza vital al país y obliga al ciudadano
común a participar en un esquema corrompido cuya piedra angular es la
prevaricación.
En el camino se ven afectadas la
cultura, la ciencia, en fin, toda la actividad creativa de la nación que sufre
los embates del agravio a la vida que significa estar atento permanentemente a
la supervivencia. Resulta pues imposible que el gobierno desmantele la corrupción,
porque la misma es consustancial a su forma de gobernar. La habilitante es
solamente un mecanismo más para el control de la sociedad, nunca para acabar
con el hilo vital del poder.
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