FERNANDO RODRÍGUEZ 07 de noviembre de 2013
La negación de los
derechos electorales. Cuando Maduro decreta el 8 de diciembre,"día de la
lealtad y el amor a Chávez, exhorta a la realización de actos públicos, incluso
institucionales. Semejante barbaridad y abuso contra la esencia misma del acto
electoral sólo se explica por la extrema desesperación ante una derrota de
imprevisibles consecuencias
En pasados editoriales hemos señalado
el grado de obscenidad a que Maduro ha llevado su simbiosis con Hugo Chávez.
Sobre esto no hay que insistir, basta oírlo en cualquier ocasión y contar las
veces que lo evoca para tener una idea de la desmesura del fenómeno.
Sin duda que hay mucho de Maduro en
ese culto, sobre todo el tono meloso y cursi sin límites, pero también hay un
frío cálculo político.
Las encuestas demuestran que la
popularidad del Hijo cae en barrena, en cambio la del Padre se mantiene (entre
otras cosas porque la muerte nos hace indulgentes), lo que propicia que aquél
trate de desaparecer para que se le considere solo una encarnación del Eterno.
Y, paradojas de la historia, Chávez se
fue cuando la casa comenzaba a oler a quemado, producto de quince años de
disparates económicos, y a Maduro le ha tocado el incendio pleno.
Pero al heredero de ese infeliz
legado, incapaz de ser él mismo y sobre todo de ser un buen bombero, no le
queda sino intentar vanamente esa identificación: por mí habla y actúa mi
padre. Triste destino, muy triste.
Tampoco vale la pena extenderse sobre
ese mal, se ha escrito tanto al respecto, que es el "culto a la
personalidad", propio de todos los regímenes despóticos que tienen que
sacralizar al autócrata que monopoliza o simboliza todo poder.
Los ejemplos son innumerables, desde
el derecho divino de los reyes hasta el padrecito Stalin, la monarquía
comunista coreana o la omnisapiencia de Fidel Castro...
Pero nosotros hemos aportado a esa
fatídica tradición, no hay que menospreciarse, y diríamos que en especial la
mezcla con una religiosidad animista que da lugar a fenómenos mágico-religiosos
como las apariciones físicas del difunto.
Pero esa ofensa a la capacidad
racional de los ciudadanos se ha convertido en un arma punzo penetrante cuando
el Presidente ha decretado que el 8 de de diciembre, fecha de las elecciones
municipales, "día de la lealtad y el amor a Chávez" (sólo es el día en
que designó a Maduro sucesor) y, sobre todo, se exhorta a la realización de
actos públicos,incluso institucionales. Semejante barbaridad y abuso contra la
esencia misma del acto electoral sólo se explica por la extrema desesperación
ante una derrota de imprevisibles consecuencias.
El CNE, so pena de perder los últimos
pudores, tiene que rechazar esta monstruosidad que contraviene uno de los
principios mínimos del funcionamiento electoral, inequívocamente reglamentado,
que impide los actos políticos y la propaganda incluso antes del día electoral.
Esto, sin duda, es una provocación,
una intimidación, un desacato sin nombre. Y la MUD está obligada a actuar con
todos los hierros.
Este decreto de Maduro es un llamado a
la violencia, la utilización extrema del miedo y el ventajismo concretado en
ese aquelarre propagandístico financiado por las instituciones públicas. Esto
es tan grave que hay que repensarlo todo, todo.
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