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domingo, 22 de junio de 2014

5 grietas en la carta de Giordani

Por Willy McKey | 18 de Junio, 2014

0. Un punto de partida. ¿Por qué hacer una lectura semiológica de la carta abierta de Jorge Giordani, ahora que la semiología se ha desprestigiado hasta ser argumento legal en tribunales? Pues porque esta carta está hecha de un material endeble: memoria fragmentada. Es un texto que recuerda a conveniencia y omite para ganar verosimilitud. Pero no porque se trate de Jorge Giordani, sino porque así es como se escriben las cartas.

Una carta es un sustituto momentáneo de su autor: las cartas se envían a aquellos que no pueden comunicarse con nosotros personalmente, así que le mandamos nuestra voz para que resuene mientras quien lee nos recuerda. Incluso, es posible que el verbo correcto sea trascordar, una manera de hacer memoria que también incluye olvidar focalmente.

En estas condiciones, el orden de ilación —es decir: cómo una idea conduce a la idea siguiente— no tiene tanta validez como analizar algunas ideas aisladas, en especial aquellas que se conectan con claros referentes que pueden parecer ajenos en un texto escrito por Jorge Giordani.

Son esos vacíos de sentido los puntos más atractivos semiológicamente. Y hay cinco que quisiera comentar.

1. ¿Quién no reconoce al presidente? Quien escribe una carta como ésta suele estar motivado por un intento de salvarse a sí mismo. En el tono que predomina en la carta, abunda la fórmula del yo-lo-dije-pero-no-se-hizo. Pero este lugar de enunciación tiene una vulnerabilidad retórica: para salvarte, debes condenar al entorno.

Así, Giordani termina confesando irregularidades en las dinámicas que intenta cuestionar, pero sin reconocer su responsabilidad. En dos platos: es una delación, pero no un mea culpa. Y es por esas grietas por donde se cuela el inconsciente, que tan poco sabe de redacción.

Una frase es determinante para comprenderlo: “A la luz de estos hechos surge una clara sensación de vacío de poder en la Presidencia de la República”.

Esas líneas están en el apartado que el remitente titula como Manejo de la gestión de gobierno. Y sabemos cómo entró la expresión “vacío de poder” al glosario político venezolano: en 2002, durante el Golpe de Estado de Pedro Carmona Estanga.

Son las curiosidades de lo semiológico: resulta que esta frase en un informe presentado por los especialistas en lenguaje del PSUV, a la luz del precedente de Leopoldo López, podría convertir a Jorge Giordani en un “salidista”.

Toda carta es, también, un autorretrato.

2. ¿Esfuerzo económico con cuáles recursos? Llama poderosamente la atención que al referirse a lo que Giordani denomina “superar el desafío del 7 de octubre de 2012, así como las elecciones del 16 de diciembre” luego afirma lo siguiente:

“Se trataba de la consolidación del poder político como un objetivo esencial para la fortaleza de la revolución y para la apertura de una nueva etapa del proceso. La superación se consiguió con un gran sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso y uso de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para garantizar la sostenibilidad de la trasformación económica y social”.

¿De cuáles recursos habla Giordani? ¿Es esta carta también un disparo de ballesta contra el Consejo Nacional Electoral? ¿Cómo es que un proceso electoral se convierte en un “esfuerzo económico y financiero”, si es ilegal utilizar los fondos públicos con estos fines?

La superioridad moral suele castigar a quien la padece con la misma lengua con la que juzga al otro. En palabras más, palabras menos, lo-que-quiere-decir Giordani es que el proselitismo y las políticas puestas en marcha durante las elecciones comprometieron el Presupuesto Nacional, esa alcancía en al cual Giordani tenía tanta responsabilidad.

Toda carta es, también, una confesión.

3. El olvido de la voz propia. Giordani habla de dos frentes que lo preocupaban: el primero, “atacar la corrupción frenándola por un nuevo control de los grandes fondos del Estado”; y el segundo, “nuevos mecanismos de manejo en el gasto público que le permitieran retornar a causes sostenibles en el tiempo”.

Si bien deja ver en el CADIVI y su mecanismo asociado el SITME un “foco de corrupción”, al parecer Giordani olvida las denuncias hechas por él mismo en torno a las empresas de maletín y los más de 25.000.000.000 de dólares traspapelados en los bolsillos de una lista de empresas con nombres de socios y solicitantes que jamás se hizo pública. Se contenta con trascordar que Nicolás Maduro siguió sus consejos hasta llegar al SICAD, pero sin cumplirle el deseo de nombrarlo “la autoridad del CADIVI, para aprovechar el peso del Ministro de Planificación y Finanzas, en la instauración de un funcionamiento transparente”.

Toda carta es, también, un inventario.

4. El Cid Campeador. Las comillas, además de citar, también sirven para  poner en duda el sentido de las palabras. Una sola vez se cita el legado del presidente fallecido entre comillas: “La preservación y desarrollo del ¨legado de Chávez¨ se presenta como un patrimonio del proceso de cambio y construcción de una sociedad socialista para Venezuela, dicho legado no puede ser confiscado a nombre del propio Chávez ni pretender ser el actual Presidente su único destinatario y delegado”.

Esto debe sumarse a un fragmento del apartado titulado La crisis de salud del Presidente Chávez, Giordani afirma que durante la enfermedad —y posterior muerte— del líder de la revolución se planteó “la necesidad de construir un liderazgo político colectivo para hacerle frente a la relativa ausencia del Presidente Chávez”. pero también confiesa cuánto se quería evitar “el peligro de tratar de imitar el comportamiento del Comandante Chávez en cuanto a la política comunicacional, el desconocimiento del hecho económico sobrepuesto a la voluntad política, las decisiones inconsultas con el equipo económico financiero que tendían a crear un nuevo estilo de gobierno, la injerencia de una asesoría francesa que nada tenía que ver con la situación que vivía el país”.

Nos mintieron durante los últimos días de la enfermedad del presidente. A todos. Eso es parte de lo que dice esta carta en su reverso.

Además, el rumor aquel de “los asesores franceses” que tanto asustaba en los rincones se confirma en la voz de un testigo de excepción. Y Giordani vuelve a evidenciar su obsesión cambiaria en las subastas de dólares justo antes de llegar al llegadero: “la delegación de la responsabilidad de lo económico antes de la fecha de las elecciones del 14 de abril luego del lamentable fallecimiento del Presidente Chávez el 5 de marzo de 2013″.

En retórica, lo que se deja al final es lo que quien habla desea poner delante de nuestros ojos. Las elecciones del 14 de abril se presentan, según lo acá dicho, como el dead-line de la revolución y el cuerpo del rey muerto atado a un caballo para ganar la última batalla que resistiría su imagen.

Hoy los soldados que lo ataron pasan a retiro.

Toda carta es, también, una biografía.

5. Ensayo sobre una lucidez ciega. Giordani decide salir su ejercicio epistolar por una puerta intelectual. Lo hace luego de una retahíla de documentos perdidos. Todos proyectos y promesas incumplidas, ninguno aval o prueba. Giordani le grita a un destinatario que no existe que él hizo su trabajo, que dejó la receta, que si no lo hacen él quiso. Quiso, pero no pudo. La preñez eterna de las buenas intenciones. Es ahí cuando a quien dejan fuera del Gabinete Ejecutivo de la revolución se le ocurre que el umbral de su salida de emergencia puede ser la obra de José Saramago.

Pero antes perfila su épica mínima. La dictadura de “Chapita” Trujillo. Un campo de concentración en Francia. La Brigada Internacional Garibaldi y la República Española. Una hilera de banderas enormes termina en una fila de visitantes al penal de Yare, esperando ver a unos presos que alguna vez fueron indultados. De ahí un salto hasta el duelo. Y la frase de Saramago: “Mientras más viejo más libre. Y mientras más libre más radical¨. Como si en medio no hubiera pasado nada.

Incluso los más ateos del comunismo ortodoxo pertenecen a esta tradición judeocristiana de la culpa. Y aquí está el olvido jugando contra la culpa. Ni una responsabilidad admitida. Esa gaveta está vacía. Si de aquí en adelante no les va bien es porque no me hicieron caso. Eso es lo que dice esta carta. Y el problema es que una carta es el sustituto momentáneo de su autor, pero nunca logra suplirlo ni exculparlo. El remitente y las consecuencias de sus actos quedan intactos en el lugar donde escribe, sin importar cuánto se redacte en dirección contraria.

Hay dos ficciones de Saramago que Giordani parece trascordar en esta carta: la ceguera contagiosa y los votos en blanco ganando unas elecciones imposibles. Y olvidándolas se cierra todas las salidas poéticas.

Toda carta es, también, un fracaso.


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