Por Willy McKey | 18 de Junio, 2014
0. Un punto de partida. ¿Por qué hacer
una lectura semiológica de la carta abierta de Jorge Giordani, ahora que la
semiología se ha desprestigiado hasta ser argumento legal en tribunales? Pues
porque esta carta está hecha de un material endeble: memoria fragmentada. Es un
texto que recuerda a conveniencia y omite para ganar verosimilitud. Pero no
porque se trate de Jorge Giordani, sino porque así es como se escriben las
cartas.
Una carta es un sustituto momentáneo
de su autor: las cartas se envían a aquellos que no pueden comunicarse con
nosotros personalmente, así que le mandamos nuestra voz para que resuene
mientras quien lee nos recuerda. Incluso, es posible que el verbo correcto sea
trascordar, una manera de hacer memoria que también incluye olvidar focalmente.
En estas condiciones, el orden de
ilación —es decir: cómo una idea conduce a la idea siguiente— no tiene tanta
validez como analizar algunas ideas aisladas, en especial aquellas que se
conectan con claros referentes que pueden parecer ajenos en un texto escrito
por Jorge Giordani.
Son esos vacíos de sentido los puntos
más atractivos semiológicamente. Y hay cinco que quisiera comentar.
1. ¿Quién no reconoce al presidente?
Quien escribe una carta como ésta suele estar motivado por un intento de
salvarse a sí mismo. En el tono que predomina en la carta, abunda la fórmula
del yo-lo-dije-pero-no-se-hizo. Pero este lugar de enunciación tiene una
vulnerabilidad retórica: para salvarte, debes condenar al entorno.
Así, Giordani termina confesando
irregularidades en las dinámicas que intenta cuestionar, pero sin reconocer su
responsabilidad. En dos platos: es una delación, pero no un mea culpa. Y es por
esas grietas por donde se cuela el inconsciente, que tan poco sabe de
redacción.
Una frase es determinante para
comprenderlo: “A la luz de estos hechos surge una clara sensación de vacío de
poder en la Presidencia de la República”.
Esas líneas están en el apartado que
el remitente titula como Manejo de la gestión de gobierno. Y sabemos cómo entró
la expresión “vacío de poder” al glosario político venezolano: en 2002, durante
el Golpe de Estado de Pedro Carmona Estanga.
Son las curiosidades de lo
semiológico: resulta que esta frase en un informe presentado por los
especialistas en lenguaje del PSUV, a la luz del precedente de Leopoldo López,
podría convertir a Jorge Giordani en un “salidista”.
Toda carta es, también, un
autorretrato.
2. ¿Esfuerzo económico con cuáles
recursos? Llama poderosamente la atención que al referirse a lo que Giordani
denomina “superar el desafío del 7 de octubre de 2012, así como las elecciones
del 16 de diciembre” luego afirma lo siguiente:
“Se trataba de la consolidación del
poder político como un objetivo esencial para la fortaleza de la revolución y
para la apertura de una nueva etapa del proceso. La superación se consiguió con
un gran sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso
y uso de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para
garantizar la sostenibilidad de la trasformación económica y social”.
¿De cuáles recursos habla Giordani?
¿Es esta carta también un disparo de ballesta contra el Consejo Nacional
Electoral? ¿Cómo es que un proceso electoral se convierte en un “esfuerzo
económico y financiero”, si es ilegal utilizar los fondos públicos con estos
fines?
La superioridad moral suele castigar a
quien la padece con la misma lengua con la que juzga al otro. En palabras más,
palabras menos, lo-que-quiere-decir Giordani es que el proselitismo y las
políticas puestas en marcha durante las elecciones comprometieron el
Presupuesto Nacional, esa alcancía en al cual Giordani tenía tanta
responsabilidad.
Toda carta es, también, una confesión.
3. El olvido de la voz propia.
Giordani habla de dos frentes que lo preocupaban: el primero, “atacar la
corrupción frenándola por un nuevo control de los grandes fondos del Estado”; y
el segundo, “nuevos mecanismos de manejo en el gasto público que le permitieran
retornar a causes sostenibles en el tiempo”.
Si bien deja ver en el CADIVI y su
mecanismo asociado el SITME un “foco de corrupción”, al parecer Giordani olvida
las denuncias hechas por él mismo en torno a las empresas de maletín y los más
de 25.000.000.000 de dólares traspapelados en los bolsillos de una lista de
empresas con nombres de socios y solicitantes que jamás se hizo pública. Se
contenta con trascordar que Nicolás Maduro siguió sus consejos hasta llegar al
SICAD, pero sin cumplirle el deseo de nombrarlo “la autoridad del CADIVI, para
aprovechar el peso del Ministro de Planificación y Finanzas, en la instauración
de un funcionamiento transparente”.
Toda carta es, también, un inventario.
4. El Cid Campeador. Las comillas,
además de citar, también sirven para
poner en duda el sentido de las palabras. Una sola vez se cita el legado
del presidente fallecido entre comillas: “La preservación y desarrollo del
¨legado de Chávez¨ se presenta como un patrimonio del proceso de cambio y
construcción de una sociedad socialista para Venezuela, dicho legado no puede
ser confiscado a nombre del propio Chávez ni pretender ser el actual Presidente
su único destinatario y delegado”.
Esto debe sumarse a un fragmento del
apartado titulado La crisis de salud del Presidente Chávez, Giordani afirma que
durante la enfermedad —y posterior muerte— del líder de la revolución se
planteó “la necesidad de construir un liderazgo político colectivo para hacerle
frente a la relativa ausencia del Presidente Chávez”. pero también confiesa
cuánto se quería evitar “el peligro de tratar de imitar el comportamiento del
Comandante Chávez en cuanto a la política comunicacional, el desconocimiento
del hecho económico sobrepuesto a la voluntad política, las decisiones
inconsultas con el equipo económico financiero que tendían a crear un nuevo
estilo de gobierno, la injerencia de una asesoría francesa que nada tenía que
ver con la situación que vivía el país”.
Nos mintieron durante los últimos días
de la enfermedad del presidente. A todos. Eso es parte de lo que dice esta
carta en su reverso.
Además, el rumor aquel de “los
asesores franceses” que tanto asustaba en los rincones se confirma en la voz de
un testigo de excepción. Y Giordani vuelve a evidenciar su obsesión cambiaria
en las subastas de dólares justo antes de llegar al llegadero: “la delegación
de la responsabilidad de lo económico antes de la fecha de las elecciones del
14 de abril luego del lamentable fallecimiento del Presidente Chávez el 5 de
marzo de 2013″.
En retórica, lo que se deja al final
es lo que quien habla desea poner delante de nuestros ojos. Las elecciones del
14 de abril se presentan, según lo acá dicho, como el dead-line de la
revolución y el cuerpo del rey muerto atado a un caballo para ganar la última
batalla que resistiría su imagen.
Hoy los soldados que lo ataron pasan a
retiro.
Toda carta es, también, una biografía.
5. Ensayo sobre una lucidez ciega.
Giordani decide salir su ejercicio epistolar por una puerta intelectual. Lo
hace luego de una retahíla de documentos perdidos. Todos proyectos y promesas
incumplidas, ninguno aval o prueba. Giordani le grita a un destinatario que no
existe que él hizo su trabajo, que dejó la receta, que si no lo hacen él quiso.
Quiso, pero no pudo. La preñez eterna de las buenas intenciones. Es ahí cuando
a quien dejan fuera del Gabinete Ejecutivo de la revolución se le ocurre que el
umbral de su salida de emergencia puede ser la obra de José Saramago.
Pero antes perfila su épica mínima. La
dictadura de “Chapita” Trujillo. Un campo de concentración en Francia. La
Brigada Internacional Garibaldi y la República Española. Una hilera de banderas
enormes termina en una fila de visitantes al penal de Yare, esperando ver a
unos presos que alguna vez fueron indultados. De ahí un salto hasta el duelo. Y
la frase de Saramago: “Mientras más viejo más libre. Y mientras más libre más
radical¨. Como si en medio no hubiera pasado nada.
Incluso los más ateos del comunismo
ortodoxo pertenecen a esta tradición judeocristiana de la culpa. Y aquí está el
olvido jugando contra la culpa. Ni una responsabilidad admitida. Esa gaveta
está vacía. Si de aquí en adelante no les va bien es porque no me hicieron
caso. Eso es lo que dice esta carta. Y el problema es que una carta es el
sustituto momentáneo de su autor, pero nunca logra suplirlo ni exculparlo. El
remitente y las consecuencias de sus actos quedan intactos en el lugar donde
escribe, sin importar cuánto se redacte en dirección contraria.
Hay dos ficciones de Saramago que
Giordani parece trascordar en esta carta: la ceguera contagiosa y los votos en
blanco ganando unas elecciones imposibles. Y olvidándolas se cierra todas las
salidas poéticas.
Toda carta es, también, un fracaso.
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