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lunes, 30 de junio de 2014

El misterioso caso de los comunistas incapaces de aprender

Por Carlos Alberto Montaner 28 de junio de 2014

Jorge Giordani es un viejo comunista que hasta hace pocas fechas fue el Ministro de Planificación y Finanzas del chavismo, primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro. Tiene fama de haber sido un funcionario honrado en un gobierno en el que abundan los rateros.

Nadie, sin embargo, ha acusado a Giordani de ser competente. Sería una peligrosa temeridad. No se metía la plata de los demás en el bolsillo. Lo que hacía era destruirla en esa trituradora implacable de riqueza que es la ideología marxista. Es uno de los responsables del hundimiento económico del país. Cuando llegó al poder había seis millones y medio de pobres. Cuando lo dejó, hace unos días, la cifra había aumentado a más de nueve.

Giordani se despidió del cargo con una larga carta en la que culpa a los demás del desastre económico venezolano. Sus culpables son el irresponsable gasto público, la corrupción, PDVSA y el pobre Nicolás Maduro, quien supuestamente ha traicionado al socialismo y al legado inmarcesible de Hugo Chávez. (Inmarcesible, Nicolás, quiere decir que no se marchita. Y marchita no es una marcha pequeña de estudiantes indignados, sino un verbo que procede del latín).


El ingeniero Giordani no es capaz de advertir que el error intelectual está en el presupuesto ideológico. Cuando se debilitan los derechos de propiedad y las decisiones económicas las toman los funcionarios; cuando se potencia la aparición del estado-empresario y se estatiza el aparato productivo; cuando se eliminan las principales libertades porque la crítica se convierte en traición a la patria; inevitablemente surge la escasez, se deteriora progresivamente el entorno físico por falta de mantenimiento, y comienza un acelerado proceso de empobrecimiento colectivo que no tiene fin ni alivio. Mañana siempre será peor que hoy.

Mientras los venezolanos leían la carta de Giordani, los cubanos, asombrados, repasaban otra misiva escrita por el comunista, escritor y exembajador Rolando López del Amo, jubilado en La Habana tras haber ocupado diversos cargos de primer rango en la diplomacia castrista. El texto puede localizarse en Internet, donde circula profusamente..

El señor López del Amo tiene una explicación parcialmente diferente a la de Giordani. Supone que el responsable del desastre cubano es el burocratismo, ese enmarañado ejército de funcionarios indolentes que no deja que el país avance. Como es una persona seria, no culpa al embargo norteamericano, ni a la sequía, ni a los ciclones, porque el país no padece hace tiempo estos fenómenos naturales. Cree que el mal está en otra parte: es la malvada gente que entorpece la marcha gloriosa del socialismo.

Termina su carta con un conmovedor llamado a sus camaradas: “Estamos en el año 56 de nuestra experiencia revolucionaria  y no podemos continuar cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y sostenible”.

¡Madre mía! Estamos ante un comunista inaccesible al desaliento. ¡Qué gente más dura de molleras! Cincuenta y seis años de fracasos continuados y barbarie, de “oprobio y bobería”, como Borges decía del peronismo, no le han bastado para entender que el sistema no sirve para nada en ninguna latitud. Ni con los laboriosos alemanes o norcoreanos, ni con los muy serios checos y húngaros, y mucho menos con los caribeños de Cuba o Venezuela.

Es posible, sin embargo, que Raúl Castro, finalmente, haya comprendido esta dolorosa verdad. Lo triste es que la educación del hermano de Fidel  ha durado más de medio siglo y costado miles de vidas y la ruina completa de una nación. (Fidel, en cambio, es indiferente a la realidad y morirá defendiendo las mismas tonterías de siempre). En todo caso, mientras el embajador López del Amo escribía su carta, el zar de la economía cubana, un excoronel llamado Marino Murillo, anunciaba que todos los restaurantes del país serían privatizados.

Es el principio del fin del loco proyecto marxista del colectivismo, pero no de la dictadura. Ahora, poco a poco, sin prisa, pero sin tregua, como le gusta repetir a Raúl Castro, quieren desmantelar el socialismo y gobernar con mano férrea un país pseudo capitalista. Ya no son marxistas. Son, simplemente, una banda autoritaria de gente decidida a mandar a palos. Puros matones.

 ——

Rolando López del Amo
Escritor y exembajador de Cuba en numerosos países e instituciones internacionales

Leyendo la información publicada en el periódico Granma de hoy, 23 de junio de 2014, la pregunta que surge no es qué anda mal en el panorama económico cubano, sino qué anda bien. Mientras sigamos buscando excusas en el clima y el bloqueo creo que no saldremos adelante. O bien nuestras políticas no son correctas o los encargados de aplicarlas no lo hacen bien.

La política de poner a producir las tierras ociosas es, a todas luces, justa y correcta. Pero, ¿por qué todavía hay un millón de hectáreas ociosas? ¿Por qué no se cumplen los planes agrícolas? ¿Por qué no se cumplen los planes de producción de azúcar? Ni hemos tenido ciclones, ni inundaciones, ni sequía, de modo que no se puede aceptar como excusa las siempre repetidas justificaciones asociadas a las condiciones climatológicas. Todos sabemos que las causas son organizativas, humanas. Trabas en la venta de suministros, trabas en la comercialización de los productos, en los medios de transportación, etc.etc. Y este ejemplo se puede extender, con las adecuaciones a las características de cada sector productivo a las demás ramas de la economía.

La demora en la descarga de buques, ¿es culpa del clima?, ¿del bloqueo yanqui?

El lentísimo paso de los centros de servicios minoristas a formas no estatales de producción, las limitaciones al trabajo por cuenta propia, ¿de quién dependen? Mientras trate de justificarse todo y eludir las responsabilidades personales o estructurales no lograremos avanzar.

El fantasma de la corrupción ronda la economía cubana, la producción y los servicios. La impunidad lo acompaña. ¿Por qué? Por el descontrol y por la realidad objetiva de que el salario apenas alcanza para una sobrevivencia angustiosa. Buscar excusas falsas sería lo que en una ocasión el compañero Ramón Castro, siempre trabajador ejemplar, calificó como “matarnos a mentirazos”. No acabamos de liberar a nuestras fuerzas productivas. Una intrincada atadura burocrática, hecha con fuertes nudos marineros y finas telas de araña obstruye el proceso.

En un artículo publicado en el mes de mayo de 1949 en Monthly Review que me envió un colega hace años, el sabio Albert Einstein criticaba el capitalismo y daba una mirada acogedora al socialismo, pero conservaba una duda. Cito:

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves
males: el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un
sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los
medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una
forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las
necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre
todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada
hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus
propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de
la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la
glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.
Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es
todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la
completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere
solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles:
¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder
político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y
arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo
asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?

Desde los primeros tiempos del triunfo revolucionario el compañero Fidel estuvo preocupado por el fenómeno del burocratismo y predicó el combate permanente contra ese mal. El burocratismo es un estilo de trabajo y de dirección. Tomás Gutiérrez Alea nos dejó aquella deliciosa película titulada La muerte de un burócratauna sátira muy bien hecha contra el burocratismo. Sin embargo, a pesar de ello, nuestra burocracia se mantiene incólume y procurando siempre crecer y complicar las cosas.

Rusia es el país más extenso del mundo con casi el doble de territorio que China y los EEUU. Cuando era la URSS, su extensión era muchísimo mayor pues incluía una quincena de repúblicas que hoy son independientes. Pero nuestro pequeño archipiélago de unos 112,000 kilómetros cuadrados trató de asemejarse al gigante que aún hoy ocupa más de 17 millones y medio de kilómetros cuadrados. De seis provincias hemos pasado a 15 y un municipio especial. No nos bastó con tener ministros y creamos los viceprimeros ministros o vicepresidentes del Consejo de Ministros. Y digo creamos, no utilizando un plural de modestia y mucho menos mayestático, sino porque como revolucionario cubano me siento responsabilizado con lo que hemos hecho bien y mal.

Estamos en el año 56 de nuestra experiencia revolucionaria y no podemos continuar cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y sostenible. El tiempo biológico de la dirección política histórica de la revolución cubana se agota inexorablemente. El imperialismo acecha y afila garras. No hay un minuto que perder. Hacer -está comprobado- es la mejor manera de decir.


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