Por Carlos Alberto Montaner 28 de junio de 2014
Jorge Giordani es un viejo comunista
que hasta hace pocas fechas fue el Ministro de Planificación y Finanzas del
chavismo, primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro. Tiene fama de
haber sido un funcionario honrado en un gobierno en el que abundan los rateros.
Nadie, sin embargo, ha acusado a
Giordani de ser competente. Sería una peligrosa temeridad. No se metía la plata
de los demás en el bolsillo. Lo que hacía era destruirla en esa trituradora
implacable de riqueza que es la ideología marxista. Es uno de los responsables
del hundimiento económico del país. Cuando llegó al poder había seis millones y
medio de pobres. Cuando lo dejó, hace unos días, la cifra había aumentado a más
de nueve.
Giordani se despidió del cargo con una
larga carta en la que culpa a los demás del desastre económico venezolano. Sus
culpables son el irresponsable gasto público, la corrupción, PDVSA y el pobre
Nicolás Maduro, quien supuestamente ha traicionado al socialismo y al legado
inmarcesible de Hugo Chávez. (Inmarcesible, Nicolás, quiere decir que no se
marchita. Y marchita no es una marcha pequeña de estudiantes indignados, sino
un verbo que procede del latín).
El ingeniero Giordani no es capaz de
advertir que el error intelectual está en el presupuesto ideológico. Cuando se
debilitan los derechos de propiedad y las decisiones económicas las toman los
funcionarios; cuando se potencia la aparición del estado-empresario y se
estatiza el aparato productivo; cuando se eliminan las principales libertades
porque la crítica se convierte en traición a la patria; inevitablemente surge
la escasez, se deteriora progresivamente el entorno físico por falta de
mantenimiento, y comienza un acelerado proceso de empobrecimiento colectivo que
no tiene fin ni alivio. Mañana siempre será peor que hoy.
Mientras los venezolanos leían la
carta de Giordani, los cubanos, asombrados, repasaban otra misiva escrita por
el comunista, escritor y exembajador Rolando López del Amo, jubilado en La
Habana tras haber ocupado diversos cargos de primer rango en la diplomacia
castrista. El texto puede localizarse en Internet, donde circula profusamente..
El señor López del Amo tiene una
explicación parcialmente diferente a la de Giordani. Supone que el responsable
del desastre cubano es el burocratismo, ese enmarañado ejército de funcionarios
indolentes que no deja que el país avance. Como es una persona seria, no culpa
al embargo norteamericano, ni a la sequía, ni a los ciclones, porque el país no
padece hace tiempo estos fenómenos naturales. Cree que el mal está en otra
parte: es la malvada gente que entorpece la marcha gloriosa del socialismo.
Termina su carta con un conmovedor
llamado a sus camaradas: “Estamos en el año 56 de nuestra experiencia
revolucionaria y no podemos continuar
cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se
impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de personas para
lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y sostenible”.
¡Madre mía! Estamos ante un comunista
inaccesible al desaliento. ¡Qué gente más dura de molleras! Cincuenta y seis
años de fracasos continuados y barbarie, de “oprobio y bobería”, como Borges
decía del peronismo, no le han bastado para entender que el sistema no sirve
para nada en ninguna latitud. Ni con los laboriosos alemanes o norcoreanos, ni
con los muy serios checos y húngaros, y mucho menos con los caribeños de Cuba o
Venezuela.
Es posible, sin embargo, que Raúl
Castro, finalmente, haya comprendido esta dolorosa verdad. Lo triste es que la
educación del hermano de Fidel ha durado
más de medio siglo y costado miles de vidas y la ruina completa de una nación.
(Fidel, en cambio, es indiferente a la realidad y morirá defendiendo las mismas
tonterías de siempre). En todo caso, mientras el embajador López del Amo
escribía su carta, el zar de la economía cubana, un excoronel llamado Marino
Murillo, anunciaba que todos los restaurantes del país serían privatizados.
Es el principio del fin del loco
proyecto marxista del colectivismo, pero no de la dictadura. Ahora, poco a
poco, sin prisa, pero sin tregua, como le gusta repetir a Raúl Castro, quieren
desmantelar el socialismo y gobernar con mano férrea un país pseudo
capitalista. Ya no son marxistas. Son, simplemente, una banda autoritaria de
gente decidida a mandar a palos. Puros matones.
——
Rolando López del Amo
Escritor y exembajador de Cuba en
numerosos países e instituciones internacionales
Leyendo la información publicada en el
periódico Granma de hoy, 23 de junio de 2014, la pregunta que surge no es qué
anda mal en el panorama económico cubano, sino qué anda bien. Mientras sigamos
buscando excusas en el clima y el bloqueo creo que no saldremos adelante. O
bien nuestras políticas no son correctas o los encargados de aplicarlas no lo
hacen bien.
La política de poner a producir las
tierras ociosas es, a todas luces, justa y correcta. Pero, ¿por qué todavía hay
un millón de hectáreas ociosas? ¿Por qué no se cumplen los planes agrícolas?
¿Por qué no se cumplen los planes de producción de azúcar? Ni hemos tenido
ciclones, ni inundaciones, ni sequía, de modo que no se puede aceptar como
excusa las siempre repetidas justificaciones asociadas a las condiciones
climatológicas. Todos sabemos que las causas son organizativas, humanas. Trabas
en la venta de suministros, trabas en la comercialización de los productos, en
los medios de transportación, etc.etc. Y este ejemplo se puede extender, con
las adecuaciones a las características de cada sector productivo a las demás
ramas de la economía.
La demora en la descarga de buques,
¿es culpa del clima?, ¿del bloqueo yanqui?
El lentísimo paso de los centros de
servicios minoristas a formas no estatales de producción, las limitaciones al
trabajo por cuenta propia, ¿de quién dependen? Mientras trate de justificarse
todo y eludir las responsabilidades personales o estructurales no lograremos
avanzar.
El fantasma de la corrupción ronda la
economía cubana, la producción y los servicios. La impunidad lo acompaña. ¿Por
qué? Por el descontrol y por la realidad objetiva de que el salario apenas
alcanza para una sobrevivencia angustiosa. Buscar excusas falsas sería lo que
en una ocasión el compañero Ramón Castro, siempre trabajador ejemplar, calificó
como “matarnos a mentirazos”. No acabamos de liberar a nuestras fuerzas
productivas. Una intrincada atadura burocrática, hecha con fuertes nudos
marineros y finas telas de araña obstruye el proceso.
En un artículo publicado en el mes de
mayo de 1949 en Monthly Review que me envió un colega hace años, el sabio
Albert Einstein criticaba el capitalismo y daba una mirada acogedora al
socialismo, pero conservaba una duda. Cito:
Estoy convencido de que
hay solamente un camino para eliminar estos graves
males: el establecimiento
de una economía socialista, acompañado por un
sistema educativo
orientado hacia metas sociales. En una economía así, los
medios de producción son
poseídos por la sociedad y utilizados de una
forma planificada. Una
economía planificada que ajuste la producción a las
necesidades de la
comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre
todos los capacitados para
trabajar y garantizaría un sustento a cada
hombre, mujer, y niño. La
educación del individuo, además de promover sus
propias capacidades
naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de
la responsabilidad para
sus compañeros-hombres en lugar de la
glorificación del poder y
del éxito que se da en nuestra sociedad actual.
Sin embargo, es necesario
recordar que una economía planificada no es
todavía socialismo. Una economía
planificada puede estar acompañada de la
completa esclavitud del
individuo. La realización del socialismo requiere
solucionar algunos
problemas sociopolíticos extremadamente difíciles:
¿cómo es posible, con una
centralización de gran envergadura del poder
político y económico,
evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y
arrogante? ¿Cómo pueden
estar protegidos los derechos del individuo y cómo
asegurar un contrapeso
democrático al poder de la burocracia?
Desde los primeros tiempos del triunfo
revolucionario el compañero Fidel estuvo preocupado por el fenómeno del
burocratismo y predicó el combate permanente contra ese mal. El burocratismo es
un estilo de trabajo y de dirección. Tomás Gutiérrez Alea nos dejó aquella
deliciosa película titulada La muerte de un burócratauna sátira muy bien hecha
contra el burocratismo. Sin embargo, a pesar de ello, nuestra burocracia se
mantiene incólume y procurando siempre crecer y complicar las cosas.
Rusia es el país más extenso del mundo
con casi el doble de territorio que China y los EEUU. Cuando era la URSS, su
extensión era muchísimo mayor pues incluía una quincena de repúblicas que hoy
son independientes. Pero nuestro pequeño archipiélago de unos 112,000
kilómetros cuadrados trató de asemejarse al gigante que aún hoy ocupa más de 17
millones y medio de kilómetros cuadrados. De seis provincias hemos pasado a 15
y un municipio especial. No nos bastó con tener ministros y creamos los
viceprimeros ministros o vicepresidentes del Consejo de Ministros. Y digo
creamos, no utilizando un plural de modestia y mucho menos mayestático, sino
porque como revolucionario cubano me siento responsabilizado con lo que hemos hecho
bien y mal.
Estamos en el año 56 de nuestra
experiencia revolucionaria y no podemos continuar cometiendo los mismos errores
ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de
actitud, de estructuras y de personas para lograr el sueño colectivo de un
socialismo próspero y sostenible. El tiempo biológico de la dirección política
histórica de la revolución cubana se agota inexorablemente. El imperialismo
acecha y afila garras. No hay un minuto que perder. Hacer -está comprobado- es
la mejor manera de decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico