TULIO HERNÁNDEZ 22 DE JUNIO 2014
Para expresarlo en términos del habla
popular venezolana, le dijo hasta del mal que se iba a morir. No le dijo tonto,
pero lo sugirió. Tampoco corrupto, lo insinuó. Ni bruto, pero casi. Le dijo que
era alarmante verle ejerciendo el poder sin trasmitir liderazgo alguno. Lo
acusó de haber creado un inmenso vacío de poder en la presidencia. Le estrujó
en el rostro el desconocimiento absoluto del hecho económico; la toma de
decisiones inconsultas guiado por intereses particulares de asesores
extranjeros; el desorden en el gasto fiscal; el uso desmesurado de recursos del
Estado con fines electorales; complicidad con la corrupción, y, ¡anatema!,
haberle abierto el camino de regreso a los actores privados capitalistas.
Pero desde su perspectiva de
Savonarola caribeño, el pecado mortal, el que el acusado pagará en las pailas
más hirvientes del infierno, ha sido traicionar el proyecto socialista de Hugo
Chávez y convertir en fracaso inocultable –de escasez, desabastecimiento e
inflación– lo que hasta el momento en que el Comandante Eterno estuvo vivo fue
éxito puro y victoria revolucionaria.
Todo esto y mucho más fue parte del
ametrallamiento ideológico al que Jorge Giordani, ministro rojo de
Planificación desde 1999 hasta 2012, sometiera la semana que hoy concluye a
Nicolás Maduro, convertido en espurio presidente de Venezuela con una dudosa
diferencia de apenas 1,4% del total de los votos en las elecciones de 2012.
Si el autor de las acusaciones hubiese
sido otro, un opositor más o un jefe rojo cualquiera, el hecho no hubiese
tenido trascendencia. Pero quien habla, además de dos veces ministro de
Planificación, directivo de Pdvsa y el Banco Central, es nada más y nada menos
que uno de los más cercanos, influyentes y permanentes entre los mentores
políticos del Comandante Supremo, maestro y confidente ideológico desde los
tiempos de la cárcel de Yare y uno de los más activos autores de la Agenda
Alternativa Bolivariana, el plan de gobierno de la candidatura presidencial en
1996.
El texto en cuestión, una carta
pública en la que Giordani, con el título de “Testimonio y responsabilidad ante
la historia”, rinde cuentas al país luego de 12 años formando parte del
gabinete, es uno de los más importantes documentos que un alto jefe del
socialismo del siglo XXI haya puesto a circular más allá de su adeptos; el
primer gran alegato conceptual y por escrito –con citas bibliográficas de
metodología académica para que no queden dudas– sobre la profunda fractura
interna en el proyecto rojo; y un tomatazo epistemológico en pleno rostro al ya
desvencijado prestigio del hombre que habla con pajaritos médiums.
Será en el futuro un documento
fundamental para entender este proyecto político que lo tuvo todo a su favor y
lo dilapidó. No solamente porque revela y acepta el fracaso de 2012 en
adelante, sino porque en el esfuerzo por lavarse las manos y evadir sus
responsabilidades y las de Hugo Chávez, intentando construir una épica
alucinada de sus logros, confiesa los principio y creencias sobre los que
fueron edificando la catástrofe nacional.
Si Giordani, a quien algunos de su entorno
le llaman el Monje Loco, fuese seguidor de Cortázar hubiese titulado su
rendición de cuentas “Instrucciones para destruir un país”. Porque eso es en el
fondo el documento, la confesión de cómo en pleno siglo XXI, un académico y
actor político influyente sigue atrapado en una anacronía, en algo –el
monopolio absoluto del Estado, la exclusión de la iniciativa privada– que hasta
las últimas potencias comunistas, luego de largos ciclos de empobrecimientos de
sus pueblos, hace tiempo dejaron de creer.
El Monje Loco original, si tienen
dudas pregúntenle a Google, fue un exitoso personaje de la radio mexicana de
los años treinta del siglo pasado. Contaba relatos de horror mientras tecleaba
en un órgano tétricas melodías que anunciaban tragedias. Cualquier parecido con
la realidad venezolana es pura coincidencia. Pero los monjes, cuerdo o locos,
que han cometido fechorías también aspiran al perdón de Dios. O de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico