EL NACIONAL - JUEVES 19 DE JUNIO DE 2014
A menudo se piensa que escribir sobre
algún hombre público y poderoso que ha sido sorpresivamente defenestrado y
arrimado a la cuneta de la historia es una tarea fácil. Al contrario, no
resulta nada valiente y mucho menos un acto de coraje sacar a relucir la lista
de sus grandes errores y de los innumerables actos de soberbia y de ignorancia
que tanto daño le causó (y le seguirán causando por mucho tiempo) a un país que
lo recibió con los brazos abiertos cuando llegó a estas tierras.
El carácter noble y abierto de los
venezolanos con el extranjero siempre ha estado de manifiesto y quienes
vinieron hasta aquí para ayudarnos a salir adelante merecen toda la gratitud
del mundo.
No es este el caso de Jorge Giordani,
un hombre que podía haber hecho mucho por esta Venezuela desesperanzada y que
más bien se dedicó no sólo a destruir a un país que lo había acogido con los
brazos abiertos, sino que se unió a una de las corrientes políticas más
perversas que haya gobernado esta nación. Su experiencia de vida y la de su
familia bien le pudo indicar que el camino de odio y discriminación que había
prevalecido en Europa sólo trajo consigo destrucción y muerte, hambre y exilio
a millones de personas.
Si alguien sabía lo que la doctrina
bolivariana iba a imponer en Venezuela era él, no sólo porque su familia había
sufrido lo indecible en Europa por la siembra del odio nazista, comunista y
fascista, sino porque luego le tocó vivir en República Dominicana donde las
dictaduras no parecían tener fin sino centenares de muertes y torturados,
prisioneros y desaparecidos.
¿Acaso no se dio cuenta ni siquiera
por un momento que con un gobierno cívico militar en Miraflores, con un líder
desequilibrado y que se creía la reencarnación de Bolívar, Venezuela iba
directo hacia el despeñadero porque no era precisamente la lucidez ni la
racionalidad, lo que empujaba el rumbo de esta nación, sino un populismo
mentiroso, ramplón y descaradamente deshonesto? "El monje", así lo
catalogaron sus propios compañeros del equipo ministerial. A lo mejor, como
buen diente roto, se imaginó que el mote lo distinguía por la frugalidad y su
sequía de discursos en relación con el inmenso despeñadero de palabra que era
su máximo jefe y su ídolo. Hoy su nuevo jefe, Nicolás Maduro, le da la patada y
le carga sobre sus hombros todo el estiércol acumulado en 15 años de robos y
corruptelas.
Pero al cometer el error de llamarlo
el Monje sus compañeros contribuían a que la gente se diera cuenta, con mayor
fuerza y claridad, que el resto del equipo ministerial bolivariano no tenía
nada de santo y que, por simple deducción, eran Judas capaces de cualquier
trapacería en la búsqueda de bienes y dinero. Desde luego que no todos entran
en el mismo saco y sería un error considerarlo así, pero al situarlo a él
solito como el honrado y el decente se acusaba a otros, seguramente mejores y
más honestos que él.
El huracán de odio que se levantó con
su ayuda y su supuesta sapiencia en materia económica no puede ocultar el
brutal empobrecimiento que vivimos los venezolanos día a día. Se vive en el
mercado y en la calle, se siente en la casa y puede cotejarse con las escasas y
tardías cifras oficiales. Tales cifras muestran que durante el primer trimestre
de este año el promedio de inflación mensual fue de 2,93%, de manera que en el
trimestre actual el alza de precios casi se ha duplicado. Quizás por eso
mantuvieron ocultos los datos durante más de dos meses hasta que Giordani
escapara por la puerta trasera. La variación anualizada al mes de mayo fue de
60,9%. Todo hace prever que la inflación supere 70%. Con tal comportamiento de
los precios se empobrece la población y particularmente se empobrecen los más
pobres. Al basurero, señor Giordaño.
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