Por Luis
García Mora | 22 de Junio, 2014
Luego de esta experiencia colectiva de
trastorno total, se está potenciando en la base chavista lo que Tomás Straka
llamaría la épica del desencanto. Con esos intangibles que incendian épocas,
como la indignación, la desilusión y el desengaño, que estos epígonos funestos
de Bolívar enfrentan, esta vez en carne propia.
En este desenlace de inestabilidad,
violencia y ruina, la Venezuela heroica termina jodida. Es por ello que tanto
pueblo entiende ahora que sólo era una mampara para saquear.
Únicamente en ingresos petroleros,
hasta el cierre de 2013, esta gente ha devorado 770 mil millones de dólares. Y
si incorporamos los ingresos tributarios, estaríamos hablando de casi un millón
de millones de dólares.
Un millón de millones.
Esto significaría, para algunos
analistas, el despojo más escandaloso de toda nuestra historia.
¿Cómo no van a estar arrechas las
bases chavistas, si esto está sacudiendo como un sismo y cercenando nuestro
futuro?
Y amenaza con exterminarnos.
Aniquilarnos. Como amenazaba aquel líder, que Marx guarde en su seno y no lo
suelte.
Y la “clúster” de Giordani, esa bomba
de racimo que al alcanzar cierta altura gubernamental, medida por un altímetro,
se abrió dejando caer cientos de submuniciones de diversos tipos, todas de alto
poder explosivo anti-Gobierno: anti-corrupción en el Ejecutivo, en el
Legislativo, en el Judicial y en el PSUV. Y eso tiene a toda la cúpula roja,
económicamente bien blindada, haciendo llamados feroces a la lealtad (y la
supervivencia).
Un misil ha impactado el Enterprise y
en el puente de mando, su dirigencia a toda marcha, con las alarmas sonando,
intenta cerrar las escotillas para urgentemente detener el avance hacia el
próximo Congreso del PSUV (que luce explosivo) de la solicitud recia y
revolucionaria de esa base que exige un debate muy a fondo. Las UBCH exigen que
allí se discuta el tema de la corrupción.
De manera libérrima, sin cortapisas.
¡Y tiembla la tierra, se escapó
Armenteros!
Tendencia y solicitud éticas y
radicales que se intentará parar chantajeando a la base con la invocación de la
lealtad, de la unidad, pues sobre el ring (y de cara a la base), aunque lo
disimulen, les tiemblan las piernas. Y si ahora enfriamos cualquier análisis,
la única estructura que tiene el Gobierno además de la FANB (que, en el último
round, uno duda), es el Partido.
Y en esta baja de temperatura, el
presidente del PSUV tiene que ser Maduro, para poder operar el Partido como
Gobierno, porque la pregunta que les rompe la mente sigue ahí: ¿Es cierto que
Maduro controla a la FANB? Y éste es el dictamen: el único modo de
reestructurar la economía (si es que alguna vez lo va a hacer) es con un PSUV
sólido.
¿Puede lograrlo solo? ¿Con una gestión
tan mala y sin el equipo apropiado?
Difícil, muy difícil.
Por no decir imposible.
Sumado a la “clúster” de Giordani y
esa que prepara Barinas.
De manera, amigo lector, que por
debajo o por encima de la emoción del Mundial, aquí se está replanteando otro
juego.
El PSUV se prepara: va a su Congreso.
La oposición también debería mover sus piezas. Reorganizar su mando. En una
reunión similar –piensa uno– y del más alto nivel.
No basta con dormirse en la
“estrategia” actual de la espera pasiva.
Quizás (¿por qué no?) desempolvar y
darle uso al Proyecto País de la MUD y relanzarlo.
Porque la MUD debe abandonar la
flojera.
¿O es que creen que sólo con la espera
o la convocatoria a una Constituyente (o cualquier otra figura jurídica) vamos
a salir de esto?
No es un secreto para nadie que se la
está engullendo la movidita chica, el lleva-y-trae de los chismes, impidiéndole
dedicarse a la política grande.
Esto no se aguanta. Tiene que haber un
líder. Que convoque e interactúe.
Don Ramón Guillermo Aveledo, como
dicen, es un juez de paz que está para resolver los asuntos entre los partidos.
Pero a la MUD le falta ese liderazgo fuerte. Porque no está ahí.
Amén de levantar de inmediato un nuevo
equipo que resuelva los obstáculos y las intrigas entre sus partes.
Porque el asunto de los partidos no es
engordar. Es crecer.
Allá, del otro lado del campo, lo de
Giordani estremece, cierto. Y lo convierte en el ideólogo de la disidencia a
Maduro. ¿Fue ése el objetivo de la jugada? Porque en ningún momento el Gobierno
estuvo tan dividido, pero en el campo opositor es imperativa una reunión (una
asamblea general, un pleno, una convención… lo que sea) de alto nivel, con una
agenda de debate de alta política y sin complejos. Con un mandato cruel, diría
uno, que reduzca esta proliferación discursiva, plagada de clichés y lugares comunes
que nos agobia.
Se subestiman, por ejemplo, con trazos
gruesos y sin ninguna reflexión de fondo, algo tan de suma importancia como el
proceso de politización y democratización de sectores muy conspicuos e
importantes de la sociedad civil, aplastados por la crisis que nos domina,
cuyas frustraciones, angustias e insatisfacciones no encuentran un espacio
político ni una dirección que las interprete en la actual coyuntura.
Hay una arrechera y una rabia
comprimidas.
Y un desprecio por los políticos que
ya Chávez capitalizó en 1998. Que hoy sigue ahí, en una franja latente en todos
los sondeos, reflejando un palmario malestar por su actuación.
Y, fíjese usted, algo que allá en
España ocurre con diferente rostro y definición, y que debería ser objeto de
nuestro análisis y no lo es: al ser los técnicos políticos del movimiento
Podemos ha logrado capitalizar el desencanto, el descontento ibérico: la
indignación. Sí: hablo de ese partido que la oposición maldice irritada y que
parcialmente ha desbordado a los partidos españoles, fraguado en los márgenes
de un sistema de signo contrario al nuestro (y que de paso cobró 3,7 millones
de euros a Chávez en diez años por asesoramiento, y aceptémoslo: con quince
años de resultados exitosos).
Ese mismo sentimiento definitorio (que
aquí también se subestima) de los sectores sociales aplastados por la crisis
económica. El mismo tipo de cólera de una gente privada de horizonte colectivo,
en un taponamiento de su espacio político de decisión, por carecer de una
dirección clara, reducida diríase a un mero dominio técnico, pareciera empeñada
en abonarle el terreno a otra salida antipolítica.
Como en 1998.
La MUD sencillamente luce incapaz
hasta ahora de colocarse al frente de un sentimiento, de recoger al menos la
inversión política del malestar social, como allá (repito: aunque de signo
contrario, y sin solicitar de la MUD radicalismo alguno), en un contexto de
acelerada deslegitimación.
De ahí que impere en vastos sectores
venezolanos, triturados por la crisis, un descontento soterrado, profundo, que
no encuentra una gramática en la MUD que interprete su desazón.
¿Que se mueve desde cartografías
prefijadas por una herencia política superada? Quizás.
¿Estamos los sufrientes de esta
situación ante el “secuestro” tecnocrático de nuestra capacidad colectiva de
decisión?
¿Una tecnocracia política que no se
renueva, que fomenta la despolitización, y que estaría jugando peligrosamente a
identificar el ejercicio público y responsable de la acción civil con el golpe
de Estado, como el PSUV?
Las incógnitas que gravitan sobre el
momento son inmensas.
¿Quién está analizando el fenómeno de
la indignación venezolana con las actuaciones del régimen y sus consecuencias?
¿La MUD y los partidos que la conforman?
No.
Quizás el chavismo, que
angustiosamente quiere mantener el control de esta nueva arrechera y
desencanto; de esta renovada desolación que su mismo régimen ha provocado con
un pésimo manejo del poder, del gobierno.
Y, ¿cómo no pensarlo?, asesorado por
los españoles de Podemos.
Pareciera que nos movemos en sentido
contrario a la realidad política de hoy. ¿Qué plan de acción puede ofrecer la
MUD para contrarrestar el creciente malestar de la proletarización de la clase
media, atrapada por un cinismo desilusionado?
¿Quién ahí está haciendo el esfuerzo
por articular y dar forma política a la indignación venezolana?
¿O es que no estamos indignados?
¿Ha perdido la oposición venezolana
toda capacidad de canalizar con efectividad la fuerza del descontento, elemento
necesario del compromiso ciudadano?
¿Se puede continuar más tiempo en esta
estrategia dogmática de clase, incapaz de tender puentes reales, no retóricos,
entre el Este y el Oeste de Caracas, entre los sectores que aún se manejan
dentro de la crisis aunque sea precariamente, y los que no?
Da la impresión de que la MUD no
termina de salir del impacto (de ese shock) de Chávez.
Sin percatarse de que no puede seguir
sin reaccionar ante esta situación de parálisis, de desmoronamiento de los
valores dentro del Gobierno, del PSUV y del régimen.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
¿Solamente nuestras individualidades
radicales?
¿Cuándo viene una sacudida de esta
dirección?
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