PEDRO CONDE 16 de junio de 2014
Profesor de Geopolítica del Petróleo, UCV
En la medida en que nuestros sistemas
económicos dependen de los consumos energéticos y en la medida en que el
petróleo proporciona más de 40% de la energía total consumida y 90% de la
utilizada en transportes, puede entenderse que todo lo que gira en torno al
petróleo esté condicionado a la dinámica política de nuestro planeta. Gran
parte de lo que está ocurriendo en estos momentos se explica a partir de la
pugna por controlar y garantizar suministros energéticos. Por ello, la famosa
revista alemana Der Spiegel tituló una vez: “Die Blut der Welt”, “La sangre del
mundo”, para referirse al petróleo.
Hay tres circunstancias que debemos
considerar. Primero, el petróleo es un bien escaso y finito, es decir, se va a
acabar en algún momento. Segundo, juega un papel central en la economía,
prácticamente desde la aplicación a gran escala de los motores de explosión. Y
tercero, debido a las dos circunstancias anteriores, el petróleo es un bien
cada vez más codiciado y disputado, según se vayan agotando las existencias,
sin que se disponga de otras fuentes energéticas que puedan cumplir su mismo
papel con facilidad y a unos precios razonablemente equiparables. De ahí, en
parte, la guerra mundial por los recursos naturales, esto es, las rivalidades,
conflictos, entre las grandes potencias tradicionales y emergentes para
proveerse de reservas, que conlleva a que sus estrategias y políticas
internacionales estén casi determinadas por motivaciones energéticas.
Desde hace años se vienen produciendo
todo tipo de intentos de control del petróleo y de los recursos energéticos en
general. Las potencias occidentales han intervenido en los países con recursos
petroleros, gasíferos: han auspiciado gobiernos afines o manejables, y han
desestabilizado los que no lo eran, han obtenido concesiones, han pugnado por
dominar las redes de comercialización, e incluso han intervenido militarmente
cuando sus intereses han estado en riesgo. El petróleo y la energía son poder y
en torno a ellos se ejerce sin recato el poder. Por ello, se entiende que uno
de los focos conflictivos del planeta se localice en el Oriente Medio, donde
hay grandes reservas probadas. Y la aspiración rusa, estrategia, de reconstruir
una nueva unión es, en parte, porque en casi todas las naciones de la antigua
Unión Soviética existen importantes recursos energéticos.
Antes de analizar el pacto ruso-chino,
conviene realizar una síntesis de la actualidad internacional para situar
globalmente dicho acuerdo refrendado por responsables de ambos países en
presencia de Vladimir Putin y Xi Jiang en Shangai. En efecto, lo primero que
resalta son las elecciones de mayo 2014 para elegir el Parlamento europeo que
reveló el desencanto de los ciudadanos con esa institución. Ya no los hace
soñar. Se observa una progresión notable de la extrema derecha en Francia, en
el Reino Unido, donde el Ukip cosechó 28% de los votos. Igualmente en
Dinamarca, Bélgica, cuyo partido nacionalista flamenco logró 32% de los votos.
La extrema izquierda sale airosa en Grecia y los “indignados” en la península
ibérica e Italia. Dando lugar a que el Parlamento europeo sea un poco más de
derecha que el precedente y arrojando otro caudal de euroescépticos. La
población no parece estar contenta con el diseño de la Unión Europea y mucho
menos con lo que ha devenido, por lo cual se le acusa de “estar alejada de las
preocupaciones diarias” de los europeos, de ser “opaca”. Se cuestiona la libre
circulación de las personas. De tal manera que los desafíos de la unión son
inmensos. En un momento cuando la guerra civil está en sus fronteras y la
negociación de un acuerdo trasatlántico no logra la unanimidad. Pero, sobre
todo, hay que encontrar el camino del desarrollo económico y del empleo para
poder preparar el porvenir.
En Francia, el resultado electoral,
que obedeció fundamentalmente a motivaciones nacionales, no es solamente un
voto de protesta, es un terrible desmentido a la mayoría que detenta el poder,
es un cuestionamiento profundo de las políticas instrumentadas desde hace
varios años, de la austeridad y las prácticas de la clase política francesa
desvinculada del país real. Se trata de una sanción a los partidos políticos
que presentaron candidatos que no se ocuparán necesariamente de su nueva
misión, pues detentan ya otros mandatos electorales o fueron propuestos para
darles un mandato. Una enfermedad francesa, poco expandida en los países
vecinos. Fue también una reacción al ambiente económico depresivo que reina
desde 2009 y del cual no se sabe cuándo llegará a final. Es un voto contra las
políticas ineficaces, de una Europa que no protege a los ciudadanos, y, sobre
todo, revela miedo hacia el porvenir. En síntesis, un voto por el cambio. De 70
diputados de la delegación francesa al Parlamento europeo, 24 son del Frente
Nacional. Pero, lo que no se sabe es si ello auspiciará una política europea
para que la Europa que se construye se acerque más a lo que se desea.
Francia también acaba de descubrir que
es más rica de lo que creía, pues adoptó otro sistema de contabilidad nacional
donde el dispendio en investigación y desarrollo ahora es una inversión en
lugar de un consumo. La riqueza nacional evaluada así debería aumentar entre 2%
o 3%. Este cambio tendrá, además, su impacto en la deuda pública calculado con
relación al Producto Interno Bruto (PIB). Con este nuevo cálculo, Nigeria se
presenta ahora como la primera economía africana.
En la primera democracia del mundo,
India, acaba de ganar las elecciones el partido nacionalista hindú (BJP) de
Narenda Modi. Puso fin al reino del Partido del Congreso dirigido por la
familia Gandhi desde Nerhu, padre de la independencia, Al invitar al primer
ministro paquistaní a la ceremonia de investidura, se espera cierta distensión
en las relaciones diplomáticas. No se sabe qué rumbo tomarán las relaciones con
Estados Unidos que siempre cultivó en ella un contrapeso contra China, Rusia,
en Asia en general.
Y en Egipto, Abdel Al-Sissi, que ha
mostrado que ejerce el poder con mano dura, como lo muestran los arrestos y
ejecuciones de varios centeneras de personas, acaba de ser elegido presidente
con 96% de los votos, presuntamente, de 45% que participó (los Hermanos
Musulmanes llamaron a la abstención). Debe yugular la inflación de 12%, mejoar
las condiciones de 40% de la población que vive en el umbral de la pobreza. Sin
embargo, Al-Sissi es el típico anticristo que se atribuye el derecho y el poder
para disponer de la vida de los ciudadanos que se oponen, lo cual es típico de
las dictaduras rancias, tanto de derecha como de izquierda, esto es, tanto del
fascismo como del comunismo, y cuyo principal logro es tener las cárceles repletas
de disidentes. Esto crea en la sociedad corrientes de resentimiento, odio, que
permiten visualizar tempestades sociales y políticas en esta gran nación.
Las elecciones sudafricanas
confirmaron en el poder al partido de Nelson Mandela, African National
Congress, que, sin embargo ha decepcionado ampliamente. No se han efectuado las
reformas estructurales. A pesar de la emergencia de una clase media, el
apartheid económico continúa, como lo testimonian los pueblos improvisados, tal
como Soweto. Las huelgas de los mineros de Marikana, donde ya han muerto 30
manifestantes. Este extraño miembro emergente de Brics no construye las
carreteras y autopistas, los acueductos, las escuelas de calidad, hospitales,
que desesperadamente espera la población. El desempleo es muy elevado: 24,7% en
diciembre de 2013, que concierne a más de 2/3 de los habitantes de “townships”.
Sigue siendo un país donde cunde la violencia como lo ilustra el proceso al
atleta Néstor Pistorius, como también la corrupción. Entonces, ¿cómo se explica
esta victoria del ANC? Este partido vive del capital político emanado de haber
sido el que le puso fin al apartheid, esta aura es una renta política que (la
misma de la cual sobrevive Robert Mugabe en Zimbabwe) corre el riesgo de
agotarse si J. Zuma no diluye mucho más las desigualdades sociales del único
país africano que ha organizado una copa mundial de football.
El referéndum organizado en el este de
Ucrania por los pro rusos ha ampliado el abismo entre Kiev y esta parte del
país. Esta guerra civil de “baja intensidad” ya ha arrojado varias decenas de
muertos. Las elecciones llevaron al poder al empresario “rey del chocolate”,
Petro Porochenko. Ganó desde la primera vuelta. Su primer objetivo es terminar
con una guerra civil que amenaza la parte este de la nación, especialmente
Donetsk y Lougansk. Tendrá que proveerse de mucho temple para tratar la
cuestión del gas con Rusia, sobre todo, el precio. Y buscar disminuir, igual
que toda Europa occidental, la dependencia excesiva del gas ruso que es concederle
un gran poder de negociación y chantaje a Rusia que se vería tentada a cerrar
la “llave de paso”, como ya lo hizo en el pasado, ante cualquier inconformidad
con las políticas consideradas “unfriendly” hacia aquel país. Esto es, evitar
una “finlandización” que inmovilizaría la política internacional de Ucrania y
de la Unión Europea. Se teme una
invasión rusa tal como lo hizo en Crimea, pero la OTAN y Estados Unidos han
tomado previsiones destacando más fuerzas militares en Polonia, instrumentado sanciones
de poco efecto sobre Rusia y han asegurado que defenderán a sus aliados y
miembros de dicha organización.
El mundo está asombrado con el nuevo
soldado ruso: modernamente bien equipado, entrenado, con rápida movilización
para impactar y concretar el imaginario nacionalista ruso y atemorizar más allá
de sus fronteras. Vuelven las conjeturas acerca de las intenciones del “oso
ruso”, máxime ahora cuando el triunfo de la extrema derecha en muchos países de
Europa revela que ello se debe a una estrategia relacionada con el terruño, por
ejemplo: contra la inmigración. Mejor dicho: de naturaleza totalmente
geopolítica.
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