Henrique Capriles Publicado el 22 de June, 2014
La llaman “salta talanquera” por
querer un cambio en nuestro país, sin embargo, ella no se intimida. Con más
brío reclama sus derechos a tener una vida digna. La vida con la que sueñan y
se merecen los 30 millones de personas que viven en nuestra Venezuela, una
nación que cuenta con todos los recursos para ser “una tacita de plata”, como
bien lo dijo esta venezolana.
Ella vive en una comunidad de nuestro
municipio Acevedo de nuestro estado Miranda. Ella es una líder innata que poco
le importa que le digan “traidora” por buscar el bienestar colectivo de su
sector. Ella sueña, trabaja y se esfuerza para que el progreso llegue no solo a
su casa, sino también a la de sus vecinos.
Durante una asamblea popular tuvimos
la oportunidad de conversar esta semana, y me confesó que su necesidad, la de
los suyos y de su comunidad no ven color. Ella sabe que la politiquería en
nuestra Venezuela no solo le ha hecho mucho daño a cientos de familias, sino
que ha desmejorado la calidad de vida del pueblo. Y sí, estoy de acuerdo
contigo cuando dices que la única manera de enrumbar nuestro país es a través
de la educación, el deporte y la
generación de empleos con calidad.
Quiero aprovechar estas líneas para
agradecer infinitamente la noble labor que venezolanos como tu emprenden a
diario para que sus comunidades progresen, porque el progreso de tu comunidad
contribuye con el avance de nuestra estado Miranda y de nuestra Venezuela.
Líderes como tú son los que necesitamos en todos los rincones de nuestro país
para impulsar el cambio. No es salta talanquera, ni traidor, ni tampoco deja de
ser revolucionario quienes luchan a diario por el cambio como lo haces tú.
Se traiciona a sí mismo, a sus hijos y
a su familia quienes no buscan el cambio para mejorar su vida. Acá los
traidores son ese grupo de enchufados que han vivido a costa de los recursos de
nuestro pueblo y que ahora piden lealtad por los “días difíciles que están por
venir”. Los traidores son ellos, quienes tuvieron la oportunidad histórica de
convertir a nuestra Venezuela en una verdadera potencia y traicionaron los
ideales de Bolívar.
Traidores son ellos que no les importa
frenar los sueños de millones de venezolanos, por no perder las mieles que da
el poder. Aquí nadie tiene por qué resignarse a vivir mal, y no solo te lo digo
a ti sino a los millones de venezolanos que están cansados de que este gobierno
juegue con sus sueños. Nadie tiene por qué calarse un gobierno lleno de
improvisaciones que no tiene un proyecto claro, serio, viable y orientado al
bienestar de los venezolanos.
Para lo único que ha servido ese
modelo personalista es para el enriquecimiento de los enchufados. Ellos son
quienes han manejado de manera discrecional los recursos de los venezolanos.
Por eso hoy muchos no nos hacemos ilusiones con los cambios de ministros
anunciados esta semana.
Podrán cambiar, rotar, mover de aquí
para allá ciertas piezas, pero el problema no es un nombre. La grave crisis
económica, la escasez e inflación no se
soluciona con esos movimientos ministeriales, como si el país se manejara como
un juego de ajedrez. Pueden cambiar a uno, dos o tres ministros, pero el modelo
sigue siendo inviable.
Esos cambios no son ninguna muestra de
rectificación de un modelo que no cree en el emprendimiento, en el esfuerzo
privado, en la educación libre y plural. A Nicolás no le interesa nada de eso,
solo busca propagar la pobreza, como una pandemia, para seguir chantajeándo a
los venezolanos cada vez que se acerque un proceso electoral.
Y si hay algo que reveló y confirmó la
salida de Jorge Giordani de la Cartera de Planificación, es el nivel de
corrupción que hay dentro del gobierno. Admitir que durante 2012 se “llevó el
acceso y uso de los recursos a niveles extremos” para lograr una reelección nos
habla de la gran descomposición moral de quienes hoy gobiernan nuestra nación.
Algunas ONG ya han advertido esta realidad con sus estudios. Según
Transparencia Venezuela, nuestro país es el penúltimo con mayor percepción de
corrupción, solo por encima de Haití.
Pero esa salida evidenció también que
la economía en nuestra Venezuela se ha manejado de manera compulsiva y con
espasmo. Al margen de las necesidades de los venezolanos, solo pensando en
intereses personales y de un partido político. Es muy fácil decir 15 años
después, cuando se queda por fuera de ese proyecto y se es uno de los
principales responsables de esta crisis, que es hora de rendir cuentas al país.
Rendir cuentas al país sería dar
nombres y apellidos de quienes se robaron más de 25 mil millones de dólares de
Cadivi. Señalar a los responsables de que esos recursos no hayan llegado a
comunidades en la que viven venezolanos en la miseria y se van a la cama sin
comer. Si esos recursos no se los hubieran robado, no solo esta comunidad de
nuestro municipio Acevedo, sino las miles de comunidades que hay en nuestro
país en situaciones deplorables, hoy tuvieran carreteras asfaltadas y
transporte público, redes de aguas blancas y aguas negras, electricidad, además
de viviendas, escuelas y ambulatorios de calidad.
La posibilidad de que los recursos por
la renta petrolera se destinen a dar soluciones a los problemas del pueblo, depende
justamente de cada venezolano. Por eso no me cansaré de decir que hoy nos unen
las dificultades. Los problemas nos afectan a todos. Allí la importancia de la
labor que emprenden en sus comunidades líderes anónimos, luchadores de a pie y
sin sueldo que desean el bienestar de toda nuestra Venezuela.
El cambio sí es posible y estamos
obligados a construirlo juntos. Siempre hemos propuesto un gobierno que oriente
y no que controle. Una administración pública al servicio de los venezolanos,
aliada con el progreso y el desarrollo, con instituciones funcionales,
independientes y garantes de la convivencia justa y en igualdad de condiciones
para todo nuestro pueblo. Crear políticas sociales que, en definitiva, le
ofrezcan a los venezolanos educación, salud, empleo, seguridad social y
vivienda. Es tiempo de que la esperanza derrote al miedo.
Cada uno de nosotros tiene una
responsabilidad, la responsabilidad de orientar a los que aun no han abierto
los ojos y a los que están confundidos. Es tiempo de dejar de hablar de
magnicidios y guerras económicas que solo existen en el imaginario de Nicolás y
su entorno.
Y ese es el gran reto, crear un
movimiento social lo suficientemente sólido para impulsar el cambio que arrancó
el año pasado y que tanto necesita nuestra Venezuela. ¡Qué Dios bendiga a
nuestro pueblo!
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