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jueves, 26 de junio de 2014

Ramón José Velásquez, expresidente venezolano

ALFREDO MEZA 25 JUN 2014

Hasta bien entrado el siglo XX los andinos en Venezuela eran considerados hombres de armas y pistolas al cinto. Sobran los ejemplos: los dictadores Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez que gobernaron en este país durante la primera mitad de la pasada centuria. Pero otro andino, nacido en 1916 en San Juan de Colón —en el Estado de Táchira, al occidente del país— fue un intelectual que llegó a presidir el país y rompió con ese estereotipo. Se trata de Ramón José Velásquez, presidente de Venezuela entre 1993 y 1994, fallecido ayer en Caracas el día que se conmemora el aniversario de la batalla de Carabobo, la gesta que emancipó definitivamente al país de la Corona española.

Velásquez es el historiador por antonomasia de Venezuela y su longevidad —vivió casi 98 años— le permitió atestiguar las idas y venidas entre democracia y dictadura en casi un siglo. Se licenció en Derecho en 1942 en la Universidad Central de Venezuela. Se inició en la vida política durante la fase de transición hacia la democracia que inició el general Isaías Medina (1941-1945). Velásquez era secretario privado de quien había sido designado para suceder a Medina, Diógenes Escalante, que no llegó a presidir el país porque enloqueció poco antes del relevo previsto. De ese episodio quedaron muchos libros, una gran frustración para los civiles venezolanos —Escalante iba a ser el primer presidente no militar del siglo XX— y una novela exitosa de Francisco Suniaga, El pasajero de Truman, uno de cuyos protagonistas es Velásquez.

Velásquez también fue director del diario El Nacional, académico de la Historia, senador, diputado y el sucesor que designó el Congreso para completar el segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez (1989- 1994), destituido por la Corte Suprema de Justicia por malversación de fondos. Su nombramiento significó la estabilidad para la enclenque democracia venezolana amenazada por los intentos de golpe de Estado de 1992 y la pasión cada vez más desbordante que provocaba uno de los líderes golpistas, el comandante Hugo Chávez, preso por aquellos días en la cárcel de Yare. Fue un interinato relativamente tranquilo que terminó manchado por un indulto concedido al narcotraficante Larry Tovar Acuña. Su imagen de hombre probo le permitió sobrevivir al escándalo y disimular las reformas liberales iniciadas con ímpetu por Pérez. Al dar paso a su sucesor, Rafael Caldera, Velásquez se retiró de la vida política y se consagró a la escritura.

Era el último mandatario venezolano de la era anterior a Chávez que quedaba vivo. En todos estos años nunca dejó de reflexionar sobre el precio que estaba pagando Venezuela por la corrupción y la deuda social que se acumuló durante los 40 años de Gobiernos civiles (1958-1998).

Tomado de: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/25/actualidad/1403648470_185809.html

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