ALFREDO MEZA 25 JUN 2014
Hasta bien entrado el siglo XX los
andinos en Venezuela eran considerados hombres de armas y pistolas al cinto.
Sobran los ejemplos: los dictadores Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez o
Marcos Pérez Jiménez que gobernaron en este país durante la primera mitad de la
pasada centuria. Pero otro andino, nacido en 1916 en San Juan de Colón —en el
Estado de Táchira, al occidente del país— fue un intelectual que llegó a presidir
el país y rompió con ese estereotipo. Se trata de Ramón José Velásquez,
presidente de Venezuela entre 1993 y 1994, fallecido ayer en Caracas el día que
se conmemora el aniversario de la batalla de Carabobo, la gesta que emancipó
definitivamente al país de la Corona española.
Velásquez es el historiador por
antonomasia de Venezuela y su longevidad —vivió casi 98 años— le permitió
atestiguar las idas y venidas entre democracia y dictadura en casi un siglo. Se
licenció en Derecho en 1942 en la Universidad Central de Venezuela. Se inició
en la vida política durante la fase de transición hacia la democracia que
inició el general Isaías Medina (1941-1945). Velásquez era secretario privado
de quien había sido designado para suceder a Medina, Diógenes Escalante, que no
llegó a presidir el país porque enloqueció poco antes del relevo previsto. De
ese episodio quedaron muchos libros, una gran frustración para los civiles
venezolanos —Escalante iba a ser el primer presidente no militar del siglo XX—
y una novela exitosa de Francisco Suniaga, El pasajero de Truman, uno de cuyos
protagonistas es Velásquez.
Velásquez también fue director del
diario El Nacional, académico de la Historia, senador, diputado y el sucesor
que designó el Congreso para completar el segundo período presidencial de
Carlos Andrés Pérez (1989- 1994), destituido por la Corte Suprema de Justicia
por malversación de fondos. Su nombramiento significó la estabilidad para la
enclenque democracia venezolana amenazada por los intentos de golpe de Estado
de 1992 y la pasión cada vez más desbordante que provocaba uno de los líderes
golpistas, el comandante Hugo Chávez, preso por aquellos días en la cárcel de
Yare. Fue un interinato relativamente tranquilo que terminó manchado por un
indulto concedido al narcotraficante Larry Tovar Acuña. Su imagen de hombre probo
le permitió sobrevivir al escándalo y disimular las reformas liberales
iniciadas con ímpetu por Pérez. Al dar paso a su sucesor, Rafael Caldera,
Velásquez se retiró de la vida política y se consagró a la escritura.
Era el último mandatario venezolano de
la era anterior a Chávez que quedaba vivo. En todos estos años nunca dejó de
reflexionar sobre el precio que estaba pagando Venezuela por la corrupción y la
deuda social que se acumuló durante los 40 años de Gobiernos civiles
(1958-1998).
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