PEDRO CONDE 21 de junio de 2014
Profesor de Geopolítica del Petróleo, UCV
El pasado 28 de mayo pronunció el
presidente Obama un discurso importante en la academia militar de West Point
sobre política exterior. Díjole a los graduandos cadetes que la nación a la
cual servirán todavía lidera el mundo y que no caerá en “military
misadventures” en el exterior. Estados Unidos debe liderar la escena mundial,
afirmó. Pero la acción militar no puede ser la única componente del liderazgo
en cada momento. “Just because we have the best hammer does not mean that every
problema is a nail”, esto es: “Porque tengamos el mejor martillo no significa
que cada problema es un clavo”. Afirmaciones que buscan refutar acusaciones
relacionadas con una presunta debilidad ante la cascada de crisis
internacionales. Prometió otra vez que el último soldado estadounidense saldrá
de Afganistán a finales de 2016. Que existe una amenaza más difusa de grupos
radicales islamistas situados en un arco que va del Oriente Medio al Sahara.
Las amenazas no están centralizadas. Anunció una alianza contraterrorista. Y
referente a Siria, afirmó que se ha convertido en un santuario de terroristas.
Estableció prioridades: las negociaciones nucleares con Irán, el problema
climático, desarrollar una estrategia hacia el este asiático para un acuerdo
transpacífico, al par que prometió defender a los aliados de Estados Unidos en
sus disputas territoriales con China: Japón, Filipinas, Corea del Sur.
Muchos estadounidenses cuestionan que
no se haya instrumentado, como en Libia, una zona “no-fly” en Siria, como la
negativa a suministrar armas al ejército ucraniano, lo ineficaz de las
sanciones a Rusia por su anexión de Crimea, la reducción presupuestaria en
defensa que obliga a reducir personal, bases militares, equipos. Muchos piensan
que esta nación comienza a recorrer la ruta de la declinación que ya
transitaron imperios anteriores, como Inglaterra, es decir, comienzan por la
imposibilidad de financiar el aparato imperial cívico- militar planetario,
aunque Obama dice que no hay tal declinación, pues se logrará lo mismo por
otros medios.
La crisis financiera que explotó a
finales de 2008 y transformose en económica haciendo estragos en el empleo,
aparentemente el capitalismo estadounidense está en trance de superarla. La
economía ha creando puestos de trabajo para situar el desempleo en 6,3%, lo
cual significa una reducción considerable respecto al comienzo del segundo
mandato de Obama. Si continúa ese ritmo de crecimiento, no hay dudas de que
esta tasa alcanzaría, para 2016 o antes, lo que Friedman llamaba “tasa natural
del desempleo”, es decir, entre 3% y 4%, casi pleno empleo.
Rusia desea ser el corazón de una
Eurasia renaciente. Moscú anuncia la creación de una unión económica
“eurasiana” con Bielorrusia, Kazakhstán, Armenia y Kirguizistán, la cual unión
se ampliaría después. En enero de 2015, este conjunto de 170 millones de
personas debe instrumentar una política económica concertada en agricultura,
energía, transportes e industria. Propone la libre circulación de los
habitantes, de los productos y servicios, de los capitales, tomando como
ejemplo la Unión Europea. Una Eurasia nueva sobre la cual planea la sombra de
Ucrania. Con 20% de las reservas mundiales de gas, 15% de las de petróleo, en
un mercado de consumo en expansión. Esta unión afirma más a Rusia con su doble
carácter de pertenecer a Asia y Europa, pero la incomoda la desconfianza de
esta en cuanto sus intenciones, las rusas.
En general, Asia Central ha sufrido
una transformación dramática a causa de la atención internacional y el interés
focalizado en la región considerada, antes de 1989, como una periferia rusa y
como área con poca importancia estratégica. Después del desmembramiento del
imperio soviético, la región ha experimentado una serie de problemas y una
transición bastante complicada de un autoritarismo soviético hacia una sociedad
más abierta, de una orientación secular a un renacimiento religioso, de una
economía estatizada hacia una de mercado con valiosos recursos energéticos.
Debido a los talibanes, Estados
Unidos, Rusia y China comienzan a interesarse por la región en función de la
paz y estabilidad de Asia central para su propia seguridad. Tuvieron la
habilidad de poner a un lado sus diferencias geopolíticas con el fin de
combatir los talibanes y Al-Qaeda, quienes a raíz de los sucesos de 11-9-2001
emprendieron una gran actividad en esta región, que se vio envuelta en una
intensa lucha internacional contra las fuerzas religiosas extremistas y el
crimen transnacional, lo cual se acentuó con la derrota de los talibanes en
Afganistán, pero aumentando la tensión entre las grandes potencias. Los estados
de Asia central se encontraron en medio de esta lucha y ofrecieron sus territorios
y espacios aéreos para ser utilizados por la coalición antiterrorista. Bien que
las grandes potencias no han abandonado en la zona sus particulares y vitales
intereses geopolíticos y geoeconómicos que, por lo demás, no siempre coinciden.
Ahora, con la salida de las fuerzas
militares de la OTAN de Afganistán, esta región se complica políticamente.
Revive el talibán. Aumenta la inestabilidad, la controversia, se hace más
difícil alcanzar la paz. Cundirá la inseguridad para las actividades
energéticas: petróleo y gas, al proponerse el talibán expandir su influencia
cuando Occidente abandone definitivamente Afganistán. Comenzará así una nueva
etapa en la región: competición aguda entre las grandes potencias oxigenada por
numerosos factores, siendo principal el energético.
China busca más peso
internacionalmente, le preocupa que la región pueda utilizarse contra sus
intereses. Sus crecientes necesidades energéticas la ha llevado a celebrar
diversos acuerdos de cooperación con estas naciones. Vladimir Putin está
desesperado por recuperar y mantener la influencia que tenía Rusia cuando
existía la Unión Soviética, máxime después de que Georgia y Ucrania miran hacia
Occidente. Y Estados Unidos con la “Marcha de la Libertad” tiene mucha presión
nacional e internacional para evitar que estos países, muchos con regímenes
autoritarios, no usen el combate antiterrorista como excusa para infringir
principios democráticos y los derechos humanos.
De modo que esta parte del planeta,
Asia central, ha pasado de una oscura región asociada con radicales islámicos a
otra donde forcejean las grandes potencias: Rusia buscando concretar su
verdadera política exterior. China probando transformar prosperidad económica,
poder económico, en una herramienta de dominación. Estados Unidos mostrando su
habilidad para promover un cambio liberal global.
Como el trasfondo de este pugilato
estratégico es la energía proveniente del petróleo y del gas, conviene
preguntarse qué papel geopolítico juega Venezuela con sus inmensas reservas
probadas, las más grandes del mundo: 297.600 millones de barriles. ¿Significa
la incursión de China en Venezuela su deseo de dominación, de asegurar energía,
y arrojará un forcejeo con Estados Unidos? ¿Seguirá la OPEP ocupándose
únicamente que de topes de producción y defensa de los precios? ¿O está llamada
a desempeñar un papel más trascendente en la geopolítica mundial?
Conviene además señalar que en América
del Sur destaca la inestabilidad,
ingobernabilidad, en la sociedad venezolana, arrojada, entre otros factores,
por el origen muy cuestionado de la presidencia de Maduro, por la injerencia
cubana, la acentuación de la pobreza, los estragos de la inflación, el
paroxismo devaluacionista con fines fiscales, privilegia importaciones masivas
al desestimular la producción nacional, la entrega y subasta de riqueza y
recursos nacionales, la hipertrofia del Estado originando ineficacia, pésimos
servicios públicos, y, principalmente, el propósito de instrumentar un modelo
comunista rechazado por la gran mayoría de la población, a la par que pretende
entronizarse en el poder permanentemente con todo tipo de cuestionables
maniobras electorales (dicen a cada rato: “La revolución llegó para quedarse”);
mejor dicho, no creen en la alternabilidad en el poder, en el pluralismo
político, ideológico, como lo demuestran las actuaciones desde la Asamblea
Nacional, el deterioro institucional a causa de la partidización en todas las
esferas del Estado, el sectarismo, el odio, la exclusión no solo del que
disienta sino también del que no apoye activamente esta acción política
antinacional que, para rematar, lo consideran enemigo, antipatriota, provocando
indignación por haber nacido y crecido al fragor de los valores de la
nacionalidad. Pero este resentimiento surgido de insistir con la
malintencionada propaganda oficial en que una gran parte de la población no
está en su país podría explotar y las consecuencias serían imprevisibles.
En fin, es un régimen antidemocrático
que, además, bloquea el libre juego de las fuerzas sociales para el cambio y el
progreso en el marco de las libertades en general y en particular de la
libertad de expresión y de prensa. Entonces, hay inseguridad jurídica, Estado
de Derecho nulo, desorganización, involución y destrucción nacional, puesto que
el territorio, el asiento de la república, corre altísimo riesgo al descuidar
la reclamación del Esequibo, los 640.000 kilómetros cuadrados de áreas marinas
y gran parte de los 400.000 kilómetros cuadrados de Guayana, así como la
calidad biológica del venezolano azotado por la pobreza y carencias de todo
tipo.
Para colmo, sus recursos minerales se
entregan, se subastan, sus profesionales emigran. 57% de los médicos del país
se ha ido. La oposición no se percata de la gravedad de la crisis a juzgar por
su impresionante y cómplice tranquilidad. ¿En estas condiciones, puede Maduro
sacar al país de la crisis? “Por sus obras los conoceréis”, dice la Biblia.
¿Puede Venezuela sumida en esta calamidad como miembro fundador de la OPEP
contribuir asía que esta evolucione y a formular una estrategia acorde con los
retos geopolíticos del mundo actual? Reflexione, presidente Maduro. Venezuela
necesita un cambio de rumbo. Permítame sugerirle que comience visitando la
frontera con el Esequibo. ¡Piense geopolíticamente!
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