Por Benigno Alarcon, 12/06/2014
Los líderes son espejos de sus sociedades.
Antes de comenzar a escribir estas líneas un amigo y vecino al que me encuentro todas las mañanas muy temprano, porque hacemos ejercicio en el mismo sitio, al ritual matutino de expresar los buenos días y preguntarle ¿cómo estás?, me responde de manera nada habitual: “esperando la liquidación porque mi empresa decidió cerrar e irse del país”.
Una respuesta como esta se ha vuelto un denominador común que ha tocado la vida de mucha gente desde hace ya algún tiempo, pero cuando uno la escucha de alguien que conoce bien y es un hombre productivo de algo más de 50 años, sabe que la salida no es fácil y por ello a mi pregunta: ¿qué vas a hacer?, la respuesta fue: “cualquier cosa, lo importante es estar productivo”
Situaciones como esta, sumadas a otras aún más graves como la pérdida de un familiar víctima de la inseguridad, la falta de atención médica, la escasez de medicamentos, o la ausencia de expectativas de los jóvenes para quienes no hay trabajo, y si lo encuentran lo que si no consiguen es que los números y los sueños cuadren, hacen del día día una dinámica perversa en la que la desesperanza alimenta la inacción, y ésta a una inercia en las que más que víctimas de una situación estática, nos sentimos pasajeros pasivos, casi rehenes, de un tren manejado por otros en dirección contraria al destino deseado por muchos de nosotros, sin que estemos muy seguros de si los demás tienen alguna idea sobre hacia dónde vamos o si confían ciegamente en el chofer de la locomotora sin darse cuenta que, como en las películas, el puente está roto y vamos inevitablemente hacia un precipicio.
Algunos, se dice que los más racionales, han decidido bajarse del tren con sus maletas y buscar otro destino porque quedarse a esperar un cambio de rumbo u otro desenlace puede ser muy costoso. Otros, porque no podemos o porque no queremos, y es aquí cuando podríamos discutir pero no lo haremos si el amor es racional. Hemos decidido quedarnos para tratar de cambiar el rumbo y por momentos, como el actual, comenzamos a preguntarnos si ello es posible.
Humildemente debo reconocer que no tengo la respuesta, pero sin el menor ánimo de convertirme en historiador y menos en brujo, pero sí creo en aquel cuento de quien, encontrándose perdido en una encrucijada, sin saber si tomar la izquierda o a la derecha para llegar a su destino, ve el letrero en el piso y se da cuenta que para saberlo era necesario ver por el retrovisor y así tener claro de dónde venía.
Los líderes son espejos de sus sociedades
¿Cómo se explica que un hombre como Adolfo Hitler haya liderado Alemania, uno de los países más cultos del mundo para su momento, hacia acciones como la confrontación con el resto del Europa y el genocidio de una parte importante de su propia población, por sus raíces judías?. ¿Por qué Nelson Mandela fue elegido presidente de Sudáfrica?
Goldman, Boyatzis y McKee (2002) reconocen que el liderazgo es un fenómeno social que se explica por lo que ellos llaman ¨resonancia emocional¨ que es, aunque con algunos aderezos adicionales, lo que llamamos empatía.
Los dos ejemplos mencionados, aunque se trata de líderes bastante distintos entre sí, ambos son el espejo de sus propias sociedades, o sea la imagen que mejor expresaba sus propias carencias, miedos, esperanzas, odios e incluso patologías. Tanto en el caso de Alemania, en el de Sudáfrica, y también en el de Venezuela, la gente buscaba un vengador que fuera expresión de sus propios odios, traumas y esperanzas. Los alemanes escogieron a Hitler para salir del estado de aislamiento traumático en el que quedaron después de perder la Primera Guerra Mundial. La población afrodescendiente de Sudáfrica escoge a Mandela, un líder negro, para confrontar a los opresores blancos. Mientras que en Venezuela se escoge a un Teniente Coronel golpista porque ya había demostrado su decisión de acabar con el bipartidismo que había monopolizado el poder político por cuarenta años y al que se le responsabilizaba de no haber distribuido la enorme riqueza del país de manera justa.
Las sociedades confortablemente balanceadas se identifican con líderes equilibrados y poco estruendosos que no arriesguen su estabilidad, tal como sucede con la Noruega de Elna Solberg, la Suiza de Didler Burkhalter, líderes de los que posiblemente muchos de nosotros ni tan siquiera hayamos oído hablar, pero que gobiernan dos de las democracias mejor evaluadas en el mundo. En sentido contrario, una Colombia harta de los secuestros y ataques guerrilleros buscó su solución en un hombre duro como Uribe que odiaba a la guerrilla tanto como la mayoría de los colombianos, para que emprenda su exterminio. Chávez es escogido tras un intento fallido de golpe de estado para que cumpla su promesa de freír las cabezas de Adecos y Copeyanos que por cuarenta años monopolizaron el poder, y por lo tanto eran responsables de todos los males, principalmente de la pobreza.
Las patologías, odios o traumas que hacen que una sociedad se incline por líderes extremos no se superan con facilidad, y ello explica el por qué de la coherencia en las opiniones y actitudes que mantienen viva la polarización en la que vivimos en Venezuela, y de la cual sacan provecho quienes manipulan estas emociones, exacerbándolas para conectar con las emociones más básicas de la gente, en vez de buscar su superación, como en su momento hicieron estadistas responsables como Nelson Mandela, a riesgo de los cuestionamientos a su propio liderazgo.
Es así como, con base en estas emociones, líderes tales como Hitler, Castro, Perón, Allende, Pinochet, Franco y Chávez, entre muchos otros, tejieron una narrativa cónsona con las emociones de sus seguidores a partir de la cual se colocaron los fundamentos de la mitología necesaria para sostener su propio liderazgo. En el caso de Venezuela, como muy bien nos lo cuenta Ana Teresa Torres en La Herencia de la Tribu (2009), la mitología chavista se teje a partir de una narrativa que conecta en una especie de surrealismo mágico nuestros capítulos excepcionales de rebeldía indígena con la ¨gesta bolivariana¨, en un ¨proceso¨ continuo que se extiende hasta el día de hoy con un ¨hombre nuevo¨, que sigue buscando una independencia que por indefinida cambia de forma y contenido para adaptarse a las necesidades políticas de cada momento, haciéndose por lo tanto tan etérea como inaprehensible, y cuya mejor expresión está en la frase, ya popularmente adoptada en tono jocoso, ¨no tenemos (harina, azúcar, agua, aceite, medicinas y pare usted de contar) pero tenemos patria.¨
Es espejo roto
El chavismo, como suele decir Ángel Álvarez, se ha sustentado sobre tres pilares: carisma, clientelismo y represión, o lo que otros definen como la trinidad: pueblo, petróleo y armas.
En relación al carisma, que es el vínculo de empatía emocional con el pueblo, nos encontramos con que así como los espejos se rompen, la identidad de las sociedades con sus líderes también, y si bien es cierto que el espejismo de Chávez resultó más longevo, incluso que la mayor parte de los líderes democráticos del mundo, la historia es muy distinta cuando se trata de heredar esa conexión emocional con la gente. Es así como hemos visto producirse el descenso continuo de Maduro desde su ascenso al poder, ayudado por algunos problemas que dieron paso a una de las peores crisis económicas de las que se tenga memoria, como pasivo de aquella misma herencia.
Si al problema de la crisis política, derivada de la ruptura de la empatía emocional, le agregamos el de la crisis económica, por el déficit de recursos, terminamos frente a un gobierno cuya sustentabilidad depende del equilibrio precario que se pueda mantener sobre el tercer pilar, o sea el de la represión.
En circunstancias de gobernabilidad precaria como la descrita, las democracias suelen resolver su problema mediante la vía de la relegitimación política, lo que implica la renovación del liderazgo para, a partir de allí, ejecutar las medidas necesarias, a veces con altos costos, pero con la ventaja que otorgan las expectativas positivas depositadas en un nuevo gobierno.
Pero cuando el gobierno en cuestión no creen en la alternabilidad política, el manejo de las crisis de gobernabilidad suele hacerse de manera diametralmente opuesta, o sea no mediante el relevo y la renovación sino mediante el control político. En tal sentido, los gobiernos con vocación autoritaria no responden a estas crisis negociando una transición en el poder, al menos que las circunstancias no les dejen otra salida, sino que por el contrario evitan cualquier movimiento que pueda arrastrarles hacia una transición y tienden a cerrarse políticamente mediante un control mucho más hegemónico. Para ello, en medio de crisis económicas, como la que atraviesa Venezuela, los recursos escasos suelen concentrarse en las inversiones esenciales para mantener el poder, o sea en aquellos actores e instituciones que harán la diferencia entre mantenerse o caer.
En tal sentido, en una situación de recursos escasos, los autoritarismos exitosos que logran mantenerse en el poder no invierten sus recursos en desarrollo, infraestructura, ni se arriesgan en procesos de ajustes económicos, sino que suelen concentrar los recursos disponibles de manera preferencial en dos asuntos: represión y propaganda.
La combinación represión-propaganda, ha demostrado a lo largo del tiempo, en regímenes que han pasado por coyunturas tan o más precarias que las de Venezuela, ser una formula muy eficiente para quienes tienen como objetivo mantener el poder por encima del bienestar o el desarrollo del país. Esta ha sido la fórmula utilizada por Castro para mantener el poder durante más de 50 años, pese a las condiciones de precariedad que se viven en Cuba. De la misma forma, Duvalier, dictador vitalicio de Haití, echó mano de esta fórmula durante 14 años para mantener el control más absoluto de su país, uno de los más pobres, no solo del continente sino del mundo. Y fuera de nuestro continente, la historia se repite con el régimen establecido por Mugabe en Zimbaue desde 1987 hasta hoy, así como con la Junta Militar que ha gobernado Birmania desde 1964 hasta el 2011.
Es así como en momentos de dificultades para el gobierno como los actuales, y aunque no tengamos los números a mano, es evidente la proliferación obscena de campañas publicitarias, la compra de espacios radiales y televisivos e incluso de medios de comunicación. Asimismo, quienes han participado o se han acercado a alguna de las muchas concentraciones, marchas o protestas se sorprendieron de ver adquisiciones recientes en vehículos antimotines chinos de última generación, así como funcionarios cabalgando en motos recién adquiridas, portando armas que no habíamos visto y ataviados, cual cruzados de una nueva religión, con armaduras tan eficientes como intimidatorias al mejor estilo de Robocop o la Guerra de las Galaxias. Pero la inversión en represión no termina allí, simultáneamente se aumenta el poder de la FANB subiéndolos al barco de los privilegios de ser gobierno para persuadirles de remar en el mismo sentido y achicar el agua para no morir en la orilla, mientras se inaugura el Banco de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y en breve una televisora operada por el mismo consorcio no solo militar, sino también político-económico. Pero como los recursos públicos no alcanzan para todo el aparato represivo aguas abajo, que incluye no solo a los armados sino a fiscales que levantan expedientes, jueces que ¨aplican las leyes¨, entre otros, algunas modalidades de emprendimiento individual y colectivo comienzan a proliferar entre cuerpos militares, paramilitares, policiales, jueces, etc. que, ante la mirada tolerante del gobierno, estructuran sus propias redes de negocios legales o no, como formas de auto-financiamiento del aparato represivo.
El problema en muchas ocasiones es la sustentabilidad del negocio público de la propaganda y la represión, al que progresivamente se van sumando actores públicos o privados que, en una forma u otra, buscan participar para tratar de atrapar una parte de los cuantiosos recursos que se distribuyen por esta vía. Es así como al espectro de actores se suman publicistas, creativos, artistas, contratistas, jueces, abogados, consejos comunales, entre muchos otros. Simultáneamente, mientras la propaganda y los medios represivos se multiplican, bienes básicos como leche, carne, harina, pasta, medicamentos, entre muchos otros van desapareciendo o están disponibles solo para quienes puedas pagarlos a los precios que impone una oferta inexistente.
Tendencias peligrosas: la pragmatización económica.
Primera: en el actual momento hay algunas señales contradictorias entre la adopción de la formula propaganda-represión y el avance hacia un modelo económico más pragmático, al estilo actual de China o Rusia, con mucha apertura económica hacia lo internacional y mayor centralización hacia lo interno, con cierre casi absoluto en lo político.
Este modelo, que es el mismo hacia el que pareciera avanzar con pasos muy pequeños Cuba, no implica una transición democrática sino la implementación de un modelo económico con mayor viabilidad que podría mejorar la base de sustentación de un régimen que mantendría su condición autoritaria. La salida de Giordani del Banco Central y el fortalecimiento del dúo Ramírez – Merentes, junto el anuncio a la banca internacional de inversión sobre la unificación cambiaria y el aumento de los precios de la gasolina, parecieran ser señales de la inminente implementación de un paquete de medidas económicas que apuntan en sentido a una pragmatización económica que se asumiría en el corto plazo, quizás aprovechando el receso que el Mundial de Fútbol y luego las vacaciones estudiantiles podrían otorgar a la conflictividad política.
El problema es que un paquete de ajustes de las dimensiones del que el país necesita asumir, siempre significará un impacto crítico en la vida de la gente, y por lo tanto la disposición del gobierno a asumir importantes costos políticos. Emprender un giro de timón de este tipo exige, generalmente, contar con unos niveles de legitimidad política muy altos que permitan mantener la gobernabilidad del país o, en su defecto, la disposición a ejercer una represión feroz para mantener el control de la situación. Si consideramos que tales niveles de legitimidad no son justamente el capital con el que cuenta el gobierno, la necesidad de volver a la formula propaganda-represión, pareciera inevitable. La pregunta es si el gobierno podrá avanzar en los ajustes económicos al tiempo que mantiene el control del país por la fuerza, o si los costos de la represión necesaria le harán retroceder y abortar los ajustes para mantenerse en un camino, menos peligroso que el de las terapias de shock, como es el del actual deterioro progresivo.
A esto debemos sumarle que el receso de la conflictividad política podría ser engañoso si se toman en cuenta dos potenciales detonantes: la posible detención de María Corina Machado y las protestas en Brasil, que amenazan ser el principal atractivo turístico entre partidos de este Mundial, y que podrían constituirse en detonante de nuestras propias movilizaciones.
Segunda: mientras el gobierno se dedica a entender cómo se arma el rompecabezas económico, al tiempo que apaga uno que otro incendio aquí y allá, la oposición paga los platos rotos de su ingenuidad al quedarse desnudos y con las manos vacías en medio de un diálogo que resultó ser una trampa caza-bobos, que terminó sirviendo al gobierno para acabar de dividir a la oposición y llevar sus niveles de aprobación a lo más bajo que han tenido en muchos años. Al presente momento solo la oposición habla de la necesidad de diálogo, mientras el gobierno se dedica a los temas que le resultan más importantes, y UNASUR, tras haber cumplido eficientemente el rol que el gobierno esperaba de ellos, se retira discretamente de la mesa como testigos mudos, aunque no de buena fe, de un diálogo que no paso de tertulia. En conclusión, y como dijimos muchas veces, diálogo sin negociación no va a ningún lado, y sin protestas el gobierno no tenía nada que negociar, por lo que terminadas las protestas se terminaría también el diálogo. Y, volveremos a hablar de esto sí, y solo si, volvemos a protestar.
Tercera: mientras todo esto sucede, la comisión de Diputados para la elección de nuevos rectores abandona también el diálogo y se paraliza en medio de la selección de miembros de la sociedad civil para conformar el equipo que revisaría las credenciales de los postulados a rectores del Consejo Nacional Electoral, al tiempo que el Tribunal Supremo de Justicia, ante la baja posibilidad de que en la Asamblea se llegue a un acuerdo de sus dos terceras partes para el nombramiento de las nuevas autoridades electorales, da carácter vitalicio a los actuales rectores, quienes solo perderán su condición por el nombramiento de los nuevos.
Cuarta: el gobierno comienza a preparar su artillería pesada de cara a las elecciones legislativas del 2015, para lo cual, siguiendo la receta Chávez, se remozan las expectativas distributivas-clientelares a partir de al menos dos iniciativas: El Plan Especial para la Articulación de Misiones y Grandes Misiones, y el avance hacia el Estado Comunal, lo cual podría tener efectos sobre la distribución circuital e incluso apuntar hacia la vieja aspiración de implementar un sistema de elección de segundo grado, o sea: Usted elige a los representantes de su Comuna, y ellos eligen a los legisladores y autoridades nacionales. La pregunta es si las expectativas que estas propuestas buscan crear son sostenibles en las actuales circunstancias y sin recursos que las sostengan, o si la formula propaganda-represión se terminará imponiendo de manera inevitable.
Como dice el refrán popular, amanecerá y veremos, mientras tanto tendremos que seguir hilando fino para comprender realmente en dónde estamos parados hoy y que posición asumir.
http://politikaucab.net/2014/06/12/el-faro-7/
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