Por Pedro Pablo Fernández, 09/03/2016
Fidel Castro cuando vino a la toma de
posesión de su amigo Carlos Andrés Pérez en 1989, dijo: “Yo le envidio a
Venezuela más el agua que su petróleo”
Por lo menos en esto estoy de acuerdo con Fidel Castro. El agua es un
recurso natural demasiado importante y nos hemos dado cuenta de que no es tan
renovable como nos dijeron en el colegio. Es indispensable para la vida, la
necesitamos para el consumo humano, para el riego y para producir electricidad.
Venezuela tiene ríos, lagos y lagunas, que dirigen sus aguas hacia
grandes cuencas hidrográficas como pocos países en el mundo, y las estamos
perdiendo por la contaminación y la falta de inversión.
El Lago de Valencia es el cuerpo de agua dulce sin desagüe al mar más
grande de Venezuela y representa 0,3% de la superficie del país. Los vertidos
de aguas residuales domésticas e industriales lo han convertido en una cloaca.
Este es el mejor ejemplo, pero no el único, de cómo la falta de inversión en
plantas de tratamiento y de control de los vertederos de aguas residuales están
acabando con nuestras fuentes de agua.
Venezuela tiene enormes posibilidades de incrementar su producción de
alimentos, pero necesita agua. Podemos ampliar la frontera agrícola de 30
millones de hectáreas a 45 desarrollando proyectos que tienen años esperando
(el Uribante-Caparo en Barinas, el proyecto de las Majaguas en
Portuguesa-Cojedes, la Cuenca del Unare y la Mesa de Guanipa en Anzoátegui, los
módulos de Apure, los Valles de Aroa, las cuencas del Tiznado y Orituco).
Solamente con el agua dulce que hay en el Delta del Orinoco tenemos para
producir todo el arroz que consumimos los venezolanos y nos sobra para
exportar.
La fuente de electricidad más importante es la hidroeléctrica porque es
renovable y no contamina. Noruega, país petrolero como el nuestro, invirtió
parte de la enorme renta petrolera de los últimos años para desarrollar
centrales hidroeléctricas que hoy cubren 100% de su demanda eléctrica, y se
estima que en los próximos años abastecerán energéticamente a toda Europa.
Es urgente declarar el problema del agua como prioridad nacional y
convocar ya la conformación de una comisión de Estado con los mejores
especialistas, que los tenemos en Venezuela, para desarrollar un plan que
permita salvar nuestras cuencas hidrográficas y ponerlas al servicio del
desarrollo y de una mejor calidad de vida para los venezolanos.
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