Por Leonardo Morales
Cuando los individuos no
atendemos a tiempo las amenazas las consecuencias se hacen presentes y quizá no
sería desatinado afirmar que producto de su distracción algo parecido ocurre a
los nacidos o habitantes de esta tierra llamada Venezuela.
Desconcierto, alarma y muchos
otros calificativos ha levantado la última sentencia, si acaso lo es, algunos
dicen que se trata de un fallo viciado, en la cual pareciera que el Poder
Judicial ata de manos al Poder más recientemente legitimado, el legislativo.
Hay muchísimas razones para levantar la voz, para encender las alarmas ante
semejante decisión del TSJ, pero ahora muy apurados y preocupados. Por allá,
finalizando al año 2009, la “filósofa” de la división de los poderes del Estado
posmoderno, Luisa Estella Morales, en ese entonces presidenta del TSJ, nos dijo
públicamente: “No podemos seguir pensando en una división de poderes porque eso
es un principio que debilita al Estado.”
Poco o nada se dijo, pero lo
que en verdad la magistrada añoraba era a un Estado despótico, cuya
caracterización ya había adelantado Montesquieu cuando describía las
consecuencias que tendrían lugar cuando uno de los tres poderes terminaba
siendo administrado por otro: “Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo
de magistrados se hallan reunidos el poder ejecutivo y el poder legislativo,
no existe libertad […] Tampoco hay libertad si el poder judicial no se
halla separado del poder legislativo y del poder ejecutivo.” A lo que aludía
Charles Louis de Secondat era a la necesidad de frenar a un poder que
confrontado con otro se vería impedido a actuar sin límites hasta corromperse e
inevitablemente convertirse en el desiderátum chavista, en despótica.
La sentencia del TSJ, si acaso
lo es, no es más que un canto al más duro despotismo. Cuando el TSJ, a través
de la Sala Constitucional, le advierte justamente que quien los nombró, órgano
recientemente legitimado por el pueblo, que no puede revisar sus actos sobre
una sospechosa selección de sus integrantes, no hace más que levantar inmensas
dudas acerca de las cualidades de los recién nombrados. El TSJ les extiende en
acto de esplendorosa generosidad un certificado de competencia e independencia
para ejercer las funciones de magistrados. Importa poco si días antes algunos
de los integrantes exprés del TSJ ocupaban una curul en la AN, representando
justamente a un sector político que había sido rotundamente derrotado,
circunstancia que va a contrapelo de los argumentos del TSJ. Ahora al pisar el
templo de la honorabilidad judicial adquirieron una majestad que nadie deberá
poner en dudas.
Estos hechos no deben hacer
declinar el entusiasmo por construir un régimen democrático y decente, por el
contrario, obliga a elevar la moral de los demócratas en su empeño.
Nuevos eventos se irán
desarrollando donde la nueva mayoría podrá ir ocupando nuevos espacios de poder
y para ello es fundamental la organización ciudadana para que en el plazo que
corresponda Venezuela pueda convertirse en una República libre y no despótica,
democrática y no autoritaria, valores éstos de los que adolece el actual
régimen.
04-03-16
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