Por José Guerra
“Si gana Maduro, este país en
poco tiempo va a llorar lágrimas de sangre”. Ese fue mi vaticinio hace justo
tres años, cuando se nos planteaba una nueva elección presidencial, y muy a mi
pesar el tiempo me ha dado la razón. Era algo perfectamente predecible, todas
las señales estaban allí, muchos otros analistas lo advirtieron. Hoy puedo
afirmar, incluso con mayor certeza y conocimiento de causa, que si Maduro no
sale de la Presidencia no hay salida posible de la grave crisis económica y
social que atravesamos, y eso incluso si mañana el precio del petróleo
retornara mágicamente a cien dólares por barril.
Resulta claro que este régimen
que no tiene remedio, que perdió todo contacto con la realidad y que dedica
todas sus energías a mantenerse en el poder y repartirse el botín. Esta es la
hora en que todavía no anuncian un nuevo esquema cambiario, simplemente porque
no se ponen de acuerdo en el tamaño de la tajada cambiaria que le toca a cada
una de las facciones que sostienen al régimen. Al mismo tiempo, se le pide a la
población que siembre su comida, apague la luz y colecte su propia agua, porque
el Estado ya no garantiza ni lo más básico. Leo con estupor que, como parte de
un fulano Plan Matacola, ya en Trujillo la venta de productos básicos se hace
por sorteo: toman la cédula laminada de quienes estén en cola a las seis de la
mañana, las meten en una caja y van sacando la cédula de los afortunados que
podrán comprar ese día. El colmo, hacer cola para participar en una rifa.
Llegamos a un punto donde resolver el problema económico de la gente pasa
necesariamente por resolver el problema de la transición política. No es la vía
más expedita, pero ya no queda otra vía.
A propósito de los resultados
del 6D, el exparlamentario oficialista Fernando Soto Rojas resumía sabiamente
que “la oposición nos dio con la misma mandarria que le dimos en 1998”,
resaltando con ello el enorme poder que tiene la voluntad popular. Escribo
estas líneas cuando todavía la Unidad no anuncia el mecanismo constitucional
para reemplazar a Maduro, pero ya sea enmienda, revocatorio, renuncia o una
combinación de mecanismos, queda claro que, en última instancia, las fuerzas
del cambio siempre pueden apelar al poder constituyente para destrabar el
juego. El régimen no se puede atrincherar indefinidamente en una estrategia de
desgaste, pues la mayoría cuenta con la mandarria constituyente, que le permite
“convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el
Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”
y, por si fuera poco, en dicha empresa “los poderes constituidos no podrán en
forma alguna impedir las decisiones” de dicha Asamblea. No es lo ideal, de
hecho no está planteada como la primera opción, pero si los factores en el
poder insisten en su miopía estratégica, no quedará otra alternativa sino
refundar la República.
06-03-16
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