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domingo, 13 de marzo de 2016

Misericordia y justicia, por @felixpalazzi



FÉLIX PALAZZI sábado 12 de marzo de 2016

La misericordia suele confundirse con la lástima al necesitado o a quien se encuentra en situación de pena. También suele entenderse cómo la actitud de quien, creyéndose moralmente superior a los demás, condona una pena o se solidariza con alguien a quien considera en una situación de minusvalía moral. En estos tiempos tan complejos en los que vivimos urge pensar la misericordia y su relación con la recuperación de los vínculos sociales.

El papa Francisco explica que "la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Dios revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un 'amor visceral'. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón" (Misericordiae Vultus, 6).

En este sentido, la misericordia es mucho más que una lista de acciones que hay que cumplir, como pueden ser la práctica de obras corporales y espirituales. Hoy más que nunca necesitamos aprender a tener una mirada sincera y redescubrir los efectos de vivir misericordiosamente nuestras vidas cotidianas. En especial en un año en el que los cristianos celebran un jubileo extraordinario.

La oración jubilar que dicen los papas al abrir las puertas santas reza: "ábranse las puertas de la justicia, entrando por ellas encontraré al Señor". En este jubileo extraordinario se nos invita a descubrir que la misericordia y la justicia se implican mutuamente. Pero, ¿cómo vivir esta compleja relación entre ambas en medio de una sociedad tan fragmentada y polarizada como la nuestra? ¿Es posible mirarnos sinceramente y ser capaces de revisar nuestras actitudes e historias personales para retomar el camino del bien común?

La misericordia y la justicia son hoy, sin lugar a dudas, signos de los tiempos necesarios en una realidad cada vez más injusta y desigual, cada vez más fragmentada y excluyente. Son signos que claman a muchos que parecieran ser indolentes e indiferentes ante los graves problemas que vive la mayoría del país, como son la escasez y la inseguridad.

Para comprender la misericordia lo primero es saber que solo "quien realmente ha sido tocado por la misericordia se hace misericordioso". La misericordia no es la práctica de un voluntarismo o el acatamiento de una lista de acciones que han de cumplirse cabalmente para recibir alguna gracia especial. Se es misericordioso cuando se experimenta en la propia existencia a la misericordia misma. Por tanto, vivir misericordiosamente tiene sentido cuando se descubre a un Dios misericordioso y se trata compasivamente al hermano. No somos misericordiosos con los demás para que Dios sea un día misericordioso con nosotros, sino que valoramos la misericordia como una realidad gratuita porque así es Dios con todos, sin exclusión. Es por ello, pues, que quien ha sido tocado por la entrañable misericordia divina, en lo más íntimo y real de sí, vive misericordiosamente con los demás.

A partir de este presupuesto se puede percibir con claridad la relación que existe entre la misericordia y la justicia. Ser justos significa restablecer los vínculos de unidad fraterna perdidos en los espacios fundamentales de nuestra existencia, como son la familia y el trabajo, entre otros. Ser justos nos lleva a vivir con honestidad y a mirar con sinceridad. Es la forma de salir de nuestras oscuridades y empezar a forjar un futuro común. Queda el reto: "¡no nos dejemos robar el espíritu de comunidad!", de nación (Evangelii Gaudium 92).


Félix Palazzi
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi

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