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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Densificar la ciudad por @marconegron


Por Marco Negrón


El tema aparece de manera recurrente en las discusiones pero casi siempre de forma más bien pueril: ¿cabe más gente en Caracas? La última vez lo pusieron sobre el tapete, precisamente en esos términos, un Chávez cada vez más convencido de ser el Emperador de la Galaxia y su genuflexo arquitecto. Empezaron entonces a sembrar todos los espacios “vacíos” de la ciudad con los mastodónticos y desangelados edificios (que ellos prefieren llamar “urbanismos”, una manipulación semántica que busca disimular la in-digencia conceptual de tales operaciones) de la Gran Misión Vivienda.

La cuestión es ciertamente mucho más compleja y está en el centro mismo del debate urbanístico actual expresado sintéticamente en la disyuntiva ciudad dispersa vs. ciudad compacta, representada la primera por el suburbio estadounidense, integrado por viviendas unifamiliares aisladas y de uso exclusivamente residencial, posibilitado por la explosiva expansión del automóvil privado al final de la segunda guerra mundial. La segunda en cambio se inspira en la ciudad histórica europea (y en cierto grado la latinoamericana), concentrada en un espacio relativamente reducido, con mezcla social y de usos y en gran medida recorrible a pie.

Si en la euforia de la postguerra tendió a imponerse el primer modelo, hoy él muestra todas sus debilidades: costos excesivos por el largo tendido de las redes de infraestructura, agotadores viajes al trabajo y a otras actividades de la vida cotidiana, exagerada dependencia del auto privado, monotonía de la vida social, segregación y exclusión, muerte del centro urbano. En última instancia, déficit de ciudadanía.


Basta comparar Caracas con otras ciudades de tamaño semejante pero la calidad de la vida urbana reconocidamente superior para comprobar que ella tiene una densidad (habitantes por km2) sensiblemente inferior, pero la cuestión no se resuelve “metiendo más gente” como ha pretendido la GMVV sino, en los sectores ya consolidados de la ciudad, produciendo renovación urbana, es decir planes integrales de vivienda, espacio público y equipamiento urbano, que además propicien la mezcla de usos y la social así como vida urbana las 24 horas.

Aunque con considerable éxito Caracas ya ensayó esa solución en la década de 1940 con El Silencio, ella ha estado ausente de las actuaciones de densificación urbana posteriores, incluso en municipios que se suponen tan eficientes y modernos como Chacao y Baruta, lastrados por ordenanzas obsoletas. El caso de la urbanización Campo Alegre, una de las más caras de la ciudad, es emblemático: un incremento notable de la densidad pasando de viviendas unifamiliares aisladas a multifamiliares que triplican o cuadruplican la altura de las preexistentes, sin cambios ni en el espacio público ni en el equipamiento: un pedazo de ciudad de gran centralidad cuyos habitantes no pisan las mezquinas aceras ni la vieja y hermosa plaza, convertida en reliquia sobreviviente de otros tiempos. Algo similar está ocurriendo en El Rosal y Las Mercedes con la variante de que ahora el tránsito es a oficinas y comercios.

Los incrementos de densidad son una oportunidad para hacer mejor ciudad, pero la falta de recursos y sobre todo de imaginación de nuestras autoridades urbanísticas puede convertirlos en lo contrario. La opción no es evitar el desafío, sino cómo convertirlo en plataforma de lanzamiento de una ciudad capaz de responder a los retos del siglo. Pero los cambios están en marcha y el tiempo no abunda.

20-09-16




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