FÉLIX PALAZZI 17 de septiembre de 2016
@felixpalazzi
En la
sociedad en la que vivimos fácilmente solemos confundir lo que implica la
tolerancia. Este concepto suele ser despreciado o mal interpretado. Algunos
prefieren optar por una matriz existencial-altruista y hablar de
“reconocimiento”, en vez de usar el cuestionado concepto de tolerancia. El
hecho es que los conceptos existen y no podemos borrar de la historia de la
humanidad aquellos términos que han ayudado a la construcción y la
configuración de la convivencia civil. Repensar lo que la tolerancia significa
es un imperativo en el proceso de reconstrucción de nuestro tan maltratado
tejido social.
Es
necesario evitar la falsa premisa de creer que la tolerancia supone el indulto
a la justicia. Un sistema político no es tolerante cuando permite, promueve o
ampara la persecución política o ideológica, el racismo o la segregación de
género o condición sexual. Tampoco se puede considerar a un grupo de ser
intolerante por exigir que la ley se cumpla por igual para todos, mucho menos
se es intolerante por educar y crear espacios de convivencia. El dilema de la
tolerancia no es que si tenemos que tolerar una ideología política o si es
lícito o no actuar de una determina forma u otra.
La
tolerancia está fundamentada en la justicia, es decir, dentro del marco legal y
de derechos humanos inalienables. Para ser claros, no se puede tolerar la
violación de los derechos humanos. Mucho menos puede ser interpretada como
tolerancia la acción de dejar libre de la justicia a los responsables de cargos
administrativos o del orden público que han violado los derechos
constitucionales de modo sistemático y consciente. Todo lo contrario, sería una
gran injusticia.
La
tolerancia también suele ser vinculada con actitudes como la permisividad o la
indiferencia. Ordinariamente ha sido entendida bajo el siguiente lema: “que
cada quién viva y haga lo que le dé la gana, mientras no se meta conmigo”.
Asumir esta interpretación es un problema pues entiende a la sociedad como un
vecindario claramente delimitado, con espacios amplios y sin interacción. Pero
la realidad es absolutamente contraria. Ésta suele ser en la praxis interactiva
y relacional. Además, esta actitud produce indiferencia, jugando a favor de
grupos interesados en mantener la opresión y la exclusión en una sociedad.
¿Qué
es, entonces, la tolerancia?, ¿qué es lo realmente tolerable? Al referirnos a
la tolerancia ponemos la atención en el valor o la actitud que representa. Al
tratar de ponderar e individuar lo tolerable podemos fijar sus límites.
Lo
primero que tenemos que identificar es que la tolerancia tiene una relación
intrínseca con la verdad o lo que consideramos verdadero. Pero esto podría
parecer llevarnos a un callejón sin salida, pues existen múltiples propuestas e
interpretaciones que se presentan como verdaderas y reales. Entonces, ¿cómo
saber cuál es realmente la verdadera?
La
existencia de una pluralidad de interpretaciones no representa un callejón sin
salida en esta complicada situación. Es sano y justo que en una sociedad
existan diversas formas de pensar y asumir la vida. Lo que es un error es la
falta de diálogo y comunicación entre partes en conflicto, o la imposición de
una parte sobre la otra. Si queremos tener un criterio de discernimiento de lo
que es verdadero y tolerable tenemos que apelar a la justicia pues, de otro
modo, la injusticia falsifica y pervierte aquello que es verdadero. Solo desde
la justicia sabremos lo que puede ser tolerado y lo que es absolutamente
intolerable. La justicia permite restituir a cada quien lo suyo, garantizando
la convivencia social.
Félix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi
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