Por Carolina Gómez-Ávila
Eso pienso que necesita la
Mesa de la Unidad Democrática: un método unitario. No ideología única, no
candidato único. No es un problema abrir la puerta a disímiles propuestas
siempre que todas cumplan la condición sine qua non incluida en su
denominación: procederes democráticos. Y creo que vale la pena subrayar que de
fondo y forma.
Además, como no es posible que
acuerden acciones concretas quienes no coinciden en intereses prácticos, la realpolitik
aconseja que este método sea definido únicamente por quienes tienen opciones
reales de obtener el poder. ¿O es que hay otro interés práctico que llegar al
poder?
Así que el método debe ser
democrático -de fondo y forma- y definido por los partidos políticos que están
habilitados legalmente para participar en elecciones. Nadie más. Porque hasta
ahora definir el método ha sido como poner de acuerdo, para preparar un paseo
familiar, a quienes viven con usted bajo su techo con el resto del vecindario,
algunos asesores independientes de viajes y empresas de toda índole (no sólo
turísticas y hoteleras), sin dejar que alguno de ellos se imponga sobre los
demás. Es imposible que eso funcione.
El valor participativo de la
sociedad civil organizada en la lucha por la democracia está circunscrito a
ofrecer las asesorías que se le pidan y toda la difusión necesaria en su radio
de acción, nunca para intentar imponer métodos y mucho menos para funcionar
como aspirantes al poder.
Por cierto, no es casualidad
que la disidencia chavista no haya querido unirse a la MUD. Es hora de
abandonar esa ilusión porque su difunto líder condujo un proyecto de revolución
(“no se confundan, esta es una revolución pacífica pero armada”) para
eternizarse en el poder (“esta revolución llegó para quedarse”) y ambas
premisas definen íntegramente su carácter antidemocrático: es un proyecto
abiertamente contrario a la alternancia y dispuesto al uso de la violencia para
su objetivo. Es bueno insistir en que no existe tal cosa como el “chavismo
democrático” sino como un oxímoron político.
Pero he ahí a la MUD,
arrastrando el sueño imposible de captar a la disidencia chavista y feneciendo
bajo el peso de su gemelo mitótica: el grupo que pide invasión extranjera,
alzamientos militares o un estallido social producido y dirigido por Spielberg
y Lucas, cuyo final épico será “la salida” de la dictadura. Cuando la realidad
aplastante les exige que haya un método para “construir las condiciones
electorales que conduzcan a una salida política, constitucional y democrática
para el pueblo venezolano”, que es el interés práctico anunciado por la MUD en
declaraciones que en su nombre dio Luis Florido el jueves pasado. Objetivo que
luce democrático en forma y fondo, por lo que quienes se oponen o tienen intereses
prácticos incompatibles con él, deben ser puestos al margen del proceso de
definición del método de inmediato.
Y una vez definido, hacer que
el discurso de todos los líderes reitere que la MUD es una alianza con fines
estratégicos, una plataforma de partidos políticos y que cada uno de esos
partidos representa una alternativa democrática, de fondo y forma. Ese discurso
debe brindarnos elementos concretos que nos permitan confiar en que la
conducción política de la MUD es exclusiva de los partidos políticos, de modo
que no inciden en ella los Poderes Fácticos a través de Organizaciones No
Gubernamentales, ni las agrupaciones cuyo camino legal al poder está frustrado
o suspendido y sólo podrían optar a la insurgencia a través de nuevos
grupúsculos cada vez más cercanos a la ilegalidad. Este sería un discurso que
reitere a la población la necesidad de perseverar con disciplina en la
obtención del objetivo y le dé modos de insertarse, incluyendo formas de
convivencia con la base oficialista. Este es el discurso al que aspiro por
parte de la Mesa de la Unidad Democrática. Nada menos que el discurso del
método.
11-11-17
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