Trino Márquez 02 de noviembre de 2017
@trinomarquezc
Me
cuento entre quienes respetan y admiran el trabajo de muchos dirigentes que
integran la Mesa de la Unidad Democrática. Mi opinión la he sostenido a través
de distintos medios. Entre sus logros destacó el haber proyectado en el plano
internacional la incansable lucha de los demócratas venezolanos por impedir que
en Venezuela se consolide el proyecto hegemónico totalitario puesto en marcha
en 1999, cuando Hugo Chávez llega a
Miraflores. Luego de numerosos tumbos y errores de la dirigencia, la MUD
recobra el camino electoral y le da sentido y coherencia al enfrentamiento
contra la poderosa e inescrupulosa casta adueñada del poder. Me siento, por lo tanto, con autoridad
para señalar errores y exigir cambios.
Me anima el propósito de promover rectificaciones que nos permitan
superar el enorme abismo en que la oposición cayó luego de las elecciones del
15 de octubre.
Es
necesario que retorne la sindéresis y se restablezca la sensatez y la coherencia. No es cierto que la ruta
electoral haya quedado cancelada después de la consulta de octubre. Lo que
tiene que quedar proscrita es la ingenuidad y la improvisación de nuestros
conductores. Debe asumirse que el régimen aprendió las lecciones derivadas de
la derrota comicial de 2015. Maduro lo dijo con la claridad y desmaño que lo
caracterizan: no volveremos a acudir a elecciones que vayamos a perder. El
cuadro internacional y la Constitución lo obligan a convocar, cada cierto
tiempo, votaciones para que el pueblo les dé legitimidad de origen a las
autoridades de los poderes públicos. Ahora bien, esas elecciones no ocurrirán
en un espacio imparcial y transparente, sino en un ambiente cargado de amenazas
y chantajes. El Psuv y el gobierno fueron convertidas en frías máquinas que
operan, para el caso de las personas que dependen del gobierno, con el fin de destruir el libre albedrío e
imponer el voto compulsivo; y, en el caso de los demás ciudadanos, para disuadirlos
o desestimularlos con la finalidad de que no se pronuncien por la opción
democrática. Para enfrentar esas dos tenazas hay que prepararse con disciplina
espartana. Tenemos que entrenarnos para combatir en lugares hostiles, conocer
muy bien los ardides del enemigo. Debemos estar conscientes de que los rojos
desprecian la democracia y utilizan el voto con la única intención de darle un
cierto maquillaje a la autocracia sovietizante que con tanto tesón han
construido durante casi dos décadas.
Se
puede y se debe luchar por conseguir condiciones más equilibradas, pero lo
único que asegura el triunfo es movilizar los sectores democráticos de forma
compacta en cada cita comicial y cuidar todos los detalles de la elección,
desde garantizar los testigos de mesa y poseer
la lista de votantes por centro electoral, hasta contar con testigos en
el momento de los escrutinios y la elaboración de las actas. Incluso teniendo
un ejército disciplinado de voluntarios resulta difícil obtener la victoria
porque el esquema está diseñado para favorecer al oficialismo. Bolívar y Zulia
son un ejemplo de lo que digo. El abuso y el atropello son rasgos fundamentales
de los regímenes electorales autoritarios, ampliamente estudiados por Andreas
Schdler, con los cuales Maduro mantiene estrecha relación. De Rusia, Bielorrusia
y Nicaragua recibe asesoría. Cuba lo ayuda en otros planos. En ese no porque
durante seis décadas los isleños nunca han sabido lo que es elegir.
En
este tipo de modelos dictatoriales no conviene dejar de participar en los
procesos electorales que convocan. Hay que disputarles los espacios. La desacertada valoración que hicieron los
partidos de la MUD los condujo a cometer el error de llamar a la abstención
para los comicios de alcaldes.
Tratándose de unas elecciones locales, tenían la posibilidad de que
fuesen los organismos municipales –comités de base y asociaciones de vecinos-
quienes se pronunciasen acerca de si participar o no. En el país existen 335
alcaldías. Muchos municipios dentro de un mismo estado difieren entre sí, pues
poseen condiciones políticas diferentes.
Las direcciones nacionales, presionadas por los guerrilleros del teclado,
tomaron una decisión que no les correspondía. La descentralización representa
una política que debe regir tanto en el ámbito del Gobierno y del Estado, como
de los partidos políticos. Eran las direcciones nacionales de las
organizaciones partidistas las que tenían que someterse a las decisiones de las
bases municipales. No al revés. Los partidos incurrieron en el pecado del
centralismo, de allí que estemos viendo ese espectáculo variopinto y lamentable
de dirigentes locales que se sienten con el derecho a aspirar a ser alcaldes,
desprendidos de las organizaciones en las cuales algunos de ellos han militado
durante largo tiempo. Para agravar el cuadro, la respuesta de algunos líderes
luce deplorable. “Quedarán autoexcluidos”. “Serán expulsados”, son las voces
que se levantan para condenar a quienes, en ejercicio de la democracia y la
descentralización, decidieron optar por un cargo de representación popular.
El
centralismo y el personalismo causan estragos, cualquiera sea el empaque en el
que vengan envueltos. Llamar a la abstención en las municipales y,
simultáneamente, proponer elegir al candidato que competirá con Maduro en las elecciones presidenciales de 2018,
resulta una incongruencia sorprendente. Piensen solo en este problema: ¿podrá
ese eventual candidato realizar actos de campaña en estados y municipios
totalmente controlados por autoridades rojas? Además del CNE, el Plan República
y 18 gobernadores, ahora la MUD va a entregarles a los rojos 335 alcaldías.
Craso error.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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