Américo Martín 02 de enero de 2019
@AmericoMartin
Si
todo sigue la ruta trazada por los factores del cambio democrático que gravitan
con más fuerza en Venezuela, el día 10 de enero del nuevo año solo uno de los
dos poderes públicos por elección conservará legalidad constitucional y
reconocimiento internacional. Me refiero, claro está, a la Asamblea Nacional o
Poder Legislativo. El Ejecutivo caerá jurídicamente en un limbo a menos que
asuma una negociación seria y con agenda pertinente.
Vigente
la Doctrina Betancourt en el sistema interamericano, Estado de la OEA que sea
desconocido por la comunidad internacional perderá su membresía, sin dejar de
ser pasible de sus decisiones. Ni aun con la gravísima situación que padece
Venezuela, puede asegurarse que semejante despido equivalga a fin del
madurismo.
Si
tuviéramos al frente de la lucha por el cambio democrático el más sabio,
sereno, reflexivo y firme de los liderazgos deberíamos esperar un desenlace
próximo, seguramente negociado de la diabólica trama. Se han formado y fogueado
muchos líderes opositores emergentes, cada vez menos dispuestos a sucumbir a
emociones no reguladas por el pensamiento. En cambio solo gradualmente aparecen
estructuras unitarias decididas a afrontar con mucha seriedad sus
responsabilidades. Son grupos y partidos de desigual fuerza que suman
conocimiento, experiencia y tenacidad.
No
obstante despuntan dos referencias: la que nos proporciona la Constitución, la
Asamblea Nacional, de mayoritaria composición opositora; y el Frente Amplio,
leal y heterogéneo aliado de la AN. Diríase: el Poder Constitucional que podría
ser el único reconocido por el universo y con un potencial de eje de la
transición pacífica hacia la prosperidad democrática; y el Poder Político que
debería reunir el potencial suficiente para alcanzar aquel supremo objetivo en
condiciones de paz, convivencia y respeto a la opinión distinta.
Todo
se pondrá a prueba el 5 y el 10 de enero. Se venció un primer obstáculo: habrá
renovación de la directiva de la AN contra soterrados rumores que hablaban de
ocultas conspiraciones dirigidas a impedirlo. La comunidad internacional
seguramente hablará con su presencia. Subraya la negociación en serio y con
agenda, como es natural y conviene al país. Y el día 10, ¿qué sucederá el 10 de
enero? No está claro, por supuesto; lo que sí debe estarlo es que la AN debería
ser rodeada de afecto y respeto porque siendo tan notable su importancia, está
bajo asedios que pueden inducirla a error.
La
emplazan honestamente a deslizarse por el tobogán maximalista de pedirlo todo
de una vez y con un discurso plagado de frases para el bronce. Sería fácil
seguirlo si se estuviera seguro de contar con la fuerza necesaria para que sus
decisiones se abran paso.
Pero
quizá al momento de los retos se carezca de esa fuerza, en cuyo caso las
presiones contra la AN –de buena fe, no lo discuto- se volverán contra
democracia, paz y libertad, porque sus actos serán burlados por quien suele
hacerlo, de modo que el flamante presidente democrático y su equipo, todos de
valor irreprochable, terminarían gobernando en esa parodia de la amable ínsula
de Barataria, bautizada con el más sombrío de los nombres: La Tumba.
Américo
Martín
@AmericoMartin
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