Por Edward Rodríguez
Hace un par de años atrás,
acompañé a Juan Guaidó en una gira de medios en el Zulia, en solidaridad con el
dirigente y diputado del Consejo Legislativo del estado Zulia (Clez) para ese
entonces, Lester Toledo, perseguido y obligado abandonar el país por denunciar
la corrupción del gobernador Francisco Arias Cárdenas.
Entre una visita y otra,
recuerdo que Guaidó me relató sobre su adolescencia y la experiencia que
vivió junto a su familia durante la tragedia de Vargas ocurrida en
diciembre de 1999, la cual lo marcó para siempre; su casa se inundó y tuvo que
a abandonarla junto a su mamá y hermanos para ir a refugiarse en el municipio
Machiques. Tras la “normalización” de la situación lograron recuperar la
vivienda, pero la familia se dividió.
Sólo el que vivió el
desastre de Vargas, y los que lo cubrimos como periodistas, sabemos lo que
significa perder todo en cuestión de horas y quedar a la deriva, deambulando y
sin un futuro en el horizonte.
Guaidó es hijo de la
tragedia de Vargas, lo que me hace considerar que la sensibilidad social es
parte de él, parte de su esencia como persona. Su lucha social comenzó en el
2007 tras el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV), posteriormente se
incorporó a una organización política y desde ese momento acompañó a varios
dirigentes en ese duro camino en el que a unos los llevó cárcel, al exilio y
hasta a la muerte.
Juan Guiadó, con apenas 35
años de edad, ahora tiene un gran reto al presidir desde el próximo 5 de enero
de 2019 la Asamblea Nacional.
Lo primero que considero
debe tener en cuenta, es estar consciente que esa presidencia es producto
de la expresión de un acuerdo nacional de los principales partidos
políticos, compromiso que han respetado y al que se llegó luego del triunfo de
las parlamentarias en diciembre del 2015, fecha histórica y de quiebre, pues la
oposición demostró que sí se le puede ganar al Gobierno de manera contundente,
y el Gobierno también entendió que puede perderlo todo.
Lo segundo a tener presente
es la sensatez para dirigir al único poder legítimo y autónomo que
sigue en pie a pesar de los zarpazos y ataques de lado y lado; y que ha
frenteado a este Gobierno que no respeta ni las señales de tránsito. Con
aciertos y desaciertos, los antecesores de Guiadó culminaron sus períodos, y
eso es importante reconocer y destacar.
Mantener la lucha contra el
gobierno
Dicen que aprender de los
errores es importante, pero lo es más si no se cometen nuevamente, es decir, ni
excesos con la lengua, ni silencios para pasar por debajo de la mesa.
El próximo presidente de la
Asamblea Nacional, por cierto, el más joven de la historia, recibirá
un Parlamento en el que sus colegas y compañeros diputados no cobran, y sus
trabajadores lo hacen a medias, razón por lo que hay que organizar la
casa primero para poder funcionar y evitar que se le caiga encima, pero eso sí,
que no lo consuma esa situación. Hay que avanzar en la instrumentación de
leyes, mantener la posición de lucha contra el Gobierno y tener la inteligencia
de no dejarse llevar por la emoción, ni pisar los peines de las adulaciones y
egos.
De entrada tendrá que marcar
el destino de la gestión, sin desgastarse en peleas superfluas por la presencia
o no de un cuadro del fallecido Hugo Chávez; hay que recordar que a partir
del 10 de enero estaremos en presencia de un Presidente de la República
ilegítimo que poco le importa ese título y que se sostiene con los poderes
construidos a su medida, y que precisamente en el 2019 cumplen nada más y nada
menos que 20 años en el poder.
Reunificar la oposición
La razón deberá imperar en
todo momento pues el radicalismo y el fulano cuento de camino de que el
Gobierno esta caído, que el trabajo internacional ya está listo para despojar
al inquilino de Miraflores, es sólo parte de la ficción.
El reto de Guaidó estará en
mantener a la oposición unida, que actualmente no lo está, cabalgar sobre
las diferencias y tener claro que a veces es mejor un mal acuerdo, que un
juicio exitoso; entre la estupidez y la locura sólo hay un paso.
A Guaidó lo acompaña
el tiempo, es decir, estar en el momento preciso y a la hora indicada;
pudieron ser otros, pero ya eso no es tema de discusión.
El 2019 será un año crucial
para Venezuela.
31-12-18
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