CENTÉSIMO
UNDÉCIMA ASAMBLEA PLENARIA ORDINARIA DEL EPISCOPADO VENEZOLANO
EXHORTACIÓN DEL EPISCOPADO VENEZOLANO
1.- Los Arzobispos y Obispos de
Venezuela, con ocasión de la 111ª Asamblea Ordinaria, conscientes de nuestra
responsabilidad espiritual y moral como ciudadanos y pastores, nos dirigimos al
pueblo de Venezuela, al que pertenecemos y del cual somos servidores. Recibimos
el año 2019, con la confianza puesta en Dios, como una buena oportunidad para
el cambio que el país pide a gritos: la recuperación del Estado de Derecho
según la Constitución y la reconstrucción de la sociedad venezolana, en
dignidad, libertad y justicia para todos. Queremos alentar la verdadera
esperanza del pueblo, sustentada en el misterio de la Navidad que celebra que
el Hijo de Dios se hace humano y pobre para hacernos más humanos y solidarios.
2.- Como pastores, tenemos la
obligación de preguntarnos por el sentido ético de la gravísima situación que
estamos viviendo. Nuestras apreciaciones nacen de una valoración moral sobre la
dignidad humana violentada, el bien común irrespetado y la verdad manipulada.
San Oscar Arnulfo Romero, profeta y mártir de América, dijo: “si hay un conflicto
entre el gobierno y la Iglesia, no es porque la Iglesia sea opositora sino
porque el conflicto ya está establecido entre el gobierno y el pueblo, y la
Iglesia defiende al pueblo” (Homilía del
21-10-1979). Todo poder humano es transitorio y se legitima si en su ejercicio
produce un bienestar colectivo con especial atención a los pobres y excluidos,
logrando así una sana convivencia en la pluralidad y la diferencia. El pueblo
venezolano vive una situación dramática y de extrema gravedad por el deterioro
del respeto a sus derechos y de su calidad de vida, sumido en una creciente
pobreza y sin tener a quien acudir. Es un pecado que clama al cielo querer
mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia
de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable! Dios no quiere que por el
sometimiento a injusticias sufra el pueblo. Urge, por tanto, asumir el clamor
popular de un cambio, de una concertación para una transición esperada y
buscada por la inmensa mayoría.
3.- Como señalamos en nuestra
Exhortación del 11 de julio de 2018, “reiteramos que la convocatoria del 20 de
mayo (para elegir el Presidente de la República) fue ilegítima, como lo es la
Asamblea Nacional Constituyente impuesta por el poder ejecutivo. Vivimos un
régimen de facto, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y en
los más altos principios de dignidad del pueblo” (No temas, yo estoy contigo, n. 6). Por tanto, la pretensión de
iniciar un nuevo período presidencial el 10 de enero de 2019 es ilegítima por
su origen, y abre una puerta al desconocimiento del Gobierno porque carece de
sustento democrático en la justicia y en el derecho.
4.-
En esta crisis política, social y económica, la Asamblea Nacional, electa con
el voto libre y democrático de los venezolanos, actualmente es el único órgano
del poder público con legitimidad para ejercer soberanamente sus competencias.
En efecto hace tres años (1-12-2016) el Secretario de Estado del Vaticano,
Cardenal Pietro Parolin, pidió que se restituyera cuanto antes a la Asamblea
Nacional el rol previsto en la Constitución. El voto de confianza que el pueblo
venezolano le ha conferido debe ser retribuido con el cumplimiento de los
deberes de los diputados, diseñando y redactando las leyes que necesita el país
para el restablecimiento de la democracia y la vuelta a la decencia y
honestidad en la administración de los fondos públicos. El Papa Francisco en el
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz
de este año nos interpela: “la función y la responsabilidad política constituyen
un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su
país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las
condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el
respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas,
puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad” (1-1-2019).
5. Los venezolanos no podemos ser
simples espectadores de lo que sucede en el país, pues somos ciudadanos y, como
tales, actores de primer orden. La defensa de la libertad ha costado mucha
sangre y muchos sufrimientos, para ver de lejos lo que la mayoría rechaza:
políticas de hambre, persecución política, represión militar y policial, presos
políticos, torturas, corrupción, ineficiencia e ineficacia en la gestión
pública. Como ciudadanos y como instituciones nos toca asumir las
responsabilidades que nos competen para mejorar la actual situación y recuperar
el país con sus valores y potencialidades. Esto exige la articulación de todos
los sectores sociales, promoviendo la creatividad y proactividad de muchas
personas en la búsqueda de soluciones.
6. Como dijo el Papa Francisco, es
necesario buscar juntos caminos de “concordia” y entendimiento, de unión del
pueblo venezolano, de respuestas a los múltiples problemas y de defensa de los
derechos humanos que nos permitan superar la crisis y atender a los más pobres.
¿A quién bendice nuestro Dios en la actual situación dramática de Venezuela? La
respuesta que nos da Jesús es clara, profunda y desafiante: “Vengan benditos de
mi Padre… porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de
beber; era emigrante y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo,
y me visitaron; en la cárcel y me vinieron a ver” (Mt 25,34-36). Es una pregunta acuciante para todas las personas de
buena voluntad, cuya respuesta debe llevarnos a una acción eficaz.
7.- Somos conscientes que cuanto se
haga por los más pequeños es a Cristo a quien se le hace, y por ello como
Iglesia nos comprometemos en las diócesis y en las parroquias, en primer lugar,
a seguir ayudando a la supervivencia, tanto de los más débiles y desprotegidos
dentro del país como a los que han emigrado buscando trabajo y mejores
condiciones de vida, así como refugio y asilo. En segundo lugar, a continuar
trabajando en la defensa y promoción de los derechos humanos, en particular de
los que carecen de todo, de los amenazados de muerte, de los perseguidos y
privados de libertad. En tercer lugar, con mayor ahínco, nos proponemos seguir
desarrollando programas de formación y organización que permitan la
recuperación de la institucionalidad democrática y la reconstrucción del país
de una forma pacífica. Todo esto enmarcado en el proceso de evangelización que
promueve los valores de verdad, autenticidad, justicia, solidaridad, paz,
reconciliación y fraternidad.
8. Tenemos muchas razones para
agradecer a personas e instituciones. Al Santo Padre Francisco por su constante
cercanía y preocupación por nuestra patria. El 7 de enero de 2019, en el Discurso a los miembros del Cuerpo
Diplomático acreditado ante la Santa Sede,
expresó: “Deseo para la amada Venezuela que se encuentren vías institucionales
y pacíficas para solucionar la crisis
política, social y económica, vías que consientan asistir sobre todo a los que
han sido afectados por las tensiones de estos años y ofrecer a todo el pueblo
venezolano un horizonte de esperanza y de paz”. Igualmente, agradecemos a las
Iglesias y Gobiernos de diversos países su solidaridad y su atención a los
compatriotas que, producto de la crisis, han tenido que dejar el país en
búsqueda de mejores condiciones de vida. Apreciamos el trabajo pastoral y de
solidaridad que desarrollan día a día los sacerdotes, diáconos, religiosas y
laicos, así como las muchas iniciativas que en este campo se están llevando
adelante desde Cáritas a nivel nacional, diocesano y parroquial, desde la
comisión de Justicia y Paz y las vicarías de Derechos Humanos, de otras
organizaciones y asociaciones. Invitamos a articular iniciativas y proyectos en
favor del pueblo a los hermanos de otras iglesias y de otras religiones, a las
instituciones públicas y privadas, a los empresarios, profesionales,
trabajadores y obreros, para trabajar por la paz y por un mejor país.
9.- Como creyentes cultivemos la
oración personal y comunitaria. Con María, proclamemos que la misericordia de
Dios llega a sus fieles de generación en generación, “porque el Señor hace
proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón y derriba del trono a
los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc
1,51-52). Aprendamos de María, nuestra Madre, que Tú, Señor Jesús, eres el alfa
y la omega, el principio y fin de nuestra existencia, nuestro pan para el largo
camino, nuestra alegría completa, nuestra paz duradera. Amén.
Con nuestra bendición,
Los Arzobispos y Obispos de
Venezuela
Caracas, 9 de enero de 2019
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