Américo Martín 13 de enero de 2019
La
toma militar de Caracas, erizada de armas empuñadas por gente de rostro lupino
y bufando trepidantes amenazas arremetió contra la gallarda AN presidida por
Juan Guaidó, Edgar Zambrano y Stalin González. No honró por ahora sus sombríos
anuncios. ¿Acaso no se atrevió a encarcelar a la flamante directiva? Escribo
este artículo para el diario TalCual tres días antes de su edición dominical.
Preferí escuchar a Nicolás Maduro en lugar de especular sobre lo que anunciaría
en su juramentación, para no convertir parte de mi escrito en “periódico de
ayer”.
El
endurecimiento autocrático pretende aplastar la resistencia democrática con
rudeza formal y actos inhumanos. Algo como el “contragolpe” mencionado por Che
Guevara en Punta del Este para explicar que la sovietización de la revolución
cubana no fue un destino buscado sino una forma de defensa. Conforme a la
doctrina de la coexistencia pacífica los países puedan entenderse en paz aunque
tengan sistemas antagónicos. Es lo que ha sostenido la larga lucha por
libertades y respeto a los derechos humanos en Venezuela, encabezada por la disidencia
democrática, pese a diferencias evidentes y a un liderazgo no reconocido por
todos.
La
suerte de la lucha entre el régimen y las corrientes del cambio hacia la
libertad, depende de la fuerza que cada uno tenga en el momento y lugar
precisos.
Nixon
y Mao negociaron exitosamente porque pese a que EEUU era muy superior a China,
el costo de una confrontación violenta resultaba impagable. No era cosa de
buenos vs malos, de sinceros vs insinceros, sino del interés en juego en
determinado momento y no en otro. Pongo ese solo ejemplo entre cientos, para
explicar cómo un buen liderazgo determina lo conducente
Maduro
tomó el camino sin retorno de la amenaza y el castigo, probablemente por creer
que el otro se rendiría a los primeros gritos, presos y torturados. No fue así.
Lo que ha ocurrido es que la relación de fuerzas se ha alterado a favor de la
disidencia, por haberse enriquecido con el aporte militante de la comunidad
internacional y la ampliación del diapasón opositor. Se ha desbordado la
frontera política, expandiéndose a todos los sectores incluidos la Iglesia, los
padres y representantes, empresarios, productores, trabajadores urbanos y
rurales, universidades, liceos, academias, gremios, periodistas, medios.
Movimiento
complejo, variado y amplio y por tanto difícil de dirigir, lo que explica
tantas diferencias. Ojalá no caiga en la absurda contradicción de preferir la
cohesión monolítica entre los que se llevan bien o coinciden en todo, a la
representatividad pluralista que expresa la unidad de la Nación, dado que ni la
nuestra ni ninguna otra tiene una sola manera de pensar.
Afortunadamente
contamos con la Asamblea Nacional, eje del cambio democrático y medio
fundamental de transición. Maduro la amenaza en forma gárrula aunque sin
descargar el mandoblazo final. Quien llegue a hacerlo escribirá su destino. El
jueves 10 no cayó sobre el cuello de la AN la filosa hoja “corta cabezas”
inventada en 1789 por Monsieur Guillotin. El problema es que Guillotin, según
creo saber, murió en la guillotina, la suya misma.
Américo
Martín
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