Palabras de Mons. José Luis Azuaje
Ayala, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la CEV, en la apertura de la CXI
Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano, por @CEVmedios
CEV 7 de enero de 2018.
El Misterio de Dios enriquece la
Humanidad.
Quiero
introducir estas palabras con el salmo 125,6: “Al ir, iba llorando, llevando la
semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”.
El
misterio del Hijo de Dios hecho hombre en el vientre purísimo de la Virgen
María que hemos contemplado y celebrado en los días de la Navidad nos ha
recordado que el Niño del pesebre no es un signo de debilidad, sino de
fortaleza divina que viene al encuentro de los seres humanos, asumiendo nuestra
naturaleza, para mostrarnos que Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra,
no se resigna viendo la destrucción de su designio de bienestar y salvación
para el mundo; por el contrario, actúa para el bien de la humanidad.
La
Navidad, nos invita “al rescate de los últimos”, nos ha dicho el Papa Francisco
en la homilía de Noche Buena. Rescatar es sacar de una condición de esclavitud
y devolver a la libertad y a la dignidad propia de los hijos de Dios. Esa es la
voluntad divina que debemos secundar para que se haga efectiva en nuestra
historia, heredera de claroscuros que no impidieron –llegado el momento- la
siembra de libertad e independencia en todo el continente, comenzando por casa.
Agradecidos con El Señor.
En
el último semestre del año pasado se suscitaron dos acontecimientos que generan
esperanza en nuestra Iglesia; en primer lugar, la Visita ad Limina Apostolorum,
realizada por los obispos venezolanos como signo de comunión con el sucesor de
San Pedro, hoy Papa Francisco, así como la visita a las tumbas de los
Apóstoles. Fue un acontecimiento eclesial que da vitalidad a nuestro servicio
en la Iglesia, fortaleciendo todas las áreas de pastoral y
sacando de la alforja, como lo haremos en esta Asamblea, aquellos elementos más
significativos vividos para el bien del pueblo de Dios.
En
segundo acontecimiento fue el Sínodo de los jóvenes. Nuestros Padres sinodales,
Mariano Parra y Carlos Cabeza, nos traen las riquezas vividas en este evento de
tanta trascendencia que ya ha dado como resultado el documento final: “los
jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” que será de gran ayuda para un
mayor acercamiento de los jóvenes a la Iglesia en su compromiso de
transformación de la realidad. Se une a este acontecimiento la venidera Jornada
mundial de la juventud que se realizará a finales de este mes en Panamá; el
entusiasmo es mucho y la vitalidad juvenil se hará sentir en todo el mundo
desde nuestra América Latina y El Caribe.
Nos
alegra un recordatorio histórico. Cumplimos en esta Asamblea los 45 años de
haberse realizado la primera Asamblea Plenaria con estatutos propios
publicados. Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales fue uno de los artífices de la
organización del Secretariado Permanente que motoriza toda la actividad de la
Conferencia Episcopal. Nos enrumbaremos hacia los 50 años para escudriñar entre
datos escritos y recordatorios verbales, esta historia de vida institucional.
Uno
de los actores de nuestra Conferencia fue el Sr. Cardenal José Alí Lebrún
Morantinos, al que recordaremos con sentimiento agradecido cuando el próximo 19
de marzo se cumplirán los 100 años de su natalicio. Como Arzobispo de Caracas y
Presidente de nuestra Conferencia realizó una loable y eclesial labor en bien
de la Iglesia y del País.
Debemos
también ir preparándonos para conmemorar los 100 años de la partida a la casa
del Padre del Dr. José Gregorio Hernández. Este hecho es esperanzador sabiendo
la devoción viva de nuestro pueblo por este insigne médico. La mejor forma de
tributarle nuestro homenaje es incentivando la oración al Señor para que pueda
llegar oficialmente a los altares, como médico de los pobres en esta Venezuela
empobrecida.
Nos
alegramos con todos los miembros de la orden de la Merced que desde el año
1218, bajo la inspiración de San Pedro Nolasco, cumplen la misión de ofrecer la
redención de los cristianos cautivos. Saludamos a nuestro
hermano Mons. Ulises Gutiérrez y a toda la orden. Que sigan testimoniando el
amor de Dios en los privados de libertad.
Estamos
celebrando los 40 años de la realización de la III Conferencia General del
Episcopado latinoamericano y de El Caribe, en Puebla de los Ángeles. La
inspiración del Documento de Puebla, abrió inmensas oportunidades para la
evangelización inculturada y el servicio a los más desposeídos.
El
próximo 15 de febrero se cumplen 200 años de la instalación del Congreso de
Angostura, que representó el segundo congreso Constituyente de Venezuela y, por
ende, la segunda Constitución del país. Nos enseña la importancia de la
búsqueda de la legalidad y la norma en medio de la guerra para configurar un
sistema político basado en la justicia social, la regulación de los poderes y
la libre determinación de los pueblos.
Rendimos
un agradecido tributo a nuestro hermano, Mons. Medardo Luis Luzardo Romero
quien el 28 de noviembre pasado partió a la Casa del Padre como el siervo fiel
y cumplidor. Su dilatada misión eclesial al frente de las Diócesis de San
Carlos, Ciudad Guayana y de la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar, lo hace
merecedor del mayor reconocimiento de nuestra parte.
También
recordamos con gratitud al querido Padre Armando Janssens, que hace pocos días
falleció. Él se sembró en nuestro País para hacer el bien a la juventud. Hoy,
muchos frutos de su trabajo caminan por nuestras calles e instituciones
fortaleciendo a la sociedad civil y creando experiencias populares. Que El
Señor le premie por todo el bien realizado.
Nos
alegra mucho una serie de nombramientos que tienen que ver con venezolanos en
nuestro país como fuera de él:
·
El Excmo. Mons. Edgar Peña, como Sustituto para asuntos generales de la
Secretaria de Estado del Vaticano.
·
El Emmo. Sr. Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo
como Administrador Apostólico (sede Vacante) de la Arquidiócesis de Caracas.
Nuestro sentido homenaje al Eminentísimo Sr. Cardenal Jorge Urosa por su
servicio episcopal como Obispo Auxiliar de Caracas, Arzobispo de Valencia y
Arzobispo de Caracas. Además de su loable desempeño en
nuestra Conferencia Episcopal y en sus instituciones. Que Dios le bendiga
siempre.
·
El Excmo. Mons. Víctor Hugo Basabe como
Administrador Apostólico (Sede Plena) de la Arquidiócesis de Barquisimeto.
·
El Excmo. Mons. Ángel Caraballo como
Administrador Apostólico (Sede Vacante) de la Diócesis de Cabimas.
·
El Excmo. Mons. Jesús Alfonso Guerrero como
nuevo Obispo de la Diócesis de Barinas.
·
El Excmo. Mons. Carlos Curiel como nuevo
Obispo Auxiliar de Cochabamba (Bolivia). Nativo de Carora y pertenece a los
Padres Escolapios.
·
Aunque ya tiene varios días en nuestro país le damos
la más cordial bienvenida al Ilustrísimo Mons. George Koovakod, nuevo Secretario
de la Nunciatura Apostólica en Venezuela. Le deseamos se sienta en casa y
realice una loable labor eclesial.
Un nuevo año lleno de
incertidumbre. “Al ir, iba llorando, llevando la semilla”
Concluye
un año para Venezuela marcado por el sufrimiento y hemos iniciado uno nuevo con
una gran incertidumbre en la vida personal, institucional y en la vida
comunitaria de un pueblo que es víctima de severas carencias materiales y
sanitarias, y de una destrucción cabal de sus posibilidades adquisitivas. Esta realidad
ya no distingue sectores. Lo que es peor, bajo las necesidades y el cuadro de
violencia del estado dominante, de plena quiebra del estado de Derecho, el
miedo colectivo rompe el tejido social. Hace presa de los más débiles.
La
mayoría de los venezolanos –los de afuera y de adentro- sentimos y padecemos
esa dura realidad, que en horas se vuelve frustración. Lo vivimos como
experiencia propia, a pesar de los traficantes de ilusiones. Mal la pueden
imaginar, en su extensión e intensidad, los gobiernos de otros países, que aún
nos miran incrédulos o la reducen a un pleito de políticos incapaces de
entenderse. Sabemos las causas inmediatas del mal absoluto que nos oprime,
sobre todo y como cabe repetirlo, que oprime más a los que menos tienen, en lo material
y en lo espiritual, por sentirse huérfanos de un liderazgo que aún no se ha
desarrollado con todas sus esferas.
La necesidad de ser “pueblo”.
En
los oídos de los obispos aún resuenan las palabras del Papa Francisco en la
Visita ad Limina Apostolorum del pasado mes de septiembre: “Estén cerca del
pueblo, no abandonen al pueblo”; no nos ha pedido estar cerca de los políticos
y menos del gobierno, sino del pueblo porque es el que siempre lleva las de
perder en toda diatriba política y en los desajustes económicos.
Los
Obispos, responsables de las Iglesias particulares en el país, cumplen esta
petición por ser inherente a su misión; mantienen un contacto permanente con el
pueblo a través de las visitas pastorales y patronales, en los diálogos con las
diversas comunidades y con los organismos diocesanos, en el encuentro con las
personas, con las familias, con los jóvenes. Cada obispo, así no esté reseñado
en la prensa local o nacional, está trabajando desde la misión evangelizadora y
la promoción humana, abarcando todo el territorio nacional; no solo lo hace con
su presencia, sino también con la labor de los párrocos, religiosos y
religiosas, diáconos permanentes, seminaristas y laicos evangelizadores.
¡Cuánta fuerza y cuánta bondad de Dios en tan diversas experiencias!.
Pero
el problema que encontramos en nuestro país es que no nos hemos constituido del
todo en “pueblo”, y cada vez más se incentiva una estrategia de hacernos “masa”,
al desestructurar el tejido social y al haberse abandonado su concientización y
unidad para sólo organizarse en algunas instancias (partidos y movimientos
políticos, gremios, asociaciones, etc) que son necesarias, pero que no son el
todo.
Para
superar el estado de masa es necesario ser conscientes que el pueblo es “un
sujeto colectivo que se distingue de la masa por la conciencia y organización,
y aglutina distintas fuerzas y grupos sociales en torno a un proyecto común” (Scannone,
2017, 89). Hoy día en el ámbito político, la gente está como oveja sin pastor,
sin proyecto común, y se le hace cuesta arriba el fortalecer la ciudadanía y la
conciencia de corresponsabilidad política. Esto se debe a múltiples factores,
pero hay uno que incluso es señalado por el Papa Francisco: “un clima de
desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la
ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta
también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que
ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro
mundo globalizado” (Francisco, 2018).
Hay que fortalecer los liderazgos.
Hace
dos días se instaló la Asamblea Nacional, el único órgano democrático vigente
que con dos sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), la 155-7 y 156-7
de la sala constitucional, le fueron anuladas sus competencias. Le tocará a la
nueva directiva encabezada por un joven diputado, Juan Guaidó, en unión y
comunión con sus pares, dirigir sabiamente este organismo legislativo para
reactivar la credibilidad de los venezolanos en la política y la búsqueda de
salidas democráticas a esta grave crisis humanitaria y material que vive el
país.
Como
poder del Estado legítimamente elegido por voto popular del pueblo Venezolano,
es un reclamo el que se le devuelvan sus competencias y siga fortaleciendo la
democracia cumpliendo con lo establecido en la Constitución. En un nuevo
período legislativo, los venezolanos vuelven a darle un voto de confianza.
Trabajen para que se recomponga el orden democrático desde el ámbito
constitucional y estén cerca del pueblo que les ha elegido, ejerzan lo que
llamamos en la Iglesia el ministerio de la escucha y toquen las heridas y el
sufrimiento de las personas en sus comunidades.
También
en tres días se realizará la juramentación del presidente de la República.
Todas las dudas enmarcan esta juramentación, ¿legítima?, ¿ilegítima? La
historia cuando sea el momento, a través de los actores que propiciaron unas
elecciones tan dudosas en un marco de ventajismo, dará su veredicto. Lo que si
es cierto del todo es que nuestro país vive una desproporcional crisis en todos
los ámbitos, pero por desgracia quien ha dirigido el gobierno nacional durante
estos últimos años, produciendo un deterioro humano y social en la población y
en las riquezas de la nación, está empeñado en proseguir la misma cartilla, sin
cambios significativos en la economía y en el mejoramiento de las condiciones
de vida de los Venezolanos, por lo que en su desempeño se ha hecho ilegítimo y
moralmente inaceptable. Seguir el mismo camino hasta ahora transitado es llevar
al despeñadero al pueblo.
Lamentamos
que no haya ni un ápice de sensibilidad humana y social que implique un cambio
rotundo en la conducción del país y sigamos observando los
grandes índices de pobreza, de mayor número de personas enfermas sin poder ser
atendidas por las instituciones de salud porque han colapsado, mayor amenaza y
represión, una violencia incontrolable que ha dejado más de veinte mil personas
asesinadas en el año 2018, una hiperinflación y destrucción del sector
productivo, la brutal y abierta corrupción, la migración más grande de nuestra
historia venezolana, centenares de presos políticos, civiles y militares, que
claman justicia, las violaciones de los Derechos Humanos que ha tenido su
colofón en el asesinato del joven indígena Pemón Charly Peñaloza de 21 años y
la represión a comunidades indígenas y líderes comunitarios, donde hay en juego
muchos intereses; así como jugar con el sentimiento de las personas más pobres
que mantienen la ilusión de llevar algo a la mesa para alimentar a su familia.
Con este racimo de deterioro, podemos imaginarnos los sufrimientos que tendrá
que pasar el pueblo en un nuevo período de gobierno, si no se ponen las
correcciones necesarias que pasa por un cambio integral de política y de
actores políticos.
Es
criterio compartido que hasta que no cambien de raíz las políticas que son
consecuencias de desviaciones ideológicas superadas en la historia, el panorama
nacional seguirá sombrío. Modificar estas políticas, de manera integral, y que
sus responsables den paso a otros actores y a otras políticas en las que prive
el Bien Común, el respeto por la dignidad inmanente en cada venezolano, de cada
habitante de esta patria que se diluye, es un propósito ineludible, urgente. Es
el desafío, el compromiso, durante el año que inicia. Ningún venezolano, de la
tendencia política que sea, e incluso miembros del gobierno nacional o local
que sean sensatos, puede pensar que el país tiene futuro si continúa
transitando por el mismo camino y con los mismos protagonistas que nos han
llevado a este desastre nacional.
El
Papa Francisco en su reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del
primero de enero afirma que los vicios políticos que generan grandes desmanes
son debido “tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y
en las instituciones” (n.4); estos vicios restan credibilidad “a los sistemas
en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las
acciones de las personas que se dedican a ella”.
Estos
vicios recogidos por el Papa, están presentes en nuestra realidad política: “la
corrupción –en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos
o de aprovechamiento de las personas- la negación del derecho, el
incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la
justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón
de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo,
el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos
naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto
obligados a ir al exilio” (Id).
El
Papa Francisco también sentencia que “cuando el ejercicio del poder político
apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados,
el futuro está en peligro” (id. n.5). Esta realidad presente en el momento
actual de nuestro país hace ineludible incentivar un cambio; la clave y fuerza
para lograr este cambio integral de política y líderes es la unión de los
venezolanos dentro y fuera del país y, por tanto, no sólo de la dirigencia
política de oposición, que ya de por sí ha sido cercenada en su accionar. Es
necesaria hoy más que nunca la organización comunitaria en torno a un ideal de
reconstrucción del país, de generación de cambios para eliminar la ruta
destructiva y buscar formas novedosas de desarrollo integral.
Todos
los venezolanos estamos llamados a colaborar, pasando la voz, desde los
pequeños encuentros de concientización, desde las preguntas que podamos hacer
¿si realmente somos felices como estamos?, desde el triste recuerdo de nuestros
familiares que han salido del país forzadamente y que hoy están luchando por
sobrevivir en tierra extranjera, ¿o es que acaso en la media noche del 31 de
diciembre no sentimos la ausencia del abrazo del hijo, de la hija, del esposo o
de la esposa, de la madre, de los nietos, que han tenido que partir obligados
para ayudar a su familia a sobrevivir?. En la cena de noche buena y año nuevo hubo
puestos vacíos en la mesa. ¿Queremos mantenernos así, queremos que se siga
vaciando la mesa?. Despertar la conciencia y reaccionar con libertad ante una
sociedad dependiente, con una política de dádivas, es el trabajo que tenemos
por delante.
Nuestra
conciencia cristiana nos debe comprometer cada día más. El Papa nos dice que “nadie
puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las
personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos
por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin
opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos”. Esta afirmación
toma sustento y sentido porque “una auténtica fe siempre implica un profundo
deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de
nuestro paso por la tierra” (EG 183). Así que cada quien cargue con sus
responsabilidades en esta hora aciaga del país. No juguemos a lo que no somos,
antes bien, que brille la identidad y los valores de cada una de las instituciones.
Es el mejor servicio a los venezolanos.
La reconstrucción de la política,
Lo
vivido hasta ahora en el país, lo podemos entender como una valiosa enseñanza.
Ha sido un aprendizaje que lacera a diario, es verdad. Pero es una experiencia
de vida, inédita en nuestra tradición civil y republicana, que viene
despertando las fibras de solidaridad y de esperanzas en nuestras gentes,
abandonadas como raíces tras un largo período de derroche de los dineros
públicos y de corrupción escandalosa.
Pero
debemos llevarlo a una experiencia política también, porque ésta no se la
podemos dejar solo a los políticos de profesión, sino como sociedad civil y
cristianos asumir “la auténtica vida política, fundada en el derecho y en un
diálogo leal entre los protagonistas, (que) se renueva con la convicción de que
cada mujer, cada hombre y cada generación encierra en sí mismos una promesa que
puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y
espirituales” (Francisco, n.5), para servir al país, proteger a cuantos viven
en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo
(cf. Id. n.2).
La
política es “un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad
del hombre” (Id), pero también hay que advertir que cuando “aquellos que se
dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede
convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”
(Id.).
Un hilo de esperanza.
Tenemos
conciencia que muchos venezolanos, desde adentro y en sus encuentros y
tertulias, desde la diáspora o el exilio con más de tres millones de
Venezolanos, incluso en forma de rompecabezas y de piezas inagotables, -ahí
están todas las instituciones y grupos que se reúnen para discernir
el futuro de Venezuela- se encuentran unidos en el sufrimiento y en la
esperanza.
Nadie
puede decir que tiene a la mano la solución mágica que pondrá término a tanto
sufrimiento del pueblo venezolano. El puente que se requiere para abrirle paso
a los sueños que se dibujan en múltiples escenarios, con la mejor buena fe, no
ha sido aún calculado. Se mide el peso que habrá que soportar al abrir el paso.
Los
mismos gobiernos que acompañan el sufrimiento del pueblo, principalmente donde
han emigrado los venezolanos, -que se suponen ilustrados en experiencias
similares padecidas por la Europa oriental y la Vieja Unión Soviética, como por
Cuba, o la de los países a los que ha engullido la violencia terrorista- no
saben ellos mismos como avenirse para ayudarnos.
Decía
Einstein que, en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante
que el conocimiento. Por eso, no sólo deseamos tener en cuenta los peligros que
nos asechan como Pueblo, sino que también anhelamos descubrir las oportunidades
que están delante de nosotros para superar la situación que nos agobia.
Parafraseando a Bertolt Brecht, el poeta y dramaturgo alemán, podemos afirmar
que estas encrucijadas existenciales se producen y nos tocan profundamente
cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. En este punto
de nuestra historia común y en esta condición inusitada nos encontramos
nosotros como venezolanos.
Nuestro compromiso eclesial. Áreas
de contribución de los cristianos católicos en nuestra sociedad.
En
esta Asamblea Episcopal se presentará el nuevo plan trienal 2019-2022, en él
está contenido lo aprobado por los Obispos para lo que queda del trienio y un
año más, lo que significa un compromiso decidido desde la Iglesia con nuestro
pueblo. Apuntemos algunas áreas de compromiso:
1.-Como
cristianos asumimos la crucifixión del Señor, aportando la Iglesia a nuestra
sociedad, la de no prescindir del sufrimiento humano, que es real, intenso,
prolongado e hiriente. La Cruz nunca ha sido un adorno y menos en estos
momentos de crisis en el país, ni tampoco es un refuerzo a las impotencias; es
un signo de esperanza y de claridad de nuestra misión de
cristianos que nos mueve a la solidaridad y a la misericordia con los más
necesitados. Todas las instituciones de la Iglesia estarán al servicio de la
vida desde una visión profética que abarca la denuncia y el anuncio. Por ello,
debemos mantener todas las formas de oración que nos motive el servicio del
prójimo.
2.-Incentivar
la cultura del encuentro entre los venezolanos, que pasa por el reconocimiento
del otro que es distinto, pero tiene igual dignidad humana. El foco principal
lo pondremos en la centralidad de la persona humana y no en ideologías. Toda
institucionalidad de la Iglesia debe ponerse al servicio de la persona, lo mismo
para el ámbito civil. Es necesario crear puentes y derribar muros, así como
ejercitar el principio de subsidiaridad y hospitalidad frente a la lógica del
descarte por motivos políticos, económicos, culturales o religiosos.
3.-Promover
la responsabilidad política que es impulsada por la Doctrina Social de la
Iglesia. Para ésta, la política es una alta vocación en favor de la sociedad,
pero entendida como máximo servicio al Bien Común y no como ocupación de poder.
4.-Intensificar
la misión evangelizadora de la Iglesia desde una “nueva etapa evangelizadora
marcada por la alegría” (EG 1 y 25), a ser “una Iglesia en salida” (EG 20) “con
las puertas abiertas” (EG 46), “no preocupada por ser el centro y clausurada en
una maraña de obsesiones y procedimientos” (EG 49), que “sale a las periferias
humanas” (EG 46). “Todos estamos invitados a salir de la propia comodidad y
atrevernos a llegar a todas las periferias que necesiten la luz del Evangelio”
(EG 20)…”sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Esta no es cualquier
salida, sino la misionera, puesto que ésta “es el paradigma de toda la obra de
la Iglesia” ((EG 15).
Muchas
otras acciones tendremos presentes en nuestra accionar. Como lo diría el
Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en los dos títulos que encabezan sus
reflexiones sobre la política, tenemos por delante “una nación por construir” y
hemos de “ponernos la patria al hombro”. Y para ello recordar con San Juan
XXIII que “los que oprimen a otros y los despojan de su debida libertad no
pueden ciertamente contribuir a esta unidad” de las inteligencias, de los
espíritus, de las acciones.
Son
muchos los desafíos que tenemos por delante, pero hay insignes pastores que nos
han precedido en la lucha por conquistar la libertad y la dignidad. Por eso debemos
tener muy presente lo expresado por San Juan Pablo II: “No tengan miedo a la
verdad de ustedes mismos”. Ante esta experiencia esperanzadora, no podemos
olvidar el Salmo 125: “vuelve cantando, trayendo las gavillas”, recogidas con
el esfuerzo organizado de todos, y este es el futuro que nos aguarda.
Muchas
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico