Por Edward Rodríguez
El país se cae a
pedazos. Inocentes venezolanos mueren en los hospitales por falta de
medicinas, de insumos médicos, y también por un apagón al no funcionar las
plantas eléctricas, pues al parecer era más importante llevarle unas Garotas al
subdirector para su oficina, que repararlas.
Cinco mil venezolanos huyen
a diario de la peor crisis humanitaria de la que se tenga memoria,
ciudades enteras pasan doce horas y hasta más sin electricidad; también padecen
por semanas la falta de agua y de gas.
El salario mínimo no alcanza
ni para comprar un pollo, por más que lo aumenten todos los meses, no alcanza,
se vuelve sal y agua; no hay efectivo, las estaciones de servicio colapsan
porque no hay gasolina; en fin.
No caeré en los detalles de
los malos chistes de Nicolás, de sus comentarios fuera de lugar, ni mucho
menos en su imposibilidad de contener un eructo en plena cadena
nacional de radio y televisión; mejor, revisemos el
reciclaje de promesas que hizo, no para un año, sino para
seis, imagínense ustedes.
Veamos, prometió acabar con
la miseria y con los pobres, esto lo está cumpliendo poco a poco, porque los
está acabando y matando de hambre, literalmente. Hizo promesas de disminuir los
índices de desempleo y reactivar la industria, que se va a poner al frente de
la fulana guerra económica, que asumirá la conducción de Pdvsa, que Dios nos
agarre confesados; etc, etc, etc.
El detalle, no es prometer,
el detalle, está en cumplir. Y hasta la fecha Maduro no ha cumplido nada;
hasta se inventó una criptomoneda para, según él, salvar la economía, y a la
fecha todo se ha quedado en pura ficción.
Destruyó el salario e hizo
de Venezuela el único país del mundo en el que un aumento salarial causa
angustia. Cinco aumentos salariales en 2018 y uno en lo que va de 2019 han
representado seis momentos de terrible zozobra y depresión en la clase obrera
de la que tanto habla y dice defender.
La lista de promesas,
incoherencias y mentiras fue muy larga y repleta de clichés e ideas huecas,
vacías.
Cambio en la conducción
Venezuela reclama por la
conducción de alguien capaz y verdaderamente comprometido con la democracia y
el progreso. El país cambió, los venezolanos cambiaron, y no se calan más el
cuento de la caja de comida y los perniles que nunca llegan, el miedo se
perdió, la revolución se perdió.
Se está a tiempo de deponer
el orgullo y ambición.
“El hombre es amo de lo que
calla, y esclavo de lo que dice”.
15-01-19
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