Oscar Hernández Bernalette 14 de enero de 2019
Hablamos
del emigrante y los calificamos con cierta ligereza. Los que se fueron, los que
llegaron de otras partes, los que dejaron atrás su país. Los que huyeron y se
fueron corriendo. Los que quitan trabajos, los desadaptados, los apátridas y
los que abandonan a sus familias, los que se dejaron derrotar y los que no
tuvieron capacidad para luchar por lo que les arrebatan, entre tantas otras
excepciones que encierra xenofobia o poca sensibilidad por el otro. Claro que
hay un término mas formal, internacionalmente reconocido. En fin, son tantas
visiones como quieras escuchar.
Solo
en estos días quedamos asombrado al oír de un candidato a alcalde en Perú que
proponía en su campaña electoral una política de tolerancia cero hacia los
venezolanos o el programa de “contra el miedo” a los venezolanos en Bogotá.
Lo
cierto es que en carne propia hemos aprendido a vivir lo que muchos de nuestros
padres y antepasados sintieron como emigrantes. Hemos visto a nuestros hijos ,
a los hijos de nuestros amigos partir. Estas navidades y el principio del año
nos permitieron ser testigos de la alegría de la llegada de miles de
venezolanos que regresaban al país al reencuentro con sus familiares. También
el dolor posterior con la nueva partida. El hasta luego, el abrazo, el llanto,
regreso cuando pueda y siempre es la mirada de padres viejos y los abuelos con
la tristeza en su rostro si podrán de nuevo volver a ver a sus mas queridos.
Descubrí
en estos días una influenciadora de las redes de origen Hindú, Rupi Kaur, poeta
y sensible, miles de seguidores y acompaña sus fotos con cortos textos muy
significativos, se firma además como inmigrante.
Escribe
un poema que me atrevo a traducir en la que se expresa así: No tienen ni idea
de lo que significa / perder tu hogar bajo el riesgo de / nunca encontrar tu
hogar otra vez / tener toda tu vida / divida entre dos naciones/y convertirse
en el puente entre dos países.
Dura
realidad del que se va. Golpea todos los cimientos. Sus propios, los de su
familia y los de su país. Unos, se adaptan, otros nunca lo hacen. Otros
comienzan un camino sin estar seguros a donde quieren llegar. Apuestan a que
los nos quedamos los ayuden y no desdibujemos los buenos recuerdos del país que
dejaron atrás.
Oscar
Hernández Bernalette
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