Luis Ugalde SJ 03 de enero de 2019
Dentro
de una semana Venezuela amanecerá sin presidente electo democráticamente.
Vivimos una enorme y creciente tragedia, pero el usurpador está empeñado en no
cambiar y hacer irreversible esta criminal hiperinflación, que en 2019 pasará
de 10.000.000%, con el salario pulverizado, los servicios públicos destrozados
y la economía productiva por los suelos.
Urge
una pronta salida y redemocratización. Nadie del régimen –medianamente
informado y sensato– puede pensar que el país tiene futuro con el actual
gobierno y política. Lo sensato es la renuncia de Maduro o su retiro obligado,
seguido de una transición lo más rápida y unitaria posible. Salir del dictador,
restituir la violada Constitución, tomar medidas inmediatas para frenar la
hiperinflación, rescatar los servicios públicos colapsados y organizar un plan
gigantesco de emergencia humanitaria. Nada de esto es posible sin una fuerte
ayuda externa, refinanciamiento e inversiones, que no vendrán con el usurpador
Maduro.
Juramentaciones. El
próximo sábado 5 se juramenta la Directiva de la legítima Asamblea Nacional.
Por acuerdos previos le corresponde presidir a Voluntad Popular que propone a
su joven diputado Juan Guaidó, acompañado en las vicepresidencias por
representantes de AD y Un Nuevo Tiempo. La coherencia obliga a los
representantes de los países democráticos a estar presentes en la toma de
posesión de la AN democráticamente elegida. También la Iglesia debe expresar su
apoyo a la legítima AN y su firme voluntad de abrir cuanto antes la puerta a la
reconciliación y reconstrucción.
El
jueves 10 será la juramentación del dictador (aunque hay extraños rumores de
que sería el 1 o el 8). De 2013 a 2018 Maduro se deslegitimó por su ejercicio
violatorio de la Constitución, en adelante también carecerá de la legitimidad
de origen y será un usurpador que no debe ser respaldado por los países
solidarios y comprometidos con la superación de la tragedia venezolana y
recuperación de la Constitución y de la democracia. Los representantes
internaciones democráticos (incluido el nuncio) no deben asistir a ese acto
anticonstitucional, si la juramentación es ante la ANC; tampoco si es ante el
TSJ, pues este fue constituido por el Ejecutivo en diciembre de 2015, entre
gallos y media noche, para anular a la legítima AN y todas sus decisiones y
leyes, usurpar sus atribuciones como la aprobación de los presupuestos etc., y
judicializar la persecución política de los partidos y de la oposición.
No nos
parece conveniente la ruptura de relaciones de los países democráticos con el
“nuevo” gobierno de facto, aunque pudieran reducir el nivel de su
representación. Necesitamos en Venezuela países testigos, defensores y amigos
del restablecimiento democrático.
La
clave y fuerza para salir de la dictadura está en la unión constituida por la
protesta popular, por la inmensa mayoría de los venezolanos dentro y fuera del
país, por las democracias amigas, por los dirigentes políticos, económicos y
sociales; ninguno por sí solo, sino juntos y decididos a restaurar la
democracia en torno a la legítima AN. Esta –seguramente de acuerdo
con el TSJ legítimo en el exilio– debe dirigir la rápida transición, decidiendo
la forma más inteligente, realista y eficaz de hacerlo.
Negociación. Un
cambio de esta magnitud y la muy compleja reconstrucción no podrán hacerse sin
la unión de todos los decididos a salir del actual infierno y restablecer la
democracia. Es indispensable sumar fuerzas de origen diverso para una
negociación firme con el claro objetivo de salir de la dictadura y su desastre
socioeconómico. Sería fatal caer en linchamientos, persecuciones,
enfrentamientos armados, y ejecuciones que dejarían al país sin salida ni
posibilidades de reconstrucción. La política y la economía venezolanas deben
nacer de nuevo para la paz (superando la actual persecución). En adelante la
renta petrolera no podrá mantener la economía (como en los 100 años
precedentes), ni alimentar la política clientelar reparticionista, ni generar
empleo productivo para 14 millones.
Política
renacida. En el reciente Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz,
el papa Francisco dice que no es posible alcanzar la paz sin renovar la
política con la “caridad y virtudes humanas para una política al servicio
de los derechos humanos y de la paz” y sin “un programa con el que
pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural
o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana” (n.°
3).
Luego
señala con claridad “los vicios de la política”. “Estos vicios, que
socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida
pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción– en sus múltiples
formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las
personas–, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas
comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la
fuerza o con el pretexto arbitrario de la ‘razón de Estado’, la tendencia a
perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la
Tierra…”. Parece un retrato de la degradada política venezolana. Son vicios
multiplicados por el régimen actual, pero que están en la “cultura política” de
millones que los aplauden siempre que repartan algo, aunque roben mucho. Esta
degradación no es una fatalidad y necesitamos superarla para la reconstrucción
nacional. El Papa propone las bienaventuranzas del político, que
fueron escritas por el fallecido cardenal vietnamita François Xavier Nguyen Van
Thuan, que durante 13 años (1975-1988) fue preso del régimen comunista.
Mencionamos solo 3 de las 8:
“Bienaventurado
el político cuya persona refleja credibilidad”.
“Bienaventurado
el político que realiza la unidad”.
“Bienaventurado
el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical”.
Frente
a la dictadura, Venezuela entera tiene que hacer de 2019 el año del rescate de
la política y de la democracia constitucional. Esperamos que la Iglesia
católica, junto con otros líderes religiosos, guíe a sus comunidades y nos
marque un verdadero camino de la política como bien común.
Luis
Ugalde SJ.
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