Joaquín Villalobos 02 de agosto de 2020
En
la entrega pasada, Joaquín Villalobos se ocupó del régimen cubano como último
refugio del modelo marxista y del desastre que fue Fidel Castro como jefe de
Estado. En esta segunda y última parte del ensayo, detalla el efecto negativo
que ha tenido la cercanía de Cuba con la izquierda en América Latina. • Para
garantizar su fortaleza y control en el extranjero, el gobierno cubano entrenó
y armó movimientos guerrilleros durante tres décadas; luego apoyó partidos
políticos, elecciones y gobiernos, y en los últimos años ha sido solidario con
movimientos sociales que aún lo toman como referente moral. • Es momento, dice
Villalobos, de reconocer que no hay nada que agradecerle a Cuba, la dictadura
más longeva, y de hacer que la izquierda deje de ser fiel a la religión
marxista.
La
estrategia fundamental del régimen cubano de
defenderse fuera de sus fronteras ha tenido tres fases que corresponden a
cambios en la realidad y en la situación de la izquierda en América Latina: los
primeros treinta años con movimientos guerrilleros; a partir de 1990, con
partidos políticos, elecciones y gobiernos; y de 2019 a la fecha, con
movimientos sociales y violencia de calle.
Durante
los sesenta, setenta y ochenta Cuba mantuvo una intensa política de
entrenamiento, armamentización, influencia y control sobre los movimientos
insurgentes. Mientras hubiera conflictos por todos lados, Cuba estaría segura.
Hubo dos excepciones: en Costa Rica porque la democracia evitó que surgieran
movimientos armados y en México, aunque hubo guerrillas, Cuba aparentemente no
las apoyó por un acuerdo con los gobiernos del PRI. La Habana fue el centro de
la actividad revolucionaria y Washington el centro de la actividad
contrarrevolucionaria.
En
enero de 1966 Fidel Castro fue el anfitrión de la Conferencia Tricontinental de
movimientos revolucionarios de Asia, África y Latinoamérica. Asistieron 500
representantes de 82 países. En ese momento el propósito era: luchar por la vía
armada contra el colonialismo, el imperialismo y las dictaduras para establecer
gobiernos revolucionarios socialistas. La existencia de dictaduras le daba
coherencia al plan. Pero no fue fácil controlar a los insurgentes. Las
invasiones a Hungría en 1956 y a Checoslovaquia en 1968 generaron rechazo a la
Unión Soviética y despertaron simpatías por el maoísmo en la izquierda. Se
empezaron a conocer las matanzas de Stalin, pero todavía se desconocían las de
Mao. Los debates sobre los proyectos comunistas se trasladaban a los
revolucionarios configurando sectas ideológicas de castristas, trotskistas,
marxistas-leninistas, maoístas, guevaristas, marxistas cristianos,
prosoviéticos, etcétera.
Esta
fragmentación afectaba el control de Cuba sobre las guerrillas en función de su
defensa. La respuesta fue reclutar militantes, convertirlos en sus agentes, así
como infiltrar, dividir y debilitar a los movimientos que Cuba no pudiera
controlar. Esto algunas veces trajo choques con la CIA, que estaba haciendo el
mismo trabajo pero con intenciones opuestas. Brian Latell exanalista de la CIA,
en su libro Castro’s Secrets, cuenta cómo la deserción en 1964 del miembro de
los servicios de inteligencia cubanos, Vladimir Rodríguez Lahera, condujo a la
captura, interrogatorio y reclutamiento de 120 aspirantes a guerrilleros de una
docena de países, entre éstos El Salvador.
Castro
nunca aceptó que Cuba fuera tierra de asilo. No pocos revolucionarios fueron
enviados a luchar en condiciones suicidas. El coronel Francisco Alberto Caamaño
Deñó, líder de la resistencia a la invasión estadunidense a República
Dominicana en 1965, desembarcó en su país en 1973 con un pequeño grupo de
guerrilleros y todos fueron aniquilados. Asimismo, el argentino Jorge Masetti,
amigo del Che, fundador de Prensa Latina, estableció una guerrilla en Salta, al
norte de Argentina, en 1964. Masetti desapareció y algunos de sus combatientes
murieron de hambre. El propio Guevara fue parte de las aventuras suicidas que
Castro estimulaba para distraer a Estados Unidos.
En
los años sesenta Castro intentó repetir su experiencia del foco guerrillero en
Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Haití, República
Dominicana, Brasil y Argentina. También realizó incursiones militares con sus
propias tropas. En el año 1959 militares cubanos desembarcaron junto a
nacionales de cada país: en Panamá en abril; en República Dominicana y Honduras
en junio, y en Haití en agosto. En Venezuela en 1966 Arnaldo Ochoa y quince
cubanos desembarcaron en Falcón y en 1967 otros cubanos lo hicieron en
Machurucuto. Con el Che en Bolivia hubo dieciséis cubanos que representaban la
tercera parte de su guerrilla. En todos estos casos participaron cientos de
militares cubanos, algunos murieron, otros huyeron, el resto fueron arrestados
y deportados a Cuba.2
En
la década de los setenta Castro apoyó, entrenó y armó insurgentes de Guatemala,
Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador,
República Dominicana, Argentina, Uruguay, Chile, Puerto Rico e incluso los
Panteras Negras de Estados Unidos. Hay tres momentos culminantes con gran
involucramiento cubano en esta etapa: los movimientos guerrilleros urbanos en
Argentina y Uruguay, la victoria electoral y el derrocamiento de Salvador
Allende en Chile (1970-73) y el triunfo de la Revolución Sandinista en
Nicaragua en 1979.
Los
Montoneros de Argentina secuestraron en 1975 a los empresarios Juan y Jorge
Born que pagaron 60 millones de dólares, el rescate más grande de la historia
de las guerrillas latinoamericanas, equivalente a unos 260 millones de dólares
actuales. Este dinero llegó a Cuba y fue administrado por los cubanos.3
En noviembre de 1971 Fidel Castro viajó a Chile y permaneció allí veintitrés
días. Realizó concentraciones públicas por todo el país. En ese momento había
en la izquierda un conflicto entre lucha armada y revolución versus lucha
electoral y reformismo. La estadía de Castro fue un sabotaje al proyecto
electoral reformista de Allende. Castro quería una guerra y una revolución en
Chile, para ello entrenó y armó a miles de chilenos. Esto desencadenó el pánico
de los militares, el golpe de Estado y la muerte de Allende en 1973, quien, a
diferencia de Guevara, no se rindió a pesar de que le ofrecieron una salida
segura.
Muchos
de los chilenos que fueron entrenados se convirtieron en oficiales de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.4 En los setenta surgieron
en México las guerrillas de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y la Liga Comunista
23 de Septiembre. En teoría Cuba no las apoyaba, pero para Fidel el PRI era de
derecha.
El
evento más destacado de esta década fue la Revolución Sandinista en Nicaragua
en julio de 1979 que derrocó al dictador Anastasio Somoza. El componente más
importante de esta victoria fue la insurrección popular en Managua y la mayor
parte de las ciudades. El segundo componente fue el Frente Sur, en la frontera
con Costa Rica. Fidel Castro envió a este Frente a militares cubanos armados
con piezas de artillería y ametralladoras antiaéreas cuatro bocas. El Frente
Sur no tuvo un avance territorial importante, pero amarró a las tropas élite de
Somoza, neutralizó sus medios aéreos e hizo perder tiempo al dictador hasta
volverle imposible controlar la insurrección en las ciudades. El primer jefe de
la inteligencia sandinista fue un oficial cubano.
La
guerra en Centroamérica en los ochenta fue lo más parecido a Vietnam para
Latinoamérica. En Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Panamá
participaron más de 300.000 hombres entre ejércitos, guerrillas y
contrarrevolucionarios. En esos años Estados Unidos toleró un genocidio en
Guatemala, gobernó El Salvador, ocupó militarmente Honduras, hizo la guerra a
Nicaragua y terminó invadiendo Panamá en 1989. La base de Palmerola en Honduras
la estableció Reagan en 1981 y se mantiene hasta la fecha. La guerra civil
salvadoreña es, después de la Revolución mexicana, la experiencia militar
insurgente latinoamericana más desarrollada del siglo XX. Controlamos la
tercera parte de un país de apenas 20.000 km2, hicimos más de 10.000 bajas y
capturamos más de 3000 prisioneros en combate, incluido el viceministro de
Defensa; dimos de baja al principal jefe de las Fuerzas Armadas y a todos sus
mandos, tomamos brigadas enteras, combatimos en la capital durante quince días
y neutralizamos la fuerza aérea con misiles portátiles tierra-aire. Cuba
entrenó cientos de guerrilleros salvadoreños. De mi grupo muchos menos, porque
los cubanos destinaban demasiado tiempo al adoctrinamiento ideológico y porque
podíamos entrenar en nuestros territorios. Pero el apoyo cubano fue vital en armas,
dinero oportuno y entrenamiento de fuerzas especiales, artilleros,
francotiradores y operadores de misiles antiaéreos.
Para
Castro la guerra en Centroamérica no fue solidaridad, sino su primera línea de
defensa frente a la agresiva política de Reagan contra Cuba, que incluyó un
enfrentamiento directo entre tropas cubanas y estadunidenses cuando Reagan
invadió la isla de Granada en octubre de 1983. Esto explica por qué Fidel
mantuvo tanto interés en hablar conmigo. Su papel fue fundamental para unir a
los grupos insurgentes y conseguirnos armas en Vietnam, Alemania Oriental y
otros países. Éstas llegaban a Nicaragua y desde allí las trasladábamos a El
Salvador. No hacen falta más detalles para destacar la importancia de la
intervención cubana que fue reconocida públicamente por Castro, incluso con
expresiones de admiración hacia los guerrilleros salvadoreños.
Desde
finales de 1991 hasta inicios del nuevo siglo, Cuba vivió una situación muy
difícil al terminar el subsidio soviético. En esos años, su estrategia de
defensa en Latinoamérica tuvo una fase ofensiva cuya prioridad fueron los
partidos, las elecciones y los gobiernos; y una fase defensiva que empieza en
el año 2019, donde el principal interés han sido los movimientos populares y
las protestas violentas de calle.
Cuando
terminó la Unión Soviética, Fidel Castro creó lo que llamó “período especial”,
un plan para evitar que el hambre de los cubanos lo derrumbara. Simultáneamente
inventó el apartheid económico con inversiones de capitalistas extranjeros en
hoteles y turismo. Los países comunistas se habían vuelto capitalistas, la
democracia y los derechos humanos habían avanzado en Latinoamérica, los
partidos de izquierda pudieron participar en elecciones libres. El apoyo a las
guerrillas perdió sentido, lo principal en ese momento era tener un instrumento
para influir sobre los partidos de izquierda que pronto serían gobiernos. Fue
entonces cuando Fidel Castro junto con Lula da Silva fundaron en 1990 el Foro
de São Paulo (FSP).
En
esa fase, el paso más importante de Fidel fue “consagrar” a Hugo Chávez como
revolucionario en 1994. Cuando éste se convirtió en presidente en 1999, inventó
la Revolución Bolivariana y ocupó política, militar y económicamente Venezuela
con miles de cubanos que incluían doctores, militares, profesores, policías,
burócratas, entrenadores deportivos e instructores políticos. El extraordinario
libro de Diego G. Maldonado La invasión consentida define la ocupación como la
“sumisión voluntaria de una nación rica”5 a un país pobre en quiebra.
Para evitar lo ocurrido en Chile, Fidel transformó las Fuerzas Armadas
venezolanas al redefinir su doctrina, modificar su organización territorial,
alentar el cambio de armamento y reorganizar la policía y la inteligencia.
Entrenó oficiales, cooptó jefes y reclutó e infiltró agentes. En Venezuela, del
2015 a la fecha, la inteligencia cubana ha desbaratado catorce conspiraciones
de militares patriotas y la Operación Gedeón, que fue dirigida por mercenarios.
Según
las propias fuentes cubanas, hasta 2015 habían pasado por Venezuela 219.321
cubanos6 y, en 2019, Raúl Castro dijo que en ese momento había 23.000
apoyando a Maduro. Esto es la mitad de los que mantuvieron en la guerra de
Angola. No creo que exista gobierno en el mundo que tenga desplegado tanto
personal en otro país, a menos que se trate de una ocupación militar. Ni las
misiones de la ONU son tan numerosas. Hay que ser muy ingenuo para creer que
son misiones solidarias. Los cubanos que estaban en Granada eran unos
“albañiles” que se convirtieron en militares al llegar los marines. El régimen
cubano necesitaba el petróleo y el dinero de Venezuela desesperadamente. Para
el 2007, gracias al subsidio venezolano, Cuba logró salir de la hambruna. Los
regímenes cubano y venezolano son mutuamente dependientes: si uno se acaba, el
otro también.
Con
Chávez gobernando, Castro organizó la Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA)
y con el dinero venezolano inventó y financió Telesur, Unasur y a partidos de
izquierda en todas partes. Para el 2009 la izquierda gobernaba en Venezuela,
Ecuador, El Salvador, Honduras, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y
tenía influencia en Perú. La izquierda se volvió hegemónica, controló la OEA y
levantó la exclusión de Cuba. El financiamiento venezolano a Podemos creó
problemas de gobernabilidad en España. Al morir Hugo Chávez en el 2013, Castro
escogió a Nicolás Maduro, el hombre más leal a Cuba, para que presidiera
Venezuela. Es obvio que ni Chávez ni los actuales dirigentes venezolanos tenían
suficiente cabeza para parir la estrategia descrita. Ésta resultó de la
genialidad perversa de Castro. Su palabra era sagrada, todos le consultaban
todo y murió en el 2016 como el Santo Padre de la extrema izquierda.
En
diciembre del 2015 los chavistas perdieron las elecciones parlamentarias,
resultado de la implosión de un modelo económico que había despilfarrado más de
un millón de millones de dólares, quebrado la producción petrolera y expropiado
y destruido miles de empresas industriales, comerciales y financieras. El
chavismo perdió la mayoría en las calles y en las urnas. En democracia se
pueden perder elecciones con un leve aumento de la inflación, pero el chavismo
estaba mucho peor. Luego de dieciocho años de excesos estaba políticamente
agotado y con el país en quiebra; podía convertirse en una fuerte oposición,
pero ya no podía ganar un gobierno más en elecciones libres. En ese momento las
relaciones de Venezuela con Europa y Latinoamérica eran normales y Estados
Unidos seguía siendo su principal cliente. Maduro desconoció el poder del
Parlamento, rechazó un referéndum revocatorio e incumplió acuerdos negociados
frente al Vaticano en el 2016.
Fue
así como en abril de 2017 ocurrieron en Venezuela las protestas más
prolongadas, sostenidas y numerosas en la historia de Latinoamérica. Cuatro
meses de lucha que dejaron más de cien muertos. Se intentaron negociaciones en
República Dominicana, pero de nuevo el gobierno rechazó acordar elecciones
libres. La crisis económica se transformó en emergencia humanitaria, empezaron
a emigrar millones de venezolanos y, en ese contexto, aparecieron las sanciones
y el aislamiento internacional a Maduro.
La
explicación de la resistencia de Maduro es clara en la lógica que venimos
exponiendo: si él perdía el poder, el régimen cubano también lo perdería. Para
evitar esto, la democracia en Venezuela debía darse por terminada. Y no sólo
allí. En marzo de 2018 la reducción de los subsidios venezolanos a Nicaragua
generó en ese país una explosión social tan potente y prolongada como la de
Venezuela, pero fue sofocada con una represión más brutal que la de la antigua
dictadura de Somoza: centenares de presos y más de 400 muertos.
Cuba,
Venezuela y Nicaragua conformaron para ese momento un eje de dictaduras que
coordinaban su defensa e intentaban sumar a Bolivia al grupo. Camino a esa
alianza, Evo Morales impuso ilegalmente su candidatura y realizó un fraude
electoral, pero, al no contar con las Fuerzas Armadas, perdió el poder. Sin
embargo, hizo una violenta resistencia que dejó decenas de muertos. El eje de
las dictaduras se quedó sin Bolivia, pero éste es ahora un país dividido que
podría vivir en conflicto permanente.
En
la segunda década del 2000, la izquierda empezó a perder gobiernos en
Latinoamérica y con ello el control de la OEA. Estados Unidos sancionó
fuertemente a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Europa aplicó sanciones a Maduro y a
Ortega, pero no a Cuba, que es el verdadero centro de gravedad del conflicto
que se está gestando en el continente. Latinoamérica se ha quedado en las
condenas diplomáticas y no se atreve a presionar a Cuba.
Fidel
Castro decía que en los momentos críticos había que resistir y esperar. Eso
hizo en el “período especial” en 1991: resistió hasta que apareció Chávez. Con
el debilitamiento de Maduro y la salida del poder de gobiernos aliados, el
régimen cubano reconoció que enfrentaba un gran peligro y pasó entonces a una
fase defensiva, pero siempre con acciones ofensivas fuera de sus fronteras
exacerbando conflictos y desestabilizando a otros países. En condiciones
normales Maduro, Ortega y Morales deberían haber dejado el poder y pasado a ser
oposiciones fuertes con opción de recuperarlo. Su resistencia no responde a una
lógica normal, actúan coordinados por interés propio, pero necesitan defender a
Cuba, porque creen que la pérdida del referente moral e ideológico podría
debilitarlos políticamente.
El
trío Cuba, Venezuela y Nicaragua no sólo debe resistir, necesita desestabilizar
otros países, mientras espera que la izquierda recupere poder o que Donald
Trump pierda las elecciones en Estados Unidos. Suponen que esto les permitiría
seguir gobernando. Al cambiar el contexto Cuba cambió estrategia, la división
de las FARC y el atentado terrorista que mató 22 cadetes de policía en Bogotá
son acciones promovidas por Cuba y Venezuela para destruir el proceso de paz en
Colombia. Por las graves implicaciones internacionales es imposible que éstas
fueran decisiones autónomas.
El
FSP estaba debilitado porque los partidos miembros habían perdido elecciones,
pero fue resucitado con una nueva composición. En el 2019 convocó a
sindicalistas, movimientos de indígenas, ecologistas, afrodescendientes,
campesinos, estudiantes, islamistas radicales, feministas y a la comunidad LGTB
de Estados Unidos, Latinoamérica, Europa, Medio Oriente, África y Asia. La
Habana y Caracas fueron sede de muchos eventos con miles de participantes. Allí
se decidió que las organizaciones sociales serían el instrumento; la violencia
callejera, el medio; la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, la
bandera; y la defensa de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el objetivo. Cuba estaría
al mando, Venezuela pondría el dinero y cada país los muertos. En ese contexto
Maduro anunció la violencia hablando de “Brisa Bolivariana”. En este plan Cuba
asumió bajo perfil para evitar rupturas de relaciones y pérdida de embajadas.
Éstas son sólo centros de coordinación con los extremistas, porque Cuba ni vende
ni compra nada.
Pero
el FSP es ahora una ensalada de intereses y posiciones incoherentes. Los
extremistas iraníes y Hezbollah deben juntarse con sus enemigos: las feministas
y la comunidad LGBT. Los trabajadores deben exigir salarios dignos al neoliberalismo,
pero apoyar que Cuba pague 15 dólares al mes. Deben exigir respeto a los
derechos humanos, pero callar los muertos, los presos y las torturas en Cuba,
Nicaragua y Venezuela. Deben luchar por el comunismo en sus países, pero apoyar
el capitalismo salvaje de China y el de los oligarcas rusos. Deben luchar
contra el racismo en Estados Unidos, pero olvidar los campos de concentración
en China y la ejecución de homosexuales en Irán. En la nueva realidad, la
extrema izquierda perdió la ventaja moral que tuvo cuando enfrentaba dictaduras
militares de derecha. A pesar de esto, Cuba decidió que sus creyentes debían
pasar de la lucha revolucionaria al vandalismo callejero porque sólo la
violencia generaría hechos mediáticos y políticos suficientemente potentes para
su defensa.
Señalar
a Cuba como la causa de los conflictos sería teoría conspirativa. Las protestas
en Colombia, Ecuador y Chile en el 2019 tenían causas reales, justas y
legítimas. Las mayorías se movilizaron pacíficamente por demandas internas,
pero la violencia fue responsabilidad de minorías subordinadas a factores
externos. El vandalismo fue premeditado, organizado, artificial, movido por
intereses externos y no encaja con la forma en que evoluciona una protesta de
calle. Aprendí sobre esto durante la década que precedió a la guerra civil en
mi país; mi primera acción revolucionaria fue romper a pedradas los vidrios de
una patrulla policial, después de que éstos habían masacrado gente a balazos.
Hay
en la calle dos tipos de violencia: la espontánea y la organizada. La primera
es esencialmente reactiva, nunca premeditada. Una protesta que es reprimida con
uso desproporcional de la fuerza puede provocar violencia espontánea de los
manifestantes. Con el tiempo, esa violencia espontánea puede transitar a
violencia organizada si la represión es brutal y persistente. Por ejemplo, en
Venezuela y Nicaragua lo masivo y pacífico duró muchos días hasta que los
jóvenes se hartaron por los muertos y empezaron a responder con piedras, bombas
molotov y a organizarse en pequeños grupos.
La
violencia organizada supone que la represión se volvió mortal y cotidiana y
esto exige un nivel de organización similar al de una guerra, requiere mando y
control, coordinación entre grupos y medios para la defensa. En 1980, en
Guatemala, los militares incendiaron la embajada de España porque unos
campesinos que protestaban por la represión se habían refugiado allí: 37
personas murieron calcinadas incluido personal de la embajada. En 1979, en una
de las numerosas masacres, los militares salvadoreños mantuvieron cercados a
los manifestantes en una iglesia del centro capitalino durante varios días.
Veintiún cadáveres quedaron enterrados en el interior de la iglesia. El
entierro de san Arnulfo Romero fue atacado con francotiradores. Finalmente
decidimos que grupos de autodefensa protegieran las protestas, pero en
Centroamérica, a pesar de la salvaje represión, ni el saqueo ni el vandalismo
tomaron fuerza. Cuando la represión es letal no hay tiempo para pensar en
saqueos.
En
el 2019, en los casos de Ecuador, Colombia y Chile no hubo represión letal que
justificara la violencia. Esta no fue espontánea, lo masivo fue simultáneo con
lo violento, no fue reactiva sino organizada, premeditada y dirigida. En Chile
incendiaron puestos policiales y penetraron a instalaciones militares.
Evidentemente buscaban que hubiera numerosas víctimas. Los extremistas
provocaron la muerte de quince personas con los incendios, más del doble de los
seis atribuidos a los policías.7 No hay explicación política
racional al nivel de vandalismo en Chile. Los daños alcanzaron 4500 millones de
dólares, incluyeron la destrucción de 70 de las 136 estaciones de metro,
centenares de comercios, hoteles, estaciones de policía y hasta iglesias de
valor histórico. De mis tiempos de guerrillero, sin haber recibido nunca
instrucción militar, recuerdo cuánto nos costó aprender a derribar torres
conductoras de energía. En Chile destruyeron locomotoras de acero en ataques
sincronizados. Esto requiere instrucción, medios, planeación y mando
centralizado. Ni durante la insurrección contra Somoza en Managua ni cuando los
guerrilleros salvadoreños combatimos durante quince días en la capital hubo un
nivel de destrucción siquiera cercano a lo que ocurrió en Chile.
Cuba
es la dictadura más prolongada de la historia, pero la tragedia de los cubanos
pareciera importar a pocos. El mar y los tiburones les impiden escapar en masa
como los venezolanos y esto los ha convertido en víctimas de segunda clase
olvidadas por el mundo. El régimen es un bandido que con el tiempo se volvió
socialmente aceptable para académicos, intelectuales, actores, políticos,
millonarios y turistas. Cada uno por distintas razones: arqueología política,
excentricidad, inversiones sin sindicatos, burocracias corruptibles por nada,
prostitución barata, drogas, etcétera. La mitología revolucionaria convirtió a
los disidentes en gusanos y a los que viven en la isla en hormigas de
laboratorio de creencias fallidas.
Ahora
los cubanos se dividen en dos grupos: los que tienen fula (dólares) y los que
no tienen. Es decir, que quienes tienen parientes “gusanos” viviendo en Yuma
(Estados Unidos) viven mejor que el resto de los cubanos. Todo en la isla es
ficción: el peso, los salarios, la educación, la salud y hasta el embargo.
Estados Unidos es el quinto socio comercial de Cuba y el primer suministrador
de alimentos de un país que debería ser potencia agrícola. Cuba importa azúcar
porque ya no es capaz de producir ni para su propio consumo. Hasta los
dirigentes viven en la ficción. Vicente Botín, en su libro Los funerales de
Castro, proporciona una lista de parientes de altos dirigentes que viven bien
en el exterior y pueden entrar y salir cuando quieren.8 Esta lista
incluye a los hijos de Ramiro Valdés y Juan Almeida, comandantes y héroes de la
Revolución compañeros de Fidel. Botín cuenta de “Ubre Blanca”, la vaca mágica
del experimento de Fidel Castro que fracasó, así como fracasó la mayoría de los
desatinos visionarios del comandante, entre ellos los planes arroceros, el plan
fresa, el café caturra, las granjas de faisanes, las plantaciones de bambú, la
presa Paso Seco, la zafra de los 10 millones o la producción de quesos que
superaría a la de Francia.9 Fui testigo de ocurrencias con calamares
o de meter percas del Nilo en los lagos de Nicaragua.
Oficialmente
no existe una economía de mercado, pero hay un gran mercado negro en el que se
encuentra de todo. Estos productos son robados de almacenes del gobierno con
cadenas de corrupción que involucran a muchos funcionarios y trabajadores.
Conocí de un ministro que aceptó una propina de 500 dólares y durante la guerra
había funcionarios del partido que pedían a los salvadoreños productos
estadunidenses. La mayor aspiración de los jóvenes es vivir en Estados Unidos,
el enemigo mortal del castrismo. El régimen se sostiene por los Comités de
Defensa de la Revolución (CDR). Existen en cada cuadra y su trabajo es fomentar
el miedo a partir de que todos vigilen a todos. Alemania Oriental fue la matriz
del modelo de seguridad cubano. Tony Judt en su libro Postguerra dice que la
burocracia policial alemana tenía: 85.000 empleados, 60.000 colaboradores, 110.000
confidentes regulares y 500.000 a tiempo parcial. Seis millones de alemanes que
correspondían a la tercera parte de la población tenían expedientes. En
comparación la Gestapo nazi sólo contaba con 15.000 personas para toda
Alemania.10 El Partido Comunista de Cuba tiene más de un millón de
militantes que representan el 10% de la población y los CDR están integrados
por varios millones. Nada de esto es voluntario, porque en Cuba vivir fuera del
sistema es morir.
Sin
embargo, ahora los CDR se han vuelto igualmente corruptos, quieren dólares,
consumir y huir al Imperio. Algunos ilusos, que jamás soportarían vivir en
Cuba, creen que el régimen sobrevive porque tiene apoyo popular. Trujillo,
Pinochet y el genocida Ríos Montt también tenían apoyo. Carolina Cox,
izquierdista chilena procubana, hizo público su desengaño al quedar varada en La
Habana por la pandemia. Cox describe en un video la ausencia de productos de
higiene, la escasez de agua, las plagas en el hotel, el bloqueo al internet,
etcétera.11
En
1987 se hubiera pensado que el derrumbe soviético era una ilusión, tres años
después terminó. Quienes nacieron después de terminada la Unión Soviética
tienen ahora treinta años, Raúl Castro tiene 89 y Ramiro Valdés 88. El
“imperialismo yanki” como enemigo es ahora retórica de ancianos. Como en la
desaparecida Unión Soviética, los nuevos dirigentes cubanos no dicen lo que
piensan, ni piensan lo que dicen. En el 2009 el vicepresidente Carlos Lage y el
ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque fueron destituidos luego
de ser filmados secretamente burlándose de Castro. El cambio generacional es la
mayor amenaza a la burocracia comunista. El régimen teme replicar el modelo
chino porque esto implicaría aceptar inversión externa en todos los sectores,
permitir cubanos ricos y, lo más difícil, asumir la reunificación de la Cuba
rica de la Florida con la Cuba pobre de la isla.
En
política es fundamental conocer el tamaño de la fiera que enfrentamos y el
contexto que la parió. El modelo político, social, económico y diplomático de
Cuba parte de su credo marxista, pero también de autodefinirse como un Estado
en guerra y sus planes han estado en función de su defensa frente a Estados
Unidos. Esto tiene bases reales en su historia pasada y reciente con la
invasión de bahía de Cochinos en 1961, en la guerra contrarrevolucionaria en la
sierra del Escambray, en las operaciones terroristas que han sufrido, en los
intentos de atentados a Fidel Castro, en su involucramiento en la guerra de
Angola para responder a una demanda soviética y en la crisis de los misiles de
1963, el momento en que el mundo ha estado más cerca de una hecatombe nuclear.
Cuba
es el único país latinoamericano que ha necesitado llevar seguimiento de lo que
pasa en nuestro continente y el mundo. Sólo hay dos salas situacionales
globales en América, una en Washington y otra en La Habana. El régimen no hace
elecciones, pero conoce cómo funcionan y hace proyecciones sobre los resultados
de éstas en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Necesita prever si éstas
afectarán o no su sobrevivencia. Sus servicios de inteligencia superan en
capacidad, experiencia y cobertura a cualquier país latinoamericano, compiten
con la CIA, el Mosad o el MI6. Cuando Cuba fue aislada del continente,
fortaleció su diplomacia en África, Asia y el Caribe, logró el apoyo de muchos
países y ganó posiciones en Naciones Unidas. Ha reclutado agentes en la
izquierda y sabe manipular académicos, intelectuales, religiosos y políticos
para integrarlos a sus redes, muchas veces sin que se den cuenta. Utilizan el
sexo para chantaje, reclutamiento o inducción de posiciones políticas y saben
realizar operaciones de todo tipo fuera de sus fronteras.
Jorge
Masetti, hijo del guerrillero amigo del Che que murió en 1964, dedica cuatro
capítulos de su libro El furor y el delirio a las operaciones encubiertas en
México. Masetti se convirtió en un importante agente de los servicios cubanos y
se describe a sí mismo como “hijo de la Revolución”. Las ejecuciones del
general Ochoa y Tony de la Guardia lo hicieron romper con Cuba. Su testimonio
revela que las actividades en México incluyeron ayuda a narcotraficantes
colombianos y a diferentes grupos guerrilleros latinoamericanos para
operaciones en territorio mexicano, que iban desde asaltos a bancos hasta
joyerías. Cuenta además que la valija diplomática cubana se utilizaba para introducir
armas o mover el dinero de las operaciones. Entre éstas menciona la recepción y
traslado a Cuba de cuatro millones de dólares, fruto de un asalto de los
Macheteros de Puerto Rico a un depósito de Wells Fargo en Connecticut en 1983.
Masetti destaca que las operaciones encubiertas derivaron en “bandidaje
revolucionario” y se extendieron a otros países del continente.12 En
México suelen ocurrir secuestros de empresarios que no tienen explicación en la
delincuencia local. Es difícil saber hasta dónde llega la actividad de las
embajadas cubanas en su tarea de conspirar contra los gobiernos.
Dice
también Masetti que uno de los objetivos que se planteaba el régimen era “hacer
de la cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina”;13
recuerdo que Fidel siempre decía que una guerra allí se tragaría cientos de
miles de hombres. Los políticos latinoamericanos y estadunidenses han cambiado
en varias generaciones. Cuba tiene abundante experiencia acumulada y muchos de
sus funcionarios han permanecido décadas en sus cargos. No hay capital del
continente donde la inteligencia cubana no tenga agentes activos. Defenderse
desestabilizando a otros es parte esencial de su política exterior y esto no es
un invento cubano. Yuri Bezmenov, desertor de la KGB, decía que el 50% de la
actividad de la inteligencia soviética se concentraba en “subversión
ideológica” y desestabilización de sus enemigos.14 Esta doctrina
sigue vigente, basta recordar la injerencia rusa en la última elección
estadunidense.
El
artículo de Orlov que enojó a Fidel Castro en 1989 decía que Cuba es un “Estado
militarizado” y sigue siéndolo. Esa afirmación da sentido a todo lo planteado
sobre su estrategia de defensa. A esto agrego mi propia vivencia que describo
con un viejo refrán que dice: “Si digo que la burra es parda, es porque tengo
los pelos en la mano”.
Durante
décadas ser de izquierda ha implicado no criticar al régimen cubano, aceptar
que éste actúa por solidaridad y tenerle gratitud. Pero la verdad no hay nada
que agradecerle, al contrario: ha instrumentalizado y sacrificado a las
izquierdas nacionales por su propio interés. La muerte de Allende y la
destrucción de Venezuela son algunas de las evidencias irrefutables. Nada ayuda
más a las derechas que tener un competidor estúpido. Uno de mis objetivos en
este ensayo es provocar a la izquierda para que deje de creer que el cielo
existe, abandone la defensa de lo que no funciona, mande al infierno la
religión marxista y a todos sus santos, y regrese a la tierra.
1 Latell, B. Castro’s Secrets: The CIA and
Cuba’s Intelligence Machine, Palgrave Macmillan, 2012, p. 113.
4 Pérez, C.
“Combatientes chilenos en Centroamérica”, Estudios Públicos, núm.
129, 2013. Disponible en: https://bit.ly/3hH4vfj.
5 Ver el
capítulo 1 “Por Cuba lloramos” en Maldonado, D. G. (seudónimo) La
invasión consentida, Debate (versión electrónica), 2020.
6 Balance
ofrecido por el jefe de las misiones cubanas Julio César García Rodríguez en el
2018. Tomado del capítulo 4 “El desembarco” en Maldonado, D. G. La
invasión consentida, Debate (versión electrónica), 2020.
10 Ver el
capítulo XXI “La hora de la verdad” en Judt, T. Postguerra, una
historia de Europa desde 1945, Taurus (versión electrónica), 2015.
Tomado
de: https://www.nexos.com.mx/?p=49024
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