Por Ángel Oropeza
Toda actividad
política, para ser exitosa, tiene que aprender a lidiar con realidades
concretas, las cuales muchas veces son distintas a lo originalmente planeado o
a lo idealmente deseado. No es responsable suponer que tal realidad no existe.
Lo inteligente es asumirla tal cual es y tratar de manejarse frente a ella sin
perder el objetivo.
Hoy el vasto campo de
la oposición democrática venezolana enfrenta un hecho político, aunque no
deseado, incuestionable. Por una parte, un gran sector de ella ha manifestado
su decisión de no participar en el evento del próximo 6 de diciembre, mientras
otra parte –distinta a los “alacranes” y corruptos que han sido comprados por
la dictadura- ha expresado su voluntad de hacerlo. Ambos grupos han
acompañado su decisión con argumentos racionales y de mucho peso que le dan
sustento y legitimidad a sus respectivas posiciones. Se ha enfatizado en
las claras diferencias –porque las hay- entre ambas posturas. Pero es
igualmente importante y necesario completar el análisis con lo que no es tan
evidente.
Para ambas posturas el
objetivo es el mismo: superar cuanto antes la dictadura madurista y su modelo
político-económico de dominación, para salir de la tragedia que afecta a todos
los venezolanos e iniciar la reconstrucción del país. Adicionalmente, ambas
coinciden en que el camino estratégico para alcanzar ese objetivo es generar
las condiciones de presión para una salida negociada y democrática, producto de
una fuerza cívica interna que hay que construir, y que se enlace con la acción
coordinada de los actores internacionales. Destacar esto es muy importante
porque, de nuevo, a pesar de las evidentes discrepancias entre las dos
posturas, ambas están enlazadas en el mismo objetivo y la misma estrategia
marco. Por tanto, las diferencias son esencialmente tácticas, entendiendo por
táctica las acciones necesarias y tareas concretas para desarrollar la
estrategia diseñada.
Si nuestra diferencia
es entonces táctica, no podemos permitir –por el bien del país- que ella nos
fracture. Además, esta diferencia táctica coyuntural se va a mantener por
apenas 12 semanas. Después del 6 de diciembre tenemos que encontrarnos todos
otra vez. Por tanto, debemos salvaguardar las condiciones e instancias
unitarias que faciliten ese reencuentro, en un momento en que el país va a
requerir como nunca antes una oposición democrática fuerte, unida y eficaz,
ante el previsible escenario de unas condiciones sociales y económicas de mayor
severidad, y de un régimen acorralado por su incapacidad para manejarlas.
Si las dos propuestas
se conciben como formas distintas, pero no necesariamente excluyentes, de
movilización social y de construcción de presión cívica interna, en esa medida
se aleja el peligro de una indeseable ruptura que solo beneficia y fortalece a
la dictadura. Nadie es tan ingenuo como para pensar que con las actuales
condiciones se puede “ganar” la Asamblea Nacional. Incluso quienes defienden la
opción de participar se lo plantean así. De hecho han manifestado que, dado que
su decisión se basa en la lucha por las condiciones, no descartan el retirarse
antes si estas condiciones no son logradas.
Aunque no es fácil, se
requiere entonces tratar de diseñar los modos para transformar esto en dos
tableros de lucha, en una estrategia de táctica dual que aproveche las ventajas
de cada posición. Se trata de identificar y aprovechar los recursos que posee
cada opción táctica, desde la articulación de la presión internacional hasta el
trabajo de organización ciudadana. Además, existe en el escenario un punto de
unión que puede hacer coincidir ambas posturas tácticas, y es la demanda creciente
de suspensión de lo que sea que vaya a ocurrir el 6 de diciembre. Cada
vez más sectores sociales, encabezados por la Iglesia, han manifestado la
necesidad de poner por encima de cualquier consideración política la vida y
salud de los venezolanos, y aplazar ese evento de diciembre ante las
circunstancias de una pandemia que apenas ahora es cuando comienza a acelerarse
de manera agresiva. Si desde ambas posturas tácticas democráticas se asume la
bandera de la prioridad de la vida de los venezolanos, y se decide de manera
fuerte y sistemática a ejercer presión para su cancelación, esto, además de
necesario y conveniente para el país, puede resultar en la práctica el punto de
conjunción de ambas posiciones.
La presente diferencia
de posturas tácticas en el seno de nuestra oposición democrática no es un
asunto moral, es un problema político a resolver. Es imperioso dejar atrás la
perniciosa tentación de reducir la discusión política a un asunto de lealtades
y traiciones. Es cierto que este lenguaje pre-político y de chantaje emocional
es producto de los ya muchos lustros de decadente y primitiva influencia
militarista. Pero si queremos construir un país distinto, lo primero es empezar
a pensar diferente a nuestros opresores y esclavistas.
La actitud inteligente debe
apuntar siempre a dividir a la dictadura, y a organizar y unir a los
venezolanos. Por ello, la unidad de quienes se oponen al actual modelo de
dominación es una herramienta de poder no un un accesorio ornamental. La
pregunta que demanda una pronta respuesta es qué tratamiento debemos darle
–desde la prioridad de salvaguardar esta herramienta de poder que es la unidad-
al hecho político de las coyunturales diferencias tácticas en nuestra
oposición.
Pero más allá de estas
divergencias, lo realmente importante es que nos pongamos de acuerdo para
trabajar con urgencia en lo que todos parecen coincidir, y es que sin presión
social no hay salida posible, no importa la táctica que se adopte.
Sigamos insistiendo: si
no hay una presión social contundente, sostenida y sistemática, ninguna de las
opciones tácticas que hay en el escenario podrá funcionar. Por ello, es urgente
no abandonar y seguir fomentando la movilización social cívica y la protesta
pacífica permanente y creciente, articulándolas y dándoles contenido político,
generando en conjunto con el resto de las formas de presión y lucha cívica
(tales como la negociación y la presión internacional), las condiciones que
precipiten una salida pacífica a la crisis.
Si a pesar de nuestras
diferencias, todos asumimos esta tarea común y nos lanzamos a la única acción
urgente y necesaria de presión social que reclama este momento histórico, no
sólo construiremos en la práctica la verdadera unidad que demandan los
venezolanos, sino que estaremos generando las condiciones políticas que
conduzcan al éxito de la estrategia democrática, sea cual sea la táctica
adoptada. Sin estas condiciones derivadas de la presión social, la salida del
régimen y la superación de la crisis seguirá siendo un irrealizable e
insatisfecho anhelo.
La política es un “arte
de lo posible”, y por tanto tiene que medirse siempre con las posibilidades y
las realidades concretas, con lo que se tiene en el aquí y el ahora. Pero
también es el arte y la ciencia de hacer posible lo deseable y lo necesario. El
liderazgo social y político tiene el reto de, a partir de las diferencias que
hoy la separan, construir desde el respeto y el diseño de formas de
articulación de esfuerzos, lo que el país sufriente desea y necesita, que es la
construcción de una fuerza unitaria poderosa y eficaz que conduzca la tarea de
la liberación democrática de Venezuela.
10-09-20
https://www.elnacional.com/opinion/diferencias-tacticas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico