Por Marianella Herrera Cuenca
Las migraciones entre
los países y por diferentes razones, siempre han existido. La gente sale de su
zona de confort buscando mejoras, se adapta a un nuevo contexto, a la cultura,
a las nuevas tradiciones, a los nuevos idiomas. Pero ahora existe una nueva manera
de migrar: hacia el mundo virtual. Desde hace ya tiempo vemos con interés que
el trabajo virtual fue creciendo, en particular para los venezolanos desde
Venezuela, quienes podíamos ver que se podía optimizar esfuerzos desde el país
con una mejor remuneración.
Para quienes crecimos,
estudiamos y trabajamos (como médicos) en el mundo presencial y en vivo y en
directo, la migración y el traslado al mundo virtual ha constituido un reto.
Desde planificar lo que parecía no planificable, hasta poner límites y decir ni
una reunión más, desde realizar consultas en línea, hasta implementar proyectos
que hasta hace poco requerían presencia, ni hablar de como las comunicaciones
han cambiado.
Cuando nos percatamos
que la mayor comunicación existe virtualmente, nos damos cuenta que hasta la
expresión del afecto ha cambiado, en un mundo virtual escribir en mayúsculas
significa “gritos”, los símbolos de corazones rotos o nos indican amor o
despecho, los aplausos ahora se ven, no se escuchan y el asombro (que no paramos
de sorprendernos) se dibuja.
Así pues, el mundo
virtual nos arropa y nos lleva a pasos agigantados hacia un espacio que cada
uno de nosotros debe definir para no perecer en el intento.
En la nueva normalidad,
las horas sentados, que son muchas y que cuentan como inactividad física, son
parte del mundo virtual y pueden convertirse en un riesgo aun mayor para
enfermedades crónicas y mortalidad por todas las causas.
Entonces, parte de la
migración al mundo virtual son los nuevos hábitos y rutinas donde el traslado
se realiza sentado y no en movimiento como podría esperarse de una migración
tradicional.
También, y por efecto
no solo de la migración al mundo virtual sino del periodo de confinamiento se
han reforzado muchas de estas nuevas conductas, ahora las reuniones virtuales
son absolutamente necesarias y mandatorias en la nueva normalidad para cumplir
con el aislamiento social y las medidas de protección para los ciudadanos del
mundo.
Las horas de
sedentarismo, ya aumentadas ahora hay quien las considera como el nuevo
“tabaquismo” – por los riesgos asociados- y la nueva normalidad es trabajar desde
casa y balancear el trabajo domestico con el trabajo virtual.
Por supuesto, no todo
es negativo, la recuperación de la cocina casera, el cuidado de los niños, y
hasta un impacto positivo en la lactancia materna son elementos positivos de la
migración al mundo virtual.
Sobre todo en la
aproximación a lo cotidiano y doméstico, ahora es posible estar en casa y lavar
ropa a la vez que conversar con el presidente de una empresa, discutir sobre la
preparación del almuerzo con la pareja y asistir a la reunión del equipo
multidisciplinario, si, es posible gracias al “mute” de las diferentes
plataformas de conexión.
Es la nueva concepción
del trabajo, pero también del hogar y de las interacciones entre personas,
entre la gente que migra a esta nueva realidad. ¿Qué nos espera? Nos espera una
nueva etapa de crecimiento personal y del colectivo, porque la nueva realidad
virtual no pertenece a una nacionalidad, pertenece y se ha instalado en el
mundo entero como la nueva globalización de los eventos.
Como bien lo dice el
título de la afamada película solo queda desear buena suerte: “Good night and
Good luck” (Buenas noches y por sobre todo: buena suerte en el proceso de la
adaptación, agrego yo!)
15-09-20
https://talcualdigital.com/inmigrante-en-el-mundo-virtual-por-marianella-herrera-cuenca/
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