Betilde Muñoz-Pogossian 14 de septiembre de
2020
@BeticaMunozPogo
¿Qué
sabemos de los migrantes y refugiados venezolanos hasta ahora?
Que
5,1 millones de venezolanos se han visto forzados a migrar a otros países.
Que
los venezolanos son la segunda nacionalidad con el mayor número de solicitudes
de asilo en todo el mundo.
Que
si miramos la lista de países con el mayor número de nuevas solicitudes de
asilo, la nacionalidad más común, la número uno, es la venezolana.
Que
la crisis de migrantes y refugiados venezolanos es la segunda crisis de
desplazamiento forzado más grande en el mundo después de Siria, y la mayor que
han tenido las Américas en su historia.
Sabemos
también que alrededor de 80% de los venezolanos se está asentando en países de
las Américas, y que alrededor de 60%-70% está en situación irregular, sin
documentos que les permitan tener acceso a servicios básicos como cuidado
médico, agua, saneamiento, higiene y vivienda.
Sabemos
que la situación de estos venezolanos también ha empeorado como resultado de la
pandemia del COVID-19, que está poniendo a prueba los sistemas de salud de la
región, al igual que la capacidad de los países receptores de garantizarles
acceso a la salud, y un estándar mínimo de bienestar en el medio de la crisis.
Pero,
¿sabemos quiénes son estos migrantes? ¿Cuánto tiempo les tomó el proceso de
migrar? ¿Cuánto tuvieron que pagar? ¿Sabemos cuáles son sus profesiones y
trayectorias profesionales? ¿Sabemos cuáles son sus intenciones? ¿Si quedarse
en los países receptores o devolverse a Venezuela?
Un
reporte recientemente publicado por la Organización Internacional de las
Migraciones (OIM) y el Migration Policy Institute (MPI) nos está dando más
información sobre lo que no sabíamos de los migrantes y refugiados de
Venezuela.
En
los últimos años, la OIM ha estado continuamente implementando una metodología
conocida como DTM, o Displacement Tracking Matrix (matriz de seguimiento del
desplazamiento), el cual es un sistema para rastrear y monitorear el
desplazamiento y movilidad de las poblaciones migrantes. Usando DTM, la OIM
recoge información y datos relevantes sobre indicadores demográficos de estas
poblaciones en movimiento, actividades económicas, condiciones de salud y
acceso a servicios, detalles de su viaje,
y retos o inconvenientes que enfrentan mientras migran.
Algunos
hallazgos interesantes del análisis de DTM sobre la migración venezolana
sugieren que estos ciudadanos están llevando importante capital humano a sus
países receptores.
Sabemos
hoy que 35% de la población migrante en el Perú tiene un grado técnico y hasta
uno superior, y esta cifra sube a 41% para el caso de Ecuador. En el caso de
Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Costa Rica, más de 50% de los venezolanos
migrantes y refugiados tienen un grado universitario, y hasta posgrados.
Del
mismo modo, el análisis de la data de los DTM revela que los venezolanos en los
países receptores son jóvenes y solteros. La gran mayoría tiene pensado
establecerse en estos países. En efecto, menos de 5% indicaron que su intención
era regresar a Venezuela; es decir, la gran mayoría (95% aproximadamente)
planea permanecer en los países que los recibieron. Lo que esto sugiere es que,
por un lado, esta diáspora puede ser una fortaleza para los países receptores,
que deben diseñar políticas públicas que les permitan aprovechar el potencial
de este talento humano. Por otro lado, es indicativo del rol crucial que van a
tener en la reconstrucción de Venezuela en el periodo después de la transición
a la democracia.
La
data también muestra la cantidad de tiempo que les tomó a los venezolanos
desplazarse desde Venezuela a sus países de destino. Mientras que los viajes
más cortos fueron de dos meses y medio a países como Ecuador o Perú, a otros
venezolanos les tomó hasta siete meses y medio llegar al país donde iban,
especialmente aquellos que fueron a la parte más sur de Suramérica. Los
venezolanos reportaron haber pagado entre 100 dólares y hasta 1.000 dólares y
más para llegar a sus destinos.
Sobre
los temas más frecuentemente nombrados como retos para estos migrantes
encontramos, en orden de frecuencia, el poco acceso a recursos monetarios, la
falta de alimentos en sus trayectorias, la falta de un lugar donde dormir, la
inseguridad, los métodos de transporte, problemas con los documentos
migratorios, falta de información, y limitado acceso a servicios de salud. La
cobertura mediática de la crisis de migrantes y refugiados venezolanos nos lo
ha venido diciendo, pero ahora tenemos data para confirmarlo.
La
data de los DTM también muestran algo que he escuchado de muchos venezolanos
asentándose en nuevos países, desde Canadá hasta Tierra del Fuego: ¡quieren
trabajo! La gran mayoría de quienes respondieron mencionó el conseguir un
trabajo y tener un salario digno como su principal prioridad.
Por
supuesto que toda esta data es antes de la pandemia del COVID-19. Durante la
pandemia como tal, lo que sí sabemos es que los flujos de migrantes a nivel
regional se han visto alterados como resultado de las variadas medidas que han
adoptado los países receptores. Hemos tenido aeropuertos cerrados, más
monitoreo de puntos limítrofes, y una reducción significativa de viajes entre
países. Habrá que ver qué pasa en el período pospandemia, pero en líneas
generales es muy útil tener estos datos sobre venezolanos en otros países que
nos ayude a entender quiénes son, como están y cuáles son sus intenciones.
Y
en lo que respecta a aquellos que dicen que no piensan volver a Venezuela, en
el período posterior a la transición democrática, los líderes y aquellos que
sean parte de una nueva administración pública, tendrán que diseñar políticas
que permitan conectar a esa diáspora con el país, y así aprovechar todo el
capital (humano, financiero, político, de redes, etc) que han construido en
beneficio de Venezuela.
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