Por Piero Trepiccione
El mundo se está
moviendo. Las dinámicas internacionales cada día son más cambiantes y los
problemas nacionales están más entrelazados –contrario a lo que se
pensaba– a la geopolítica y geoestrategia globales. Por ejemplo, en las
elecciones presidenciales y parlamentarias estadounidenses de este mes, no
solamente ha entrado en juego el interés y las necesidades de la población
norteamericana, sino también los de actores como China, Rusia y la Unión
Europea.
En tal sentido, es
importante conocer cómo se están moviendo los países actualmente de cara al
orden mundial. Particularmente, las jugadas de Rusia y China que, hoy por hoy,
se han convertido en un eje de poder con dos votos en el Consejo de Seguridad
de la ONU con carácter permanente y con derecho a veto.
El eje Beijing-Moscú
reúne una población que en conjunto que representa 1.500 millones de
habitantes. De gran importancia desde el punto de vista geográfico, con 29
millones de kilómetros cuadrados y una economía que representa el 22% del PIB
mundial (Aunque es mucho más importante la porción china en este caso). Son
miembros del club de países con armas nucleares (que les da un poder de
disuasión militar). El nuevo eje cuenta además con un par de ejércitos, capaces
de hacer contrapeso en lo naval, terrestre y aéreo, a la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), reconocido como tal por los
directivos de la alianza y los propios análisis de las agencias privadas y
públicas de inteligencia, vinculados a occidente.
Estos movimientos se
han venido ejecutando desde hace varios años, sustentados en acuerdos
económicos primeramente y luego en acuerdos políticos. Un referente importante
se dio en 2014. En ese año, se firmó un acuerdo de suministro de gas ruso a
China por la astronómica cifra de 400 mil millones de dólares, que debe leerse
en clave de las consecuencias geoestratégicas que en el futuro. Ahora la
Rusia de Putin depende cada vez más del poderío económico de China y está
obligada a jugar “cuadro cerrado” con los lineamientos de Beijing.
Como vemos, este
eje ha ido creciendo y ganando nuevos adeptos utilizando la capacidad
económica china para sumar “posiciones estratégicas” en Asia, así como también
en África y Latinoamérica. Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua y
Argentina son prueba fehaciente de ello. Su influencia se está
expandiendo con mucha fuerza en el reacomodo internacional que estamos
viendo hacia una nueva bipolaridad. El actor fundamental y tras bastidores, en
este caso es China por su amplia capacidad financiera. Su diplomacia cada
vez es más activa luego de asentar sólidos acuerdos económicos globales.
En este marco, Europa y Estados Unidos se están viendo afectados cada vez más
en sus dinámicas internas, por la influencia del eje externo.
Este eje, hoy por
hoy representa un enorme desafío para determinar el tipo de
comunidad internacional que tendremos en las próximas décadas. Venezuela no
está exenta de esta nueva polaridad internacional y su conflicto interno es una
muestra más que palpable de ello, donde se contraponen los intereses globales
sobre la política local. Las consecuencias mundiales de todo esto apenas
se comienzan a vislumbrar en casos particulares. Inclusive la ONU se está
tornando en una camisa de fuerza que impide abordar equilibradamente los
conflictos locales por el desbalance de fuerzas que tiran en direcciones
contrarias. Es sumamente preocupante porque, en este escenario, la
democracia está siendo severamente golpeada y sustituida por los intereses
geopolíticos que se posicionan gradualmente y alimentan los extremismos en
cada país, siendo cada vez más difícil procesar las disputas por el poder.
Esperemos que podamos reaccionar cuanto antes y detener este fenómeno que nos
lleva a contramarcha a estadios históricos ya superados.
08-11-20
https://efectococuyo.com/opinion/geopolitica-el-eje-ruso-chino/
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