Benigno Alarcón Deza 04 de noviembre de 2020
@benalarcon
“Lo cierto es que durante las últimas semanas la
estrategia y narrativa gubernamentales han sufrido algunos traspiés”, entre
ellos, las protestas por servicios públicos en zonas inéditas,
tradicionalmente bastiones del chavismo, como las reportadas en Yaracuy,
Portuguesa, e incluso en el centro de Caracas (La Candelaria).
Así lo sostuvo el director del Centro de Estudios
Políticos y de Gobierno de la UCAB, Benigno Alarcón, en su podcast semanal
grabado en alianza con El Nacional, en el que repasa y analiza hechos
recientes, determinantes en la coyuntura política.
Alarcón explicó que las últimas manifestaciones
sucedidas en las mencionadas localidades se desarrollaron por iniciativa
de líderes comunitarios provenientes de las bases del chavismo, que no
sólo dejan de apoyarlo, sino que comienzan a adversarlo, y sin la acostumbrada
represión de los colectivos armados y la policía.
Sin embargo, apuntó que el régimen intenta mantener
los costos políticos de la represión en su nivel más bajo, evitando reprimir
masivamente, por eso, desde hace años, lo hace localmente usando una red
clientelar de colectivos armados, lo que ha implicado la confrontación de
pueblo contra pueblo, y con ello intenta no movilizar policías ni efectivos
militares, que por ser representantes institucionales del Estado, incrementan
el costo político para el gobierno, que asume de manera directa la
responsabilidad de sus acciones.
En nueva referencia a la contención de los costos del
régimen, Alarcón habló de las CUPAZ (Cuadrillas de Paz) conformadas para el
control social y como grupos más pequeños ,pero -en contradicción con su
denominación- más violentos, que “pierden su carácter colectivo para
convertirse más bien en lo opuesto, o sea en un órgano represor del
colectivo”.
Para el analista existe una muy alta probabilidad de
que se produzca un aumento progresivo de las protestas en la medida en la
que el descontento aumente, la capacidad estatal para dar respuesta a las
demandas sociales se reduzca, y los grupos locales se nieguen a reprimir en sus
propias comunidades, por tanto, el gobierno aumentará los costos políticos y
riesgos que acarrea el tener que reprimir a través de los cuerpos policiales y
militares.
Chavismo disidente
Alarcón señaló que de acuerdo a los distintos estudios
de opinión, incluidos los del CEPyG-UCAB, las bases del chavismo han venido
retirando su apoyo a Maduro desde su ascenso al poder en 2013. El respaldo de
esas bases -prosiguió- se ha mantenido, durante los últimos años,
entre un 12 y 14%, el resto del chavismo hoy se distribuye, mayoritariamente,
entre aquellos que continúan autodefiniéndose como chavistas decepcionados de
Maduro y quienes se desafiliaron por completo y forman parte de ese tercio de
la población que no está ni con el gobierno ni con la oposición.
“Hasta el día de hoy, la oposición y el chavismo que
no apoya a Maduro, no han logrado encontrarse porque ninguno confía en el otro
y continúan viéndose como enemigos con diferencias insalvables. El chavismo
disidente no encuentra entre quienes gobiernan un liderazgo que lo represente y
sea capaz de reunificarlo, mientras ve a los liderazgos de la oposición como
antidemocráticos y temen por su exclusión política y social, por
persecución y posibles represalias que ese sector podría emprender en
caso de llegar al poder”. En ese sentido, Alarcón destacó que el liderazgo de
oposición, más que de oposición al chavismo, debe presentarse como democrático.
“El liderazgo democrático necesita de una narrativa inclusiva que sea piedra
fundamental de su lógica política y ponga por encima de las diferencias, que
siempre las habrá, respetando el derecho sagrado de expresarlas, defenderlas y
representarlas políticamente bajo las únicas limitaciones que imponen las
reglas de la convivencia democrática, (…) por instituciones que hagan
contrapeso al poder y estén al servicio del Estado, y no de quien haya sido
elegido, temporalmente, para cumplir con el servicio de gerenciar la
Presidencia”, advirtió.
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